Capítulo 67: Caída

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Capítulo 67 parte 2:

Brillosos ojos, filosas garras, ira, miedo, lágrimas, Scott, lobos, Illazki, bosque, Mason, dolor, sangre, gritos, fuego, recuerdos, muerte.

— ¡Aidan! — me había quedado varada repitiendo todas esas palabras, constantemente.

Los lobos hicieron su movimiento, yo no.

Mi soldado guardián se transformó poniéndose enfrente alejando a un licántropo antes de que llegara por mí. Fue mi señal.

Corrí por ti, por todos, mis piernas ardiendo y mi cuerpo rogando por un descanso, no girándome, no viendo hacia atrás.

Vi ligeramente al lobo corriendo a mi derecha, abriendo su hocico intentando morderme, me detuve, estiré mis manos en un acto de reflejo justo hacia su hocico, evitando que me atacara.

Con la fuerza que me quedaba, lo sostuve como un bozal, él estaba agitado y se removía con la misma fuerza en la que lo detenía, pero no iba a ceder, ni él ni yo.

Al saber esto comenzó a avanzar hacia la orilla del acantilado, me haría caer, pero con la poca fuerza que contaban no lo permitiría.

Apreté mis dientes y junté toda mi fuerza en mis piernas, y di un paso al frente, lucha de fuerzas algo que yo carecía.

Así permanecimos, el licántropo arrastrándome cada vez a la orilla, el sudor en mi cuerpo, las lágrimas de dolor, mis pies aferrándose a la tierra del lugar.

No dejaría de luchar, pero mi final parecía estar cerca.

Miré sobre mis hombros y después al licántropo, en un segundo lo solté, quitándome de su camino, cayendo el suelo del bosque.

Él no lo previó y salió corriendo hacia el abismo.

Cuando se dio cuanta ya era tarde, se intentó aferrarse a lo que fuera, sin embargo, ya no había vuelta atrás, un chillido fue lo último que se escuchó antes de que cayera totalmente al rio.

Estaba agitada, mis manos enterrándose en la tierra, mi cuerpo seguía temblando pero no podía permitir rendirme, no cuando sabía que había gente que luchaba por mí y por supuesto, porque sabía que esto solo era el comienzo.

Miré a la oscuridad y la peligrosidad de la orilla, lo había matado, lo había hecho, lo supe en cuanto el aullido de un solitario se escuchó cerca, un grito de dolor.

Había perdido a su Compañero, yo se lo arrebaté.

Vi la potencia en los pasos de su Compañero, la furia en cada pisada.

Reuní todo el esfuerzo que pude para ponerme de pie, lo esperaría con calma.

Antes de sentir el impacto Mason llegó derribándolo, protegiéndome.

—Mason— musité con expresión de dolor, vi las heridas en su pelaje gris, pero se mantenía peleando.

«¡Corre!»

Cada vez sentía que mis pies tropezaban con cualquier piedrecilla, pero no podía hacer que cada esfuerzo por el chico de ojos negros se redujera en nada.

Había corrido alrededor de cinco minutos hacia la derecha como yo lo había sugerido, un lobo me esperaba cerca del puente, me detuve.

—No, no, ¡no!— susurré, si daba vuelta me esperaría la otra horda de lobos, así que la única opción que quedaba era internarme en el bosque, sería más difícil para él seguirme ahí si es que alcanzaba hacerlo.

El lobo gruñó y yo corrí hacia el bosque, pero estaban lenta, el me alcanzó, sentí sus filosos dientes en mi hombro desgarrando parte del mismo, y a su vez me arrojó de nuevo hacia la orilla del acantilado.

Mi Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora