UNA ESPECIE DE EXHIBICIÓN

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Los lunes, los miércoles y los viernes, la primera clase de Jungkook era dibujo del natural. Cuando entró en el estudio, su amigo Taehyung ya estaba allí y había colocado dos caballetes frente a la tarima del modelo. Jungkook descargó la carpeta de su hombro, se quitó el abrigo y la bufanda y comentó:

—Me han acosado.

Su amigo arqueó una ceja con la maestría que poseía para ese tipo de gestos, y que tanta envidia provocaba en Jungkook. El no lograba mover las suyas de forma independiente, lo que restaba intensidad a sus expresiones de desconfianza y desdén. Taehyung  transmitía ambos sentimientos a la perfección, pero en este caso se trataba de un movimiento más sutil, de mera curiosidad.

—No me digas que el zopenco ha tratado de asustarte otra vez.

—Está pasando por una fase vampírica. Me mordió el cuello.

—Vaya con los actores —refunfuñó Taehyung —. Lo que deberías hacer es defenderte de ese fracasado con un Taser. Para que aprenda a no ir por ahí saltando encima de la gente.

—No tengo una pistola de esas

Jungkook no añadió que tampoco la necesitaba;era perfectamente capaz de defenderse sin electricidad. Había recibido una educación muy especial.

—Pues consigue una. De verdad. El mal comportamiento debe ser castigado. Y además, sería divertido. ¿No crees? Siempre he querido disparar una. ¡Zas!—Taehyung se agitó como si sufriera convulsiones.

Jungkook sacudió la cabeza.

—De eso nada, pequeño salvaje, no creo que fuera divertido. Eres terrible.

—Yo no soy terrible. Jackson sí. Dime que no tengo que recordártelo —Taehyung clavó la mirada en Jungkook—. Prométeme que no estás ni siquiera considerando perdonarle.

—Te lo prometo —afirmó Jungkook—. Solo intento que él lo crea.

Jackson no concebía que un chico decidiera renunciar a sus encantos. Y el no había hecho más que reforzar su vanidad durante los meses que había durado su relación, mirándole con ojos soñadores, entregándole... ¿todo? Jungkook pensaba que sus actuales intentos de cortejarlo eran mero fruto del orgullo, para demostrarse así mismo que podía conseguir lo que quisiera. Que las decisiones las tomaba él.

Quizá Taehyung tuviera razón. Tal vez debería electrocutarle.

—Cuaderno de bocetos —ordenó Taehyung extendiendo la mano como el cirujano que solicita un escalpelo.

El mejor amigo de Jungkook era tan autoritario y de gran altura, superaba el metro setenta y tantos cuando utilizaba sus botas con plataforma a pesar de su gran tamaño. Jungkook medía 1,70, aunque parecía más alto, igual que los bailarines, con sus delicados cuellos y extremidades esbeltas. Su complexión se asemejaba mucho a la de un bailarin,pero no así su estilo. Pocos bailarines llevan el pelo azul brillante o un rosario de tatuajes por el cuerpo, y Jungkook lucía ambos.

Al sacar el cuaderno de bocetos y entregárselo a su amigo, los únicos tatuajes que quedaron a la vista fueron los de sus muñecas; una sola palabra, a modo de brazalete, en cada una: historia y real.

Cuando Taehyung tomó el cuaderno, otros dos estudiantes, Pavel y Dina, se acercaron rápidamente para escudriñar por encima de su hombro. Los cuadernos de Jungkook eran objeto de culto en la escuela, y cada día pasaban de mano en mano para ser admirados. Este, el número 92 de una serie que abarcaba toda su vida, estaba sujeto con gomas y, tan pronto como Taehyung las retiró, se abrió de golpe. Las páginas estaban tan cubiertas de yeso y pintura que las tapas apenas podían contenerlas. En aquel abanico de hojas surgieron los personajes habituales de Jungkook, profundamente extraños y representados con maestría.

ɦɨʝօ ɖɛ ɦʊʍօ ʏ ɦʊɛֆօ - Jikook/kookmin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora