Claridad Azul

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El salón de Lilifer, Las Vegas, Nevada, 8 de enero de 1987

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El salón de Lilifer, Las Vegas, Nevada, 8 de enero de 1987


   Me deslicé por entre los postulantes a las diferentes categorías mirándolos a todos y examinándolos con detención.

   Me detuve ante una de las chicas para cuestionarla. Era bastante guapa, a decir verdad, senos voluptuosos, labios grandes y cabello rizado. Se miraba algo tímida al principio.

—¿Estás de acuerdo con que los hombres te paguen para tener sexo? —Estreché los ojos para escuchar su respuesta.

—¿Bromeas? Oh por Dios, lo haría hasta gratis. —La respuesta sí que me sorprendió.

   Austin me miró y se golpeó la frente con la mano extendida. Después me señaló a la chica y luego el balcón.

—¡Muy bien! —arrastré las palabras en tono confuso— ¡Linda, sube arriba! ¿Quieres?

—¡Wow! Ally, gracias. —Intentó abrazarme—. ¡Vamos a ser grandes amigas!

—¡Hey, hey hey! —La detuve de inmediato—. Dije que subieras, no que me abrazaras, no me vuelvas a tocar y te advierto que voy a ser tu jefa, no tu amiga. ¡Te estoy contratando, pero no cruces la línea conmigo! No me vuelvas a llamar Alana y mucho menos Ally, después de cruzar esa puerta soy Lucifer, y solo mis amigos personales me pueden llamar por mi nombre real. ¿Está claro?

   Se retrajo de inmediato abriendo los ojos descomunalmente sintiéndose ridícula y luego subió las escaleras para posicionarse al lado de mi mejor amigo.

—¡Bien, Alana! Hay 49 aquí, solamente una más —Alexis estaba preparando los contratos en mi oficina.

Saqué de entre las chicas a una morena bastante alta de piernas largas y curvas agradables.

—¿Cómo te llamas? —Le pregunté.

—Ashley Daniels. —La chica no despegaba la mirada del suelo.

—¿Ashley, porqué quieres trabajar aquí? —Me intrigó.

—La verdad es que... mi madre está enferma, tiene cáncer y no puedo comprarle su tratamiento. —Hizo una pausa antes de suplicar—. ¡Por favor, necesito el trabajo!

   Por un momento me compadecí de ella, no sabía lo difícil que podía ser la situación que estaba viviendo. Mi primer impulso fue darle el dinero que necesitaba y dejarla ir... Pero sabía que este lugar no era un centro de caridad. Tenía las manos atadas.

—Escucha... Te dejaré trabajar aquí el tiempo que necesites hacerlo, no tendrás privilegios, harás lo que se te pida. Serás una scort al menos durante el tiempo en que se te pueda reubicar en otro puesto, pero tienes que trabajar duro para conseguirlo, no voy a tener preferencias. Si no cumples con tu trabajo, tendrás que irte... ¿Estamos de acuerdo?

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora