He de decir, completamente deslumbrado, que hoy mismo el restaurant brilla como nunca en su máximo esplendor.
Sus luces, sus velas, sus aromas, sus brisas. Todo encaja a la perfección para aquellos enamorados que han de venir hasta las afueras de la ciudad solo para comer la magnífica comida y deleitarse de las serenatas tan apacigüantes de los músicos. Las luces de las luciérnagas brillan con una inmensidad hermosa, tan magnífica que me hacen creer que en vez de estar viendo bichos, puedo tener la misma galaxia entera frente a mis ojos y no darme cuenta.
"Les tournesols" es, sin duda, uno de los mejores restaurantes de Brasil y puedo decir orgullosamente que soy uno de sus afortunados empleados, (más que a nada por la buena paga y el horario corto) pero sacando eso de lado, lo lujoso y la vista del lugar daban respuesta a su buena fama y la buena ubicación.
Hoy deslumbra con sus focos amarillos, su pista debajo de la luna, y la elegancia enmarcada en cada esquina y cada vela sobre cada una de las mesas. Ayer brillaba por su temática ochentera, con una disco llena de luces y resplandores, los meseros ( incluyendome) en patines y pelucas de diferentes colores y los clientes vestidos como se hacía hace diez años atrás.
Ser mesero en esta clase de restaurantes, es agotador, constantemente me encuentro de aquí para allá, corriendo para entregar cada pedido a cada cliente satisfecho al ver llegar su comida tan velozmente, tan solo verlos así me alegra el día.
Como todos los días, y como ya es costumbre para mí, voy de la cocina hacia las mesas, piden el mismo plato estrella de todos los días, de las mesas a la cocina y de la cocina al garaje, para ver si nuestro ingrediente estrella alcanza para dos platos más. Si alcanza, pido las órdenes y sigo mi recorrido entre mesa y cocina con el resto de mesas, y si por casualidad del destino, no llegan a completarse las ordenes pedidas, me veo en la obligación de salir en búsqueda de ingredientes, y aunque odie hacerlo, es parte de mi trabajo.
Camino hacia fuera, mis pasos se escuchan nítidos, solitarios, oscuros en la noche, voy hasta el aparcamiento del establecimiento a paso rápido y me acerco a mi auto, antes de llegar hasta el, observó y me doy cuenta que le hace falta una buena lavada para quitar las manchas, ahora no le doy importancia y abro el maletero y de dentro saco la materia prima de los exquisitos platos típicos de la localidad, tomó la bolsa negra de residuos negra y cierro el maletero, la sangre de la carne chorrea y se escurre de la bolsa, es asqueroso, pero es parte de mi trabajo.
Me vuelvo hacia el local y una vez en la cocina, meto wl contenido de la bolsa en una holla con agua hirviendo para limpiar cualquier suciedad que tenga la carne, casi siempre cualquier impureza que tenga esta, flota hacia arriba y se saca muy fácil del agua, como pasto o el concreto de la carretera. Las viceras también flotan hacia arriba, pero esas las saco y las congelo para platos más elaborados, platos en los que el comenzar ni las notara, y menos que menos, las marcas de neumáticos sobre estas, parecía complicado, pero no estaba ni cerca de serlo.
Me dirijo hacia las mesas con los platos en mano y de nuevo veo las sonrisas perfectas de las personas, mis compañeros llevan sus platos a la vez que yo y veo como sonríen al entregar sus pedidos con una elegancia inmaculable, y claro, con la elegancia y lo espectacular de este pueblo, como no pedir menos.
Sin duda, "Les tournesosls" era el trabajo de mis sueños, sueño con trabajar aquí hasta el resto de mis días, y contemplar los girasoles de los que estaba rodeado el local con amplia gratitud y grandeza.
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