Capítulo 3.

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Él y su madre se encontraban sentados en una mesa de la cafetería, mientras que su padre ordenaba dos tazas de café y una jarra de chocolate caliente para Lou, además de dos galletas rellenas de dulce de leche y tres croissants salados.

Había sido un muy buen día hoy. La escuela transcurrió de maravilla, fue todo muy divertido. Cuando su madre llegó a recogerlo a la hora de salida, Louis quería quedarse para seguir jugando, y la maestra tuvo que darle sus dibujos incompletos para que terminara de colorearlos en su casa.

La vida de Louis era hasta entonces una de aquellas que aparecen en las películas, esas en donde sus padres nunca tienen problemas y su hijo es su principal motor. Donde el niño siempre estaba alegre y era también bastante malcriado e insolente gracias al consentimiento excesivo de todos sus deseos.

Su vida se basaba en la guardería, la escuela, los helados, los paseos con sus padres y sus malacostumbrados hábitos de condescenderle todo.

Su visión de vida de arcoíris se veía reforzada con cada día que pasaba, y eso no le molestaba, no era gran problema tenerlo todo en la palma de su mano.

La relación con sus compañeros de la escuela era bastante buena, tenía amigos y eso era más que suficiente.

Louis comía tranquilo y se bebía su chocolate caliente mientras sus padres conversaban de cosas que a él le parecían aburridas.

Pensaba en cómo iba a colorear aquellos dibujos que no terminó en su clase. ¿Pintaría el caballo de color rosa o turquesa? Ambos colores le parecían bellísimos.

✥✥✥

Cuando Louis cumplió sus siete años, sus padres le realizaron una fiesta sorpresa, estaba muy emocionado. Todos sus amigos y compañeros de la escuela estaban allí, incluso había niños que no conocía.

Lou comía, y jugaba, y volvía a comer para seguir jugando. Estaba siendo probablemente el mejor de sus días. Sin contar las vacaciones que tuvo en Francia el año pasado, ni las de Brasil, hace unos meses.

Vio a unos chicos que estaban conversando por ahí en un grupito y cuando se acercaba se percató de que estaban hablando acerca de él y de su fiesta. Decidió quedarse un poco atrás para escuchar que tanto conversaban.

"Ni quería venir realmente. Mi mamá me obligó",

"Yo solo vine, porque escuché que la torta era inmensa ¡y de chocolate!"

"Sí, a nadie le importa Lou. Es algo... pesado."

"Siempre hablando de sus cosas. ¿Por qué no se va ya del colegio?"

No lo podía creer, ¡Eran sus amigos! ¿Realmente pensarían eso de él?

Estuvo un poco decaído el resto del día, cuando su madre le preguntaba, él respondía que le dolía el estómago, que seguramente algo le había caído mal.

Y por supuesto que esa no era la razón, realmente le había afectado escuchar aquello.

Y así Louis descubrió una de las primeras lecciones en su vida. No puedes confiar al cien por ciento en alguien. Nunca terminas de conocer a las personas. Te sonríen para que te voltees, y cuando te volteas te entierran la navaja.

Y para cuando era de noche, Louis se fue a acostar con lágrimas llenando sus pequeños ojos azulados. Rogando para que su madre no lo escuchara y fuera a preguntarle qué le pasaba, había fingido todo el día lo más que pudo y estaba cansado. No estaba acostumbrado a sentirse así, él siempre había sido querido por todos... ¿O tal vez no?

Sin embargo, minutosdespués sus ojos cayeron sumisos al sueño y así su cuerpo completo.

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