Capítulo 2

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— Seduciendo a la muerte —

*Capítulo narrado en principió por ojos grises (es un chico cual todavía no sabemos el nombre)

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*Capítulo narrado en principió por ojos grises (es un chico cual todavía no sabemos el nombre)

Ojos grises

La noche era mi momento favorito del día. El silencio y la oscuridad, se habían vuelto algo imprecindible para mí. Muchos temen del silencio porque los hace sentir solos, pero qué mejor que una noche solitaria escuchando el sonido de los árboles o de los pájaros volar tan libremente. Porque temerle a la oscuridad si es donde podemos ver las cosas mas hermosas con claridad como; las estrellas, la luna, e incluso las personas.
Cuando su oscuridad aparece en ellos se sienten atormentados, pero lo que no logran ver es que su parte más verdadera es la que ha salido a la luz. Tal como; sus temores, sus demonios, su oscuridad y todo aquello que tratan de ocultar a simple vista.

¿Porque que temerle a algo que formas parte?

Estamos hechos de luz y oscuridad, de sol y tinieblas, pero sólo uno de esas se hace parte de nuestra verdadera identidad.

Acaso...

¿tú eres luz u oscuridad?

Mientras caminaba por el bosque acompañado de mi fiel amigo, el tabaco; oí por lo lejos unos fuertes sollozos y pasos ligeros que venían de la calle 46. En donde curiosamente había un gran puente que por debajo pasaba uno de los más grandes lagos del pueblo.

Corrí hacia allí y no me detuve al notar a un persona subida en lo alto del puente. Ella se veía tan frágil y vulnerable que eso me hizo sentir de alguna manera...¿reconfortante?

Si, soy un retorcido amante del sufrimiento ajeno.

Me acerqué sin molestias hacia ella.

−¿Qué crees que haces? −la miré de arriba abajo.

Demasiado bonita para estar tan rota.

La extraña se dio cuenta de mi presencia pero no se molestó en mirarme. Aunque yo sí podía verla, su expresión era fria y distante. Pero sus ojos cargaban con cierta belleza verdosa, algo ardiante y salvaje oculto debajo de ese iris brillante.

Ella era un luz consumida por oscuridad. Esa oscuridad que personas como yo cargaban, de esa oscuridad maliciosa y adictiva.

Esa misma que te consume y te lleva a cometer locuras. Tal y como la muerte.

La castaña supiró con la voz quebrantada.

−Sólo... vete, por favor −mis oídos deleitaron su voz suave y dulce.

Sin pensarlo, subí encontrandome a su lado.

Mire hacia abajo. Estabamos más alto de lo pensado.

Wonderf  © (sin editar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora