Desperté temprano ese día. Ya estaba de vacaciones en la escuela y, por lo mismo, quería estar acostada hasta tarde, pero la costumbre me hizo abrir los ojos a la misma hora de siempre. Estaba cansada y con sueño y, en ese estado, me dirigí al baño. La puerta estaba abierta por lo que simplemente entré. No me di cuenta de que mi padrastro se estaba duchando. Atiné a retroceder, pero la curiosidad se apoderó de mí. La silueta que se vislumbraba por detrás de la cortina me produjo un extraño estremecimiento. Quedé estupefacta ante la sombra de un cuerpo perfecto.
Arturo era un hombre maduro, pero joven aún y hasta entonces, nunca había notado lo sexy que era. Su silueta dejaba al descubierto unos glúteos redondos y pronunciados, unas piernas gruesas, un abdomen plano y unos brazos en los que daban ganas de perderse. Pude imaginar su torso mojado y el agua escurriendo por entre sus piernas. ¡Qué ganas de ser cada gota de agua que besaba su miembro!
De sopetón caí en cuenta de que mis pensamientos no eran correctos. Entendí que lo mejor era salir del baño sin hacer ruido. Pero no tuve éxito en mi cometido, la puerta traicionera dio un chillido que alentó a Samuel (mi padrastro). Este abrió la cortina de golpe y entonces lo vi completamente desnudo ¡Uff, estaba mamadísimo!
—Estefany, ¿Qué haces aquí?—preguntó Samuel.
—Pensé que estaba desocupado, perdón.—respondí.
Mi voz agitada me delató, lo sé. Me preguntó si algo me sucedía y no pude pronunciar palabra. Sentí cómo me sonrojaba. Entonces Samuel se cubrió y se dirigió a mí para asegurarse de que me encontraba bien. Dio tres pasos hacia mí, teniéndolo frente a frente mi corazón comenzó a latir con desespero. Quería moverme, pero mis pies no me respondían. Posó su mano en mi mejilla.
—Estás ardiendo. Seguramente tienes fiebre.—dijo Samuel.
Esa mano en mi moflete fue la detonante que hizo explotar dentro de mí una sensación nunca antes experimentada. El calor de un fuego indescriptible viajó hasta lo más íntimo de mi ser, deteniéndose allí, en ese lugar que nunca había sido tocado por nadie. Tomé su mano y la quité de forma un tanto violenta. Necesitaba que se alejara de mí
—¿Te sientes mal? ¿Quieres que llame a tu madre?—preguntó muy preocupado.
Solo pude mover mi cabeza de un lado a otro.
—¿Qué necesitas?—preguntó mi deseable padrastro.
¿Cómo decirle que lo único que necesitaba en ese momento era que me tomara en sus brazos y me ahogara en sus besos?. Pero no podía hacerle algo así a mi madre.
Sin darme cuenta mi padrastro me tomó por los brazos queriendo saber qué me sucedía. A esas alturas debía pensar que era yo una loca. Me remecí violentamente para que me soltara, entonces sucedió, la toalla que cubría su hombría cayó, cayó milagrosamente dejando al descubierto su pene totalmente erecto.
Mis ojos desorbitados no podían despegarse de él. Aún quedaban huellas del baño que se había dado. Su sexo mojado era una tentación que me ahogaba en mi propio silencio. Comencé a agitarme aún más, sentía mi cuerpo entumecido y mis piernas perdían fuerzas. Caería inconsciente en cualquier momento.
Samuel me quedó mirando atónito. No sé si ante el asombro de mi rostro, el que ciertamente estaba totalmente embelesado de él o por la incómoda situación que estábamos viviendo. Sin embargo, no se cubrió. Simplemente se quedó allí, ante mí, para gozar de aquello que mis ojos no paraban de acariciar.
Mi padrastro se acercó lentamente. Por mi parte, ya no me opondría a nada, solo quería dejarme llevar por lo que él quisiera. Solo esperaba que deseara lo mismo que yo.
Ya nada nos separaba, sentía su cuerpo contra el mío y su mirada clavada en mis ojos. Me empujó lentamente hasta la pared, dejándome atrapada entre los muros y el esplendor de su cuerpo. Acercó su rostro al mío, dejando sus labios posados en mi boca. Sus labios ardorosos llenos de lujuria que deseaba devorar en ese preciso instante.
CONTINUARÁ...
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Follé a mi padrastro
RomanceUna adolescente descubrí a su padrastro bañándose, instante en el que despierta en ella una extraña lujuria. Se encuentran solos en casa, aprovechando esa circunstancia para dejar escapar sus más perversos deseos.