Aquí y ahora. 1

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El reproductor de música sonaba a un volumen considerable en el centro del acogedor salón, sobre la mesa de madera de patas delgadas.

México miraba la mesa, le parecía que en cualquier momento se desplomaría dado a lo delgados que eran sus puntos de soporte, sin embargo le gustaba, pues quedaba bastante bien en la sala.

Él no hubiese arreglado todo de esa manera, pues él habría agregado un poco más de color, dado a que todo se veía algo frío. Pero aún así le gustaba aquella elección, porque sabía que definitivamente tenía el toque del ruso.

Miró unos segundos a su compañero, el cuál se encontraba sentado en el mismo sofá que él. El ruso simplemente miraba al reproductor de forma fija, escuchando la letra y repitiendola mentalmente.

Nunca había escuchado aquellas canciones, pues México las había puesto, y eran precisamente ordinarias de su país.

Le parecían interesantes; sonaban viejas dado a la calidad del sonido. La voz que cantaba la canción era grave pero melodiosa.

La guitarra y el violín eran los instrumentos que más se hacían notar.

-¿Te gusta Pedro Infante?- preguntó el Mexicano con una sonrisa, para romper el silencio que había estado ahí por unos minutos.

Rusia miró su sonrisa, radiante, y asintió lentamente.

Guardaría aquella sonrisa que tanto le gustaba, porque aunque le pertenecía al Mexicano, ahora también le pertenecía al ruso que había decidido recordarla por siempre.

Rusia entendía algunas cosas de la canción, sin embargo, la rapidez de éste le hacía perderse un poco.

"Deja que salga la Luna... Deja que las estrellitas me llenen de inspiración... Yo sé que no hay en el mundo amor como el que me das... "

A Rusia le gustaba entender por lo menos en momentos cortos lo delicada que era la letra de la canción, y sobre todo, le gustaba entender al Mexicano en esos momentos.

En momentos como ésos, podía entender de una mejor manera la cultura de México.

No sabía qué decir con respecto a la canción; sí, había pensado demasiadas cosas, había analizado a fondo y había tratado de entender la letra, sin embargo las palabras simplemente no le salían.

En todas sus pláticas con el mexicano, siempre era precisamente el del Águila el que empezaba la conversación y la terminaba.

A México le gustaba mucho hablar, y a Rusia le gustaba escucharle, pero cuando no había ningún tema de conversación el ambiente se volvía incómodo.

Los dos en silencio, simplemente escuchando la respiración del otro.

Justo ahora, el mexicano se sentía así; incómodo ante la silenciosa presencia del ruso.

No sabía qué más podrían hacer después de que la canción acabara.

No hacía mucho que habían empezado a coincidir. Primero, había sido una pequeña casualidad. Después, una cuestión de trabajo. Y las últimas veces, incluida ésta, habían sido invitaciones a intentar conocerse.

México tuvo una idea para conocer mejor a su compañero, y no dudó en comentarla.

–¿Qué tal si jugamos un juego de preguntas? Algo estilo verdad o reto, pero para conocernos mejor, ¿te parece bien?– preguntó, animado.

El ruso asintió nuevamente.

–Empieza tú. – dijo, con su leve acento ruso.

México pensó un poco, y hizo la primera pregunta.

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⏰ Última actualización: Aug 19, 2023 ⏰

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