CAPITULO CINCO: ESPEJISMOS

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El resto de la semana pasó demasiado rápido, para el pesar de Draco. Lo que antes había sido ansias de comenzar su Quinto Año en Hogwarts para por fin alejarse de sus padres, ahora era sólo motivo de ansiedad extra por las noches. Él no había hecho progreso alguno, de hecho parecía que los Individuos jamás se encontraban en la Mansión. Estaba fallando y ni siquiera había comenzado su deber.

Draco se sentía más ahogado que nunca desde la muerte de Cedric. No podía entender cómo todo había sucedido tan rápido. Se sentía furioso con sus propios padres, que no le dieron ni siquiera un aviso de que estaría enfrentándose a esto tan pronto. Recordó el momento en que Dumbledore había dado aquel discurso en la última noche de su Cuarto Año, recordó cómo su elección había sido definida pero no por él, sino por su apellido. Por su padre y su pasado.

No sabía cómo acercarse a estos Individuos ni tampoco cómo insertarse entre ellos. Nyx había dicho que le enseñaría a aparecerse, pero los días fueron transcurriendo y no surgió ninguna novedad.

Pasó una semana más y su ansiedad estaba golpeando fuertemente una de esas noches. Se aburrió de dar excesivas vueltas en su cama y decidió caminar por la Mansión, quizás eso serviría. Estaba seguro de no soportar un segundo más las paredes de su habitación.

Recorrer la Mansión de noche tenía un tinte distinto. Los pasillos amplios, vacíos y oscuros quizás resultasen tenebrosos para un tercero, pero no para él. De hecho, le gustaba más su hogar de aquella forma. Le gustaba el silencio y la compañía de sólo aquellos retratos de sus antepasados que se encontraban expuestos en alguno que otro rincón de la Mansión.

Se encontraba caminando por el primer piso cuando vio una pequeña luz por una de las ventanas que daban al patio del lado este de la Mansión y decidió acercarse.

Había tres lámparas en el suelo, que iluminaban a aquellas personas que se encontraban allí. Draco podía ver sus figuras moviéndose. Eran aproximadamente diez personas. Entornó sus ojos.

Estaban...luchando.

Físicamente luchando. Draco observó como todos a la vez se propinaban golpes y patadas. Como realizaban distintas maniobras para arrojar a algún que otro oponente al suelo. Todo sucedía demasiado rápido como para comprender lo que sucedía. Observó durante un buen rato hasta que comenzó a encontrarle sentido. Aquellos eran los Individuos, todos los que habían. Contó ocho.

No tardó en identificar a Nyx, quien se destacaba con facilidad de los demás. De alguna manera, su cuerpo tan pequeño y debilucho terminaba venciendo al resto de los Individuos, incluyendo a los hombres cuyas contexturas físicas superaban en tamaño la suya. Todos terminaban en el suelo, menos ella.

Draco observó cómo no utilizaban magia, incluso parecían no tener sus varitas encima. ¿Cuál era el punto de aquello? Imaginó que quizás entrenar en duelos tenía más sentido para magos y brujas.

Decidió no darle más importancia de la necesaria. Encontraría al día siguiente a los huéspedes de su hogar y buscaría la forma de acercarse y comenzar a aprender a aparecerse. Él no tenía deseos de involucrarse más de lo necesario. Haría lo encomendado, aparecería cuando fuese llamado, cubriría a aquellos Individuos en lo que necesiten en Hogwarts y luego estaría todo bien. Podría respirar tranquilo.

Al volverse sobre su figura para comenzar a volver sobre sus pasos para ir a su habitación, Draco erró por un segundo la mirada que aquellos ocho Individuos dirigieron hacia el exacto lugar donde se encontraba hace un momento.

Se encontraba repasando el listado de los materiales requeridos para aquel año en sus clases de Hogwarts cuando comenzó, por fin. Chochó de lleno con un cuerpo mientras caminaba y la primer sensación que lo azotó fue el dolor de tropezarse con una roca. Duro. Angular.

HiraethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora