Después de tanto tiempo nunca me había imaginado haciendo esto, quizás por los años o por el cansancio que el tiempo fue dejando en mí. Sé que probablemente si pudieras mirarme sentada, en mi escritorio, reirías al leer estas primeras palabras. Después de todo ¿Qué cansancio podría tener una adolescente de 19 años?
No, no era alguien que había vivido con un cuerpo joven eternamente, no era inmortal, al menos no físicamente. Lamento mucho si te estoy confundiendo, pero mejor comencemos por el principio.
Mi nombre actual es Antonia, tengo 19 años, y la ciudad en la que vivo no es relevante, ya había tenido tantos nombres como ciudades de residencia.
Esta era mi trigésima vida, mi primera conciencia era de 1811, o mejor dicho, mi primer nacimiento, y si bien, podrías calcular que habían pasado 210 años desde aquél nacimiento, ciertamente había vivido un poco menos que eso, aunque no tenia la cuenta exacta. Vivía, moría y volvía a vivir, nunca en el mismo cuerpo, aunque ciertamente, siempre como mujer, la historia resumida era simple, tenia que cumplir con mi penitencia, cumplir con mi encargo, solo tenia hasta los 20 años para realizarlo, jamás viví en un cuerpo más que eso. Aunque ciertamente había preferido acabar con mi cuerpo en algunas ocasiones, con la esperanza de no volver a despertar, es más que claro que esto nunca sucedió.
Podía recordar perfectamente todas mis vidas, a excepción de la primera, no tenia muy claro quien había sido mi madre ni mi familia, sus rostros eran totalmente borrosos en mi casi perfecta memoria, había nacido en alguna parte de Irlanda, la mayoría de mi infancia de aquella primera vida solo eran pequeñas imágenes, podía ver un bosque verde lleno de vida, el pasto debajo de mis pies descalzos.
Lo más claro de mis recuerdos eran de mis trece años, vivía en una pequeña chosa, toda mi familia había muerto por una extraña enfermedad, mi madre se dedicaba a dar remedios a enfermos en base a plantas, herbolaria como se le conocería actualmente, por desgracia no había logrado salvar a nuestra pequeña aldea, y mucho menos a su familia y ella misma, extrañamente yo era la única que se había recuperado, tuve que enterrar yo sola a más de 25 personas, incluida mi familia. Los cuales había intentado curar mi madre, y que murieron junto con sus familias, las pocas personas vivas estaban enfermas, así que había tenido que hacer todo por mi cuenta.
La aldea había quedado casi vacía, todos los hombres habían muerto, y además de mí, varios niños estaban huérfanos, en aquel tiempo no existía ninguna ciudad cercana ni mucho menos un gobierno que nos respaldara. Los que sobrevivimos teníamos que aprender a vivir con nuestros propios medios, las mujeres aprendieron a casar, los niños más grandes cuidaban a los pequeños y yo había decidido seguir con lo poco que había aprendido de mi madre, por lo que, sobre todo, a prueba y error, había aprendido a hacer remedios para cambiar por comida.
Unos días después de aquel fatídico suceso, mientras caminaba por el bosque, en busca de algunas plantas para un encargo, escuche algunas voces, me llamaban, mire por todos lados y no podría ver a nadie, me sentía aturdida y mi cuerpo no respondía, comencé a correr con tropiezos, apenas pude abrir la puerta de mi casa caí al suelo, mi cabeza daba vueltas y escucha aquellas voces llamarme una y otra vez. Tal vez perdí la conciencia por días, nunca lo sabre, la poca gente que vivía en la aldea no me visitaban seguido y mi casa era ciertamente la más alejada de todas. Estaba amaneciendo, mi cuerpo estaba completamente entumido, me levante como un pequeño niño que aprende a sostener su cuerpo, me encamine al pequeño arrollo que pasaba a una corta distancia de mi hogar, mire mi reflejo en el agua cristalina, mi rostro se veía demasiado delgado, era obvio la falta de alimento para mi cuerpo, con las manos temblorosas y débiles, recogí un poco de agua y la bebí, pude sentir como recorría desde mi garganta hasta mi estomago vacío, el cual rugía con inmenso rencor, camine hasta una de las pocas casas habitadas, llame a la puerta, abrió la puerta una mujer de cabello oscuro y tes pálida, aunque tenia unas claras marcas de sol en su rostro, tenía que salir a cazar todos los días para poder alimentar a sus dos pequeños hijos, ella no tendría más de 20 años. Le suplique por un poco de comida, se negó de primera instancia, despreciándome, pero antes de cerrar la puerta, la tome de su brazo a punto de rogar, no obstante, un frío inminente se apodero de mi cuerpo y con la más rígida y frívola voz, le exigí que me diera comida, al momento que ella giro me miro a los ojos, su voz se atenuó y casi como un susurro respondió con un Sí, me entrego un pequeño costal, dentro había un pequeño conejo y dos piezas de pan, al ver la bolsa, devolví el costal, no sin antes tomar una pieza de pan. Y corrí a mi casa de nuevo. No entendía que había pasado, y porque incluso después de volver en mí, aquella mujer no me había reclamado nada.
ESTÁS LEYENDO
REENCUENTRO - La Bruja
RomanceRecuerdos acumulados, cansancio, desesperación y angustia, esto y más ha vivido Alana por más tiempo de lo que cualquiera se podría imaginar, con una memoria que no olvida y fuertes resentimiento, ¿Será capaz de ver más allá de ello? ¿Podrá por fin...