Prólogo

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Siempre era la misma sensación cuando terminaba una misión, toda la adrenalina que desbordaba mi cuerpo, sucumbía cuando llegaba a la ciudad celestial.

Iba a lado de Mateo, Calipso y James, mis compañeros de división. El gran Supremo Líder me dejo integrarme a su división cuando tenía 15.

Norte siempre veía por el futuro de la ciudad celestial así que preparaba a su hijo. Mateo no era un buscador o un arcángel de los 24, pues era mitad humano y mitad arcángel.

Así que comenzó a mandarlo a misiones para que aprendiera de los tres mundos. Tanto la ciudad celestial, la tierra y Athikus.

En cuanto James y Calipso, supieron de estas misiones, ambos hermanos quisieron entrar, Norte no dudó en aceptarlos.

La última en entrar fui yo, Romina Decanini, todo porque escuché una conversación que no debía entre mis papás y abuelos. Bueno, tatarabuelos. Cuando estamos solos si les digo abuelos, frente a todos son Adriel y Rowina.

Trataba de encontrar mi realidad en la ciudad celestial, ya que es muy difícil para mi estar sin mi familia.  Por suerte tenía a mi división, que eran como mi nueva familia.

—Minita — ya había terminado el entrenamiento y ahí estaban James, Calipso y Mateo con una sonrisa cómplice.

—¿Qué pasa?—  les pregunte terminando de tomar agua, ellos me sonreían.  Mateo y Calipso se quedaron conmigo, mientras James salía del cuarto de entrenamiento.

—Te traemos un regalo — hablo Mateo— sabemos que para ti es difícil estar sin tu familia. Así que te traemos un regalito—en eso llego James traía un perrito pequeño en sus manos, parecía recién nacido.

—Creímos que este tipo de compañía te iba a ayudar — siguió hablando Calipso y yo solo veía al pequeño perrito, traía un pequeño listón rosita pastel en su cuellito.

—Esta bien preciosa —la tome en mis brazos. Era cafecita clara, con grandes orejitas que resaltaba.

—Mis papás humanos tenían una perrita que tuvo cachorritos, es un Cocker Spaniel y tiene un mes de vida, es hembra — me explico James y yo estaba emocionada.

—Creí que estaba contra las reglas — explique enternecida teniendo a la perrita chiquita en mis brazos.

—Ya me encargué de mi padre, solo preocúpate por ponerle nombre a la perrita—me guiño el ojo Matty.

—Se llamará Ariel— emocionada sonreí cuando la perrita se acomodo en mis brazos.

Déjame volar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora