dieciséis.

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16.

—¿gordi qué hacés acá, pasó algo? —preguntó Mauro mientras rascaba su ojo.

— yo creo que esto ya debe conversar ustedes a solas —interrumpió Daniel— descansa Iri y cuídate cuando puedas me escribes —dejó un beso en la mejilla de la peliazul y se despidió de su amigo.

—Mau, ¿aún sigue en pie la oferta de vivir con vos? —dijo en voz baja.

—pero claro que sí mi cielo —dijo atrayéndola a él para abrazarla— entrá mi vida.

entró en la casa y ambos caminaron hasta la cocina. Mauro puso la pava eléctrica y ella dejó su bolso a un lado.

empezó a contarle todo lo sucedido, como su madre había empezado a tratarla mal desde la llegada de su hermano mayor y como hoy le dijo que le haría la vida más sencilla si ella se iba.

el adolescente no paraba de expresar lo molesto que estaba y lo mucho que detestaba el egoísmo y el maltrato que su madre le brindaba. Cuando el agua estuvo lista preparó los mates, continuaron hablando hasta que la mamá del morocho entró en la cocina.

—má, Irina quiere decirte algo. —habló el morocho, Sandra miró a la anteriormente mencionada.

—perdón por todas las veces que rechacé la oferta que me hacían constantemente, y yo quería saber si aún sigue en pie. —hablaba Lutz mientras jugaba con sus uñas.

—ay mi nena —habló la mayor agachándose para quedar a la altura de donde la adolescente donde estaba sentada.— obviamente sigue en pie, y me alegra saber que esta vez sí la aceptes. Me hace feliz que te conviertas en parte de nuestra familia, vos sabés que acá sos más que bienvenida.

le dio un abrazo cálido, un abrazo maternal uno como el que hace años no le brindaban. Sandra siempre le ha brindado el amor maternal que su madre no le daba, estaba agradecida con las personas que la vida le iba poniendo.

quizá ahora las cosas mejoren.




[...]




semanas después.

las cosas iban mejorando para Lutz, en la familia Lombardo la querían como si fuese de su propia sangre, compartía habitación con Cande, y pasaba jugando a la play con Mauro y la morena. El hijo mayor de los Lombardo también la quería mucho, ya no vivía en casa pero la ve crecer al lado de sus hermanos.

—¡pará Daniel! —gritó la peliazul mientras el morocho le hacía cosquillas— ¡en serio tarado me vas hacer botar la tintura!

—bien, bien —dijo y se detuvo, dejó un beso en la mejilla de Lutz y se sentó en un banquito.— ¿pero por qué te lo querés cambiar? Me gusta mucho cómo te queda el azul.

—pero va seguir siendo azul tarado, solo que un tono más claro al que traía. —contestó mientras pasaba la brocha con tintura por sus mechones.

—¿qué pensas si me tiño yo también? Desmayaría a un par de minas por la facha que cargaría. —decía mientras pasaba la mano por su cabello y guiñaba el ojo.

—sos un boludo —contestó mientras reía— pero si querés yo te lo hago, mirá que yo sola me tiño y no queda mal.

—¿qué anda haciendo mi nena? —apareció Mauro en el lugar dejando un beso en la mejilla de su ahora hermana cómo él decía.

—nada, hablando con Daniel sobre teñirse. —contestó Irina.

—yo también he pensado en eso eh, pero no creo que el mundo soporte tener a un pibe tan fachero como yo. —Lutz negó con la cabeza y río junto con Ribba.

luego de que terminara con todo lo del tinte, y secara su cabello se dedicó a sentarse en el jardín junto a Daniel mientras comían galletitas que él chico había comprado.

él se dedicaba a observarla, como los rayos de sol que le daban en la cara iluminaban aún más sus ojos. Le gustaba, y le gustaba mucho, le gustaba en todas sus versiones pero en su actual versión aún más.

se veía más radiante y más alegre, el semblante le había cambiado por completo. Las ojeras que habían bajo sus ojos estaban disminuyendo, y las sonrisas y alegrías en su vida aumentaban.

pasaba más tiempo con ella, se veían todos los días y disfrutaba el tiempo a su lado. Cómo ahora que reía por el pésimo chiste que ella misma había contado, le permitió conocer su lado más dulce.

recostó su cabeza en el hombro de Ribba, él bajó un poco más su rostro para tener ese contacto anhelado. Ambos querían y se reflejaba en los rostros de cada uno, un mínimo movimiento de parte de la teñida hizo que los labios se rosaran, y un atrevimiento de parte de él hizo que se juntaran.

ese beso que jamás van a olvidar.

ojeras negras ; dani ribba. Where stories live. Discover now