002

74 3 0
                                    

La puerta de madera solida se abrió y los ojos de Jane detectaron a un hombre que rondaba los veinte, unos suaves rizos le acariciaban los hombros y el rostro de forma deliciosa. Labios ridículamente rosados y finos. Hombros anchos y lo que parecía ser un cuerpo deliciosamente delgado pero fibroso. Ella se removió incómoda bajo aquella mirada verde esmeralda. Aquellos ojos no eran normales. No, esa mirada era similar a la de un depredador analizando a su presa. Ella conocía perfectamente aquella mirada y sabía que no podía ser buena en ningún sentido.

Él la observó de arriba abajo, deteniéndose en cada punto importante de su cuerpo, haciéndola sentir un objeto en la sección de ofertas. Aquel sentimiento era asquerosamente familiar.

-Soy Zaphiro.- advirtió ella. Él ladeó una sonrisa y se hizo a un lado ¿existía alguna posibilidad de que aquel Dios sea el cliente? No, claro que no. Hombres como él no necesitaban pagar por conseguir sexo.

-adelante.- ella dio unos pasos al interior de la suite, intentando no mostrarse impresionada por todo ese lujo. Pero era imposible. Joder, ella jamás soñó estar en una habitación así. Cada pequeño punto era perfecto y ella sospechaba que extremadamente costoso. Jane sentía hasta obscena su presencia en aquel lugar. Su vista vagó buscando al joven sexy y lo encontró en el otro rincón de la suite, de espaldas a ella.

-¿un trago?- le sonrió elevando un vaso cargado con whisky. Ella negó.

-estoy bien.- observó al joven caminar de la misma manera en la que se mueve un guepardo. Elegante, seductor.

-siéntate, cariño.- ella frunció el seño y observó a su alrededor. No existía un lugar lo suficientemente feo en el que ella se atreva a colocar su trasero. Todo era demasiado reluciente. De mala gana se sentó sobre una silla que parecía más un trono. Observó al semental sentarse unos pocos metros lejos de ella.

-¿usted contrató mis servicios?- él ladeó una sonrisa, como si la confusión de Jane fuera lo más divertido del planeta.

-efectivamente, yo pagué por que estés aquí esta noche.- ella no podía estar más confundida ¿es que él no podía conquistar a chicas por sí mismo? No, eso era imposible. Jane sospechaba que a aquel hombre le bastaba con respirar para tener una fila de bragas mojadas tras él.

-¿te apetece cenar?- lo observó como si acabara de perder el juicio. Él le sonreía divertido.

-con todo respeto, señor. ¿podríamos ir al grano? Tengo otras cosas que hacer.- él ladeó un poco la cabeza sin dejar de sonreír.

-¿al grano?

-sí, al grano.                                                   

-solo quiero que me hagas compañía esta noche, nena.- Jane llegó a la conclusión de que aquel hombre debía estar loco.

-mire, creo que no le han explicado bien las cosas así que me tomaré el tiempo de hacerlo yo: soy una prostituta y las prostitutas follan con el que les paga, no se sientan a tomar el té.- él sonrió abiertamente.

-vaya boquita sucia.- ella entrecerró los ojos.

-vale. Se puso de pie.- si no va a cumplir con las normas, me iré.- caminó en dirección a la puerta pero la ronca voz del hombre la detuvo.

-no sabía que habían normas estipuladas, Jane.- la sangre de la joven se congeló y lo observó con pánico.

-¿cómo sabe mi nombre?- él sonrió de lado.

-yo he pagado una buena cantidad por ti, lo que hagamos durante esta noche es mí decisión.- ella seguía en algún estado de shock. Los clientes no debían conocer puntos de su vida personal ¿Cómo es que ese sexy hombre conocía su verdadero nombre?

-ven, siéntate y hablemos.-ella se quedó en silencio observándolo.- oí por ahí que a tu tío no le gusta que los clientes le envíen quejas sobre ti.- vale, si antes aquel hombre le daba miedo en ese momento pasó a darle pánico. El joven sonrió como si fuera conocedor de que había ganado.- ¿vas a cenar conmigo?

-yo ya comí.- respondió ella entre dientes. Él se puso de pie y caminó hasta el teléfono del hotel.

-buenas noches, me gustaría ordenar servicio a la habitación.- Jane maldijo al misterioso hombre y cruzó la suite hasta sentarse en su antiguo lugar. Vale, odiaba aquella situación. Quería escapar y buscar a Nathan pero ya no podía permitirse más problemas con su tío.

-¿una hamburguesa, Jane?- su cabeza giró en busca del joven rizado. Frunció el seño.

-no quiero nada.

-sí, dos hamburguesas completas por favor.- habló el joven al teléfono como si la opinión de Jane valiera menos que mierda. Ella rodó los ojos. Rebuscó en su bolso y alcanzó su móvil.

Tardaré un poco más de lo previsto. xx

 

Volvió a dejar su móvil que sonó segundos después con la respuesta de Nathan. Observó al hombre sentarse frente a ella.

-¿podría decirme que cojones quiere de mí?

-primero que nada que dejes de usar malas palabras.

-pues yo digo lo que pienso.- bufó Jane. Él sonrió y se inclinó al frente.

-pues deberías de empezar a pensar en cosas más lindas.- ella elevó una ceja.

-¿Quién mierda se cree que es?

-un hombre dispuesto a enseñarte modales.- ella soltó una carcajada.

-que lo follen.- el hombre sonrió y separó los labios pero el sonido de la puerta interrumpió su respuesta. Se puso de pie. Jane aprovechó para sacarse la chaqueta de cuero, si bien afuera hacía frio; la temperatura en la habitación era bastante agradable. Frunció el seño cuando una bandeja con dos gigantescas hamburguesas, dos potes de patatas fritas y dos vasos de coca era depositada sobre su regazo. Levantó la vista para encontrarse con aquellos depredadores ojos esmeralda. Él le sonrió.

-no voy a comer.- sentenció ella.

-tienes que, nena. Apuesto a que no has cenado.

-ese no es problema suyo.- el hombre suspiró.

-hagamos un trato, tú cenas conmigo, charlamos un poco y luego te vas ¿vale?- ella entrecerró los ojos, dudosa; suspiró ¿Qué tenía que perder?

-vale.- el misterioso hombre sonrió complacido.

sweet Jane.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora