Prefacio

161 19 4
                                    

Yo estaba en mi casa cuando pasó. Mi madre había estado algo extraña los últimos días, pero se justificaba diciendo que  tenía un poco de fiebre. No recuerdo cómo era mi casa, pero si recuerdo ese calendario del mes en la nevera, con el día 1 encerrado en un círculo.

-Mami -dije, volteando hacia ella.

-¿Qué pasa, pequeña? -me respondió.

-¿Por qué está ese día encerrado en un círculo? -pregunté.

Pero ella no respondió.

-¿Mami? -le volví a llamar.

-Ven. -me dijo tomándome de la mano.

Me condujo hasta llegar al gran espejo que había en la pared del pasillo.

-¿Qué pasa mami? -pregunté mirando el espejo.

-Mírate, pequeña. Eres tan hermosa. -dijo ella, con una sonrisa en los labios.

En ese entonces tenía ocho años, y mis cabello dorado caía sobre mis hombros formado en pequeños ricitos.

-Eres muy especial. -Seguía diciendo mi madre -Te amo pequeña.

-Yo también te amo mami -le dije, abrazándola.

-Te prometo que jamás te abandonaré...

Pero eso solo fue una decepción.

Mi madre no dijo nada más durante las siguientes horas, y mi aburrimiento crecía cada vez más. No se me ocurría nada para divertirme, pero cuando iba a darme por vencida, ella dijo:

-Ve a jugar al bosque.

Y obedecí. Nuestra casa estaba rodeada de bosque por diez kilómetros a la redonda. El vecino más cercano estaba a más de una hora caminando por el bosque, y era por eso que yo no tenía amigos. Yo jamás había formado parte de la sociedad, pero no lo necesitaba. Tenía a mi madre, y me divertía trepando los árboles que rodeaban la casa. Eso hice hasta que cayó la noche, y me di cuenta de que debía volver antes de que salieran los animales nocturnos.

Al entrar, escuché a mi madre llorando. Subí las escaleras, entré a su habitación y la encontré parada en una silla sosteniendo una soga.

-Lo siento. -dijo, y una lágrima se deslizó por su mejilla hasta caer en el suelo.

Lo que paso después me deja sin palabras. Ella solo se rodeó el cuello con la soga y se dejó caer, sin importarle lo que sería de mí, solo me abandonó. Desde ese momento nunca supe cómo actuar; fue ahí, cuando tenía ocho años y vi cómo mi madre se quitaba la vida, cuando me di cuenta de que estaba sola. Sola en el mundo.

Las lágrimas salían de mis ojos sin mi permiso. Salí de la habitación, no soportaba ver el cuerpo de mi madre meciéndose en el aire. Caminé hacia la cocina y me encontré con un pequeño cofre de madera sobre la mesa. La abrí lentamente y me encontré con un pequeño papel que decía:

"Feliz cumpleaños, cariño. Te ama, mamá."

Bajo el papel había una delicada gargantilla dorada, con un corazón prendido en la punta; por cómo brillaba supe que era oro. Me lo prendí alrededor del cuello y salí de la casa.

Caminé en dirección a las lejanas luces que había detrás del bosque. Cuando trepaba los árboles, siempre las veía e imaginaba cómo se sentiría vivir en la ciudad; pero cuando llegué, no tardé mucho en descubrir el sentimiento:

Miedo.


OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora