Thea es una chica que ha pasado cada verano en un campamento desde los nueve años, creía que después de terminar la relación a distancia que llevaba con su amor de verano, su vida continuaría normal. Pero el destino le juega una jugada sucia provoca...
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—Ven acá. He conseguido una mesa para nosotras y las demás —dice Megan señalando una mesa de madera donde están sus amigas.
—¿Por qué no nos sentamos con Dereck? —pregunto confundida. Él está solo, sentado en una mesa mientras come de su sándwich de pollo —Somos un equipo ¿no?
Megan niega —Thea, aprende a dividir los momentos de trabajo, de los momentos libres. Que hayamos sido equipo en la actividad de ayer, no significa que tengamos que estar juntos todo el tiempo.
—Iré con él —Megan alza sus cejas con sorpresa al escucharme —Mañana comeré con ustedes, lo prometo —digo con una sonrisa.
Megan no dice nada y simplemente se sienta en la mesa con sus demás amigas.
Con mi bandeja de comida, me dirijo a la mesa donde Dereck está comiendo. Me quedo parada frente a él una vez que llego, y entonces su mirada se alza al sentir mi presencia —¿Tú?
Le ignoro y me siento del otro lado de la mesa, frente a él —¿Vas a beber eso? —pregunto señalando su jugo de naranja. Él niega con una mueca, y entonces lo tomo de su bandeja y lo llevo a la mía.
—¿Qué haces aquí? —pregunta —¿No deberías estar con ellas? —dice señalando la mesa donde están Megan y las demás —No sé... ¿hablando de hombres lobo y esas cosas?
—Te vine a hacer compañía —respondo mientras desenvuelvo mi comida —¿Por qué te sientas solo?
—No me siento solo. Todos me adoran y por eso me dejan una mesa privada para mí solo.
Alzo una ceja —Claro, qué hilarante.
—¿Por qué te sientas conmigo? —pregunta él de repente —Ayer perdimos la actividad por mi culpa y tuvimos que lavar los platos de todos. Deberías estar molesta.
—Sí, lo estoy. Pero somos un equipo, fue culpa de todos.
Hubo un momento de silencio, pero después de unos segundos, sorprendentemente, él sonríe.
Estoy por hablar, cuando de repente, él toma el croissant que estaba en mi bandeja —¡Oye! —exclamo —Me encantan los croissants, y ese es el mío.
Él le da una mordida sin importarle —A mi también. Y tú me quitaste mi jugo, ahora estamos a mano.
Cruzo mis brazos molesta —Pero es diferente, a ti no te gusta el jugo de naranja.
