Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]

Capítulo XLIX: En cualquier momento se va a romper

La excitación y el placer del momento siempre lograban que la bruja se olvidara de los daños físicos que le provocaban tener sexo con Snape, pero aun así no se arrepentía de ello, ni siquiera cuando lo veía curarle las heridas hechas por él. Su entrepierna se encontraba alterada al haber repetido unas dos veces más, mientras que sus muñecas estaban rojas, después de él haberla atado para sus juegos sexuales.

En cuanto terminó de curar cada una de sus heridas, buscó algo para almorzar ambos en su habitación, dado que Elynne se negaba a volver a su sala común, sin sus amigos allí, le resultaba algo aburrido permanecer en ella haciendo deberes o esperándolos, sin contar que tenía la certeza de que pasaría mucho tiempo antes de volver a estar en los brazos de Severus.

— Me comprometeré con Draco— le dijo de golpe en cuanto el profesor de pociones se deshizo de los platos sucios en los cuales habían comido—. Ya se lo dije a Hunter, me quedé sin más opciones.

— ¿Qué ocurrió con Diggory? —preguntó al halar su brazo para sentarla en su regazo intentando no excitarse de nuevo por la chica desnuda en sus piernas, no estaba tan joven como antes para volver a tener sexo ese día sin que su cuerpo pagara la consecuencias. Había necesitado tomar un par de pociones para no terminar tomando una siesta después de terminar por cuarta vez dentro de la azabache.

— No quiero hablar de eso— aseguró pasando su brazo por su cuello para poder darle un leve beso en los labios.

— Estás herida— la acusó separándola de su rostro al saber lo que intentaba hacer, excitarlo para que dejara en paz el tema—. Te conozco niña, sé cuándo te duele algo, y esta vez no es un dolor que se pueda solucionar con pociones.

— No era suficiente— confesó recostando su cabeza en su pecho—. Él no es suficiente para estar en una relación verdadera, no...

— Tampoco lo dejaste demostrártelo— comentó acariciándole el pelo que caía como torrente por espalda un poco enmarañado y desarreglado por la actividad física, pero aun así la encontraba hermosa.

— ¿Ahora te pones de su parte? —preguntó con apenas un hilo de voz.

— Sabes que siempre estoy de tu parte, y por eso es que no me gusta verte así de rota— le aclaró sin cesar sus caricias—. Si te hace sentir mejor, él lo pasa peor— añadió logrando hacerla reír a medias.