Capítulo 1: Blanco

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Sientes el aire golpear tu rostro, el frio intenso que se cuela por tus huesos, haciendo temblar tu cuerpo, congelando la punta de tus dedos y la vertiginosa sensación de pánico en el estómago; eso te gusta, ¿Cómo no te gustaría la sensación de estar a punto de morir? Miras hacia abajo, balanceando tu cuerpo de lado a lado, es realmente divertido jugar con la muerte de vez en cuando, un paso más y te estrellas contra el pavimento ¿Tan mala sería la caída?, tal vez sea solo un dulce beso de la muerte.

Cierras los ojos, estás a punto de dejarte caer, de ser libre de tus demonios. Algo te distrae, ¡tic! ¡tac! ¡tic! ¡tac!, tu reloj. Impaciente, palpitante, siempre arruinando los momentos más felices. Lo ves detenidamente, ¿Cómo puede sonar tan alto, con el viento rugiendo y tu corazón acelerado?; el reloj marca la una, admiras cómo las manecillas se mueven perezosamente hasta marcar las dos y súbitamente, se detienen; ¿Cuánto llevas aquí arriba?, eso no lo sabes; pero el vértigo hace que se vuelvan eternos los minutos, gozas el pánico de tu cuerpo y el miedo disgustante por caer se desvanece cada vez más.

Miras tus pies en busca de algo más que te entretenga. Zapatos blancos, llenos de lodo, sobre la implacable pintura blanca de la cornisa. Blanco, todo a tu alrededor es blanco; si este es un lugar para atender a gente como tú, ¿No los volverá locos el blanco?, quizá no tanto, un blanco puede teñirse de otros colores, tal vez un azul, no, muy anticuado; ¿Rosa?, demasiado cargado, ¿Rojo?, sí, rojo, un lindo cuarto lleno de gotas rojas, salpicaduras rojas, algo que le diera vida o quizás muerte a esta cornisa; solo sería un pequeño toque siniestro.

Sonreíste al imaginar todo a tu alrededor bañado de sangre, así como lo están tus manos; te detuviste al ver tus manos, recordaste la última vez que estrellaste el cráneo de alguien contra la pared que está a tu derecha. Reíste, reíste como hace un buen tiempo no lo hacías, nunca las paredes se habían visto mejor, ¿No es así?, bañadas de rojo.

El reloj volvió a andar, ¡tic! ¡tac! ¡tic! ¡tac! Rojo ¿Cuándo fue la última vez que mataste?; hace años, quizá más de veinte. No recuerdas exactamente cuándo, ¿en navidad?, no, ya habías matado al gato para aquel entonces; ¿En tu cumpleaños?, tampoco, ese no lo mataste tú; ¿O sí? Te tocaste la cabeza con frustración, ¿Cuándo fue la primera vez?; tu hermana, pero, a ella no la mataste, no, claro que no; aunque te hubiera gustado hacerlo, corrió con suerte ese día, tú no sabías apuntar, se te escapó por centímetros solo huyó de tus garras por unos años.

Así comenzó todo; encontraste el revólver y le disparaste. El mundo se volvió un caos a tu alrededor, solo fue un disparo, ¡por favor! Cuando los ojos de tu madre se encontraron con los tuyos, supiste que si ella no veía arrepentimiento en ti, algo te iba a pasar, algo que en ese entonces no veías; pero ahora sí, lo ves en aquel cuarto blanco, con tu ropa blanca.

Bajas la vista una vez más a tus pies, te inclinas un poco sin miedo de caerte al vacío; viste algo en la orilla de tus zapatos, ¿será un hilo?, podría serlo, pero es más delgado; sonríes al reconocerlo. Un cabello, ¡uhhh!, tiene un poco de sangre a su alrededor, ¡vaya, sí que te gustaban esos zapatos! pero se ven mejor así, con el cabello ensangrentado.

¿Qué sigue después de tu hermana?, el gato, no, aún no; ¿La fiesta? sí, probablemente todo comenzó en la fiesta. ¿Habrás sido tú?, esperas que no. ¿Cómo no recuerdas la primera vez que asesinaste?, al menos, directamente. Frunciste el ceño y te frotaste los labios con ansiedad, si no fuiste tú, ¿Quién fue?, tu madre era demasiado buena para hacerlo y tu hermana ya estaba muerta tu padre, ¡claro!, fue justo él, ¿Qué pasó?... ¡las escaleras¡, no, esa fue tu abuela; rodó y rodó hasta romperse el cuello. El problema comenzó, cuando tu padre te vio, te lo haría pagar, eso lo supiste cuando te sonrió, mostrando la misma oscuridad que tú; pero más densa, viscosa y cruel. Cada cosa que te descubrió haciendo, te la hacía pagar. Tocaste la cicatriz en tu brazo, ese atizador dolió como la mierda, aún recuerdas cómo quemaba, como tu garganta se desgarraba cada vez que gritabas, implorando piedad. Tenías miedo y te dolía el alma, pero ya no te duele nada, ya no más.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2021 ⏰

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