El final del amor

1.2K 49 22
                                    

Todo comenzó por esa infantil manía mía de hacer listas.
Por haber puesto su nombre en ella.
Por perder tan preciado y avergonzante trozo de papel.

Cada momento a su lado era bueno. Incluso cuando me decía "nena" y yo me molestaba. Aunque a veces se comportara como idiota. No importaba, porque lo quería, y eso lo hacía "mi idiota".

Por todas las cosas que tuvimos que pasar para estar juntos, merecíamos algo mejor.
Pero así sucedieron las cosas, y recién ahora lo puedo asumir.

- Hola -dije mirando hacia abajo y luego dándole un frágil abrazo.

- Oye, ¿estás bien? -dijo James despegándose un poco para mirarme.

Como lo odiaba, desde que eramos ninos con solo escuchar mi voz él sabía cómo me sentía.
Estando juntos, parecía que todo seguía igual.
Asentí con la cabeza, pero no lo creyó.

- ¿Qué te pasa kenzie? -dijo alzando las cejas- deberíamos estar recuperando el tiempo.

- James, no puedo quedarme.

- Pero sigue siendo una visita aunque sean un par de horas. -dijo, mientras tomaba con sus dos manos mi rostro para acariciarlo y posaba sus tibios labios sobre mi frente. El beso fue tan imperceptible que desee que su boca permaneciera allí al menos medio día más.

- Te eche de menos nena -alcanzó a susurrar.
Y sentí un fuerte dolor apuñalar mi pecho.
Ese simple gesto tenía el poder de desarmarme.
Respire lento y profundo, ignorando el hecho de que mi corazón daba saltos de alegría por los brazos que me rodeaban.

Recordaba cada cosa que dio motivo de esta visita. No podía dejar que todo quedará así.

●●●

El verano había pasado, y de todos los que recordaba hasta el momento, era el que más había disfrutado.
De esta manera, más pronto de lo que fui consciente, comencé la Facultad.

Ya no podía llevar la vida como lo venía haciendo, y pese a tener todo planeado, daba un poco de vértigo, a la vez que mucha emoción.

Tuve que mudarme a un departamento a unos 705km de distancia de donde vivía, y a media hora de la Sede de la Facultad. Comprar libros y apuntar horarios. Organizar dias de llamadas para mamá y Les, y también para James.

Despedirme ya había sido toda una revolución. Pero lo supimos desde el principio.

Por suerte, encontré trabajo a la semana de haberme mudado. A un par de cuadras del departamento que alquilaba, en un pequeño café muy concurrido, y aunque el sueldo no era demasiado, era suficiente para mantenerme. No me podia quejar.

Les no me extrañaba lo suficiente como para llamar, si quiera para saber si seguía viva, ya que estaba muy distraída con un compañero suyo del cual no recordaba el nombre. A mamá no podía culparla, ya que lidiar con Les nunca fue tarea fácil, mas el trabajo, y la casa. Definitivamente parte de la atención que merecía era robada, pero me conformaba con que llamara al menos una vez a la semana, cosa que hizo con el correr de los días.

La facultad absorbía gran parte de mi tiempo y mi energía, ya que con la mudanza había perdido un par de clases de las cuales tendría que pedir apuntes. Y a eso, se sumaban "las tardes de café". Como me gustaba llamar a mi trabajo. El día era extenuante, pero siempre estaba James esperándome, para charlar conmigo, hasta quedarnos dormidos, juntos.

En cada llamado, me contaba que había sido de sus horas, cuanto me echaba de menos y que deseaba que pudiéramos vernos, las ansías de obtener algún trabajo que le gustara, o que algunas mañanas veía a Leslie saludarlo con indiferencia y con algún nuevo raspón, que era más que seguro que se lo hizo por andar distraída en el monopatín que le dejo Mason.
Alguna vez dijo alegrarse por su hermano y por Melanie que habían avanzado mucho en su relación -por cierto, más de lo que él sabía.

Yo por mi parte, no podía evitar hablarle de la facultad, y de "las tardes de café", que amaba lo que estudiaba, pese a que me costara a veces.
Libros nuevos que descubría, profesores de todo tipo, compañeros interesantes y amigos, amigos con los que tanto para estudiar o salir entre semana eran increíbles.

El primer fin de semana, con el ajetreo de haberme mudado, no podía volver a visitar. Esa semana James apareció de sorpresa a la salida de mi facultad, para llevarme a casa como en los viejos tiempos. Pero sería la última vez, y la única vez, porque había venido a contarme que su hermano le ofreció trabajo formalmente, realizando importantes viajes para promocionar la empresa. Un trabajo sencillo de realizar, con viajes y fiestas cada día, pero que demandaban mucho tiempo.
Difícil de rechazar en definidas cuentas.

Así el tiempo fue transcurriendo lentamente.

Hacía ya demasiados meses que manteníamos esta relación a distancia y aunque cada reencuentro era lindo, cada vez costaba más estar separados. Cuando los estudios se fueron intensificaron, no tenía suficiente tiempo como para visitarlos todas las semanas. Con suerte dos o tres veces en el mes, de las cuales no siempre James estaba en la ciudad.
Ya no había llamadas cada noche como al principio. En lugar de eso, disminuyeron a dos por semana, y un par de mensajes sueltos.

Nos seguíamos queriendo igual o más que cuando empezamos nuestra relación, pero no era fácil sentirnos ajenos algunos días, estábamos frustrados de que no fuese como lo planeamos, no podíamos ocultar eso.
En más de una llamada terminábamos discutiendo. Por sus celos. Celos infundados por mi compañero de trabajo. Mi amigo. Una persona buena y divertida, pero sobre todo, que era capaz de hacerme sentir mejor y olvidar por unos momentos que tan sola estaba, que tanto podía doler este amor, así de esta manera. Echaba de menos todo lo que estaba en mi anterior ciudad, mi familia y amigos. A James. Y por eso lloraba algunas noches, con un sabor amargo de indecisión, hasta que rendida caía dormida.

Si algo había aprendido de mi mamá, es que pese a que el mundo se caiga encima de vos, hay que seguir adelante, como mejor se pueda.

Simplemente no podía dejarme vencer. No podía abandonar mis sueños. No podía renunciar a mi presente. Y sabía que lo que más me ataba al pasado, era James.

Dejarlo fue la decisión más difícil, pero a la vez más madura. Tome de mi tiempo, cuanto necesite, para pensarlo.
Un mes. Un mes y una decisión final.

Lo intente. Puse el mayor de los empeños en que funcionara, pero como alguna vez le dije a Mason cuando supe que se iba a vivir a Europa, las relaciones a distancia nunca funcionan.
Esta relación no funcionaba, no así. Y me estaba consumiendo por dentro.
Por eso esta visita, esta última visita.

Y yo, acá, en silencio, mientras James busca en mis ojos una respuesta, en lo que son los minutos más eternos, de tristeza y desesperación. - Pero me aprieto fuerte a sus brazos. Porque verlo directamente me daña más de lo que imaginaba. Y sé que soy una idiota, porque abandonarlo rompe mi propio corazón, pero no hay marcha atrás.

- James -dije, a la vez que me apartaba unos cuantos centímetros para ver su cara. Sus ojos se veían cansados, pero seguían teniendo un brillo intenso muy hermoso. -no vine a quedarme.

- Lo sé. Siento todo lo que paso en estas últimas semanas kenzie -susurro arrugando la nariz- supuse por tu ausencia del último mes, que necesitabas espacio. No quería molestarte. Incluso yo necesite un tiempo para aclararme.

- James -dios, su nombre era lo único que podía pronunciar.

Tomo un mechón de mi pelo entre sus dedos y suspiro fuertemente - ¿Se terminó todo, verdad?

Asentí suavemente. Pero no pude reprimir ni un segundo demás la angustia que sentía y mis lágrimas salieron libres una tras otra.
James me sostuvo en un abrazo protector, sintiendo también mi dolor.

En mi interior sólo podía susurrarme que era lo correcto.
Pero la única palabra que estuvo en mi mente en todo momento era "perdón".
Perdón James.

One shot Mi Plan DDonde viven las historias. Descúbrelo ahora