La calidez de tu sonrisa.

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Aún recuerdo mi infancia con cariño, con serenidad. Un paisaje donde todo fluía como una cálida brisa de verano, como si esta acariciara mi nariz de forma constante, y a su vez tan brevemente.

Aún recuerdo estar tumbado en aquel césped, escuchando el sonido del arroyo, el canto de los pájaros y a otros niños que jugaban. Todo tan pacífico. Cuando repentinamente aunque ya fuera costumbre aparecían para llevarme de vuelta y me reprendían por andar holgazaneando.

Y ahora pienso, cuan feliz era. En ese lugar alejado de tantas cosas.

Pero como toda historia, nada se mantiene estático, todo avanza, ya sean las manillas de un reloj o las letras, que poco a poco van convirtiéndose en algo más.

Por ello adelantemos un poco, y juguemos con las pocas herramientas de las que disponemos.

*Día 1*

¿Qué ocurrió? Mmm. ¿Cómo expresarlo? Ni yo mismo se. Lo único que recuerdo es que ante mí se presentó alguien, y que sin mucha explicación me llevó con él. Recuerdo bien que no paré de mirar a mi familia. Que sus miradas eran tristes y que mi corazón no sentía nada al ver aquello, ni siquiera cuando miré a mi madre, quién me miró con unos ojos solitarios. Como si en sus pupilas ya no residiera la vida que una vez hubo.

Me giré y marché con aquella persona, no sin voltear una vez más para encontrarme con los ojos de mi madre, pero ella seguía igual. Tan solo me pareció que gesticulaba algunas palabras que no llegué a escuchar.

Ahora que lo pienso y recapacito sigo sin entender aquello, aunque para alguien como yo, quizás fuera lo mejor por aquel entonces.

Aquella noche dormimos a la intemperie. Con el cielo estrellado como techo, y los sonidos de las cigarras y grillos como nana.

*Día 3*

Llegamos a un pueblo. Nunca había dejado mi lugar de origen por lo que todo era nuevo pero había que concentrarse.

Teníamos que buscar posada y algunas cosas para el viaje que nos aguardaba. En cierto momento, me separé de esa persona, y me topé con una niña extraña y su perro.

El animal por alguna razón se me acercó y empezó a gruñir, lo que me sorprendió. Sin embargo, la niña que estaba con el, enseguida le acarició la cabeza y este paró.

-Puedes tocarlo, no morderá.- dijo con un tono amable. Me lo pensé un poco, y cuando me dispuse a hacerlo...

-¡Detente!- El grito de esa persona me hizo retroceder. Sonaba muy enfadado, pero más que eso su cara reflejaba miedo. No lo entendía.

Cuando volví a girarme hacia la pequeña, ya no estaba. Ni ella ni el animal. Desconcertado, me disponía a ir tras ellos pero él me paró en seco con unas simples pero firmes palabras.

-Jamás te separes de mi sombra.- Todavía sin entender aquello, le seguí. Como si mi cuerpo no pudiera hacer otra cosa que no fuera obedecerle.

Pasamos la noche y nos marchamos, no sin antes notar que las miradas de los pueblerinos nos apuntaran como si intentaran matarnos. Aun lo recuerdo como si fuera ayer. Todos esos ojos mirándonos con desprecio, y sin vida como si hubieran perdido algo importante.

*Día 10*

Últimamente hablábamos poco. Los días anteriores no habíamos tenido suerte y no se nos permitía entrar en ningún pueblo, por lo que los alimentos escaseaban. Sumado al hecho de que no teníamos lugar alguno donde descansar.

Optamos finalmente por la caza y la pesca, además de recoger frutas y hierbas. Esto nos dio para poder seguir. Aunque ni siquiera supiera hacia donde nos dirigíamos.

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