~ Único Capítulo ~

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Se encontraba recargado sobre la pared, viendo la habitación en la que dormía su otra mitad, con la única iluminación de unas luces decorativas de los tres colores primarios: amarillo, azul y rojo, los últimos dos predominando en el lugar, dando un hermoso color morado. Su color favorito.

Sentía todo el dolor de años concentrando en su pecho mientras pensaba en como dió todo por proteger a la persona que ahora tomaba pastillas para evitar su presencia. Y aún así no lo odiaba.

¿Por qué no lo podía hacer?

Le dolía ver el desprecio con el que hablaban sobre él los dos chicos por los que peleó, por el chico que ahora era feliz mientras él era atormentado por cada sombra del lugar.

¿Es que no sabían que aunque no pudieran verlo ni oírlo siempre estaba presente?

No podía creer, ni tampoco quería, que aquellas personas que fueron las únicas que amó le dieran la espalda como si de un perro se tratase.

Ahora se sentía como uno, tirado contra una pared, viendo la puerta de su dueño esperando que se apiade de él y le permitiera entrar para dormir juntos, pero era simplemente imposible por el hecho de que no querían verlos en ese momento.

Aún así un perro tendría más oportunidad que él, y eso lastimaba su orgullo. El día de la explosión de la iglesia lo confesó, no quería morir como un perro abandonado, solo y triste, pero en eso se convirtió luego de sobrevivir, ahora sólo le quedaba mendigar un poco de amor aún sabiendo que sería imposible tenerlo.

Tal vez era lo mejor para todos, siempre se lo dijeron, o más bien a Gustabo pero él cargaba con el peso de esas palabras, era un inútil y nadie confiaba en él, no lo querían y simplemente le llamaban  cuando necesitaban algo. Tal vez tenían razón y no merecía vivir, incluso siendo una simple personalidad de un cuerpo que ni siquiera era propio. Se preguntaba si otra persona lo hubiera hecho mejor, antes diría que no muy rápidamente pero ahora dudaba. Dudaba demasiado.

Las veces que peleó con otras personas, que tomaba el lugar de Gustabo cuando gente mala se iban a aprovechar de él, las palizas que recibió porque Gus se metía donde no debía.

El día en el que vio morir a su mamá y su hermana, mismo en el que su "padre" no se dió ni cuenta de que no estaba muerto. Día en el que nació.

Habían tantos momentos por los que pasó, que agrandaba su idea de proteger y hacer feliz a Gustabo que no entendía qué había hecho mal.

Él también quería ser feliz.

Luego de años sólo viendo por los mismos dos chicos, conoció a personas que le agradaron, que compartían una historia trágica y desamparada hasta que se encontraron entre sí. Que eran esa luz en su abundante oscuridad de falsedad y tristeza.

Ahora no quedaba nada de ellos más que el nombre en sus lápidas.

Le dieron su felicidad tan rápido como se la sacaron y todavía no había reaccionado al golpe. Con Gustabo medicado estaba cada vez más débil y sentía como día tras días sus músculos dolían, su cabeza palpitaba y su corazón pulsaba dolorosamente. Muchas veces pensó como una venganza desaparecer para siempre, dejar de ser una personalidad y que poco a poco Gustabo recuerde todo lo que él vivió, que entienda su dolor y se arrepienta.

Pero tenía miedo.

Miedo de dañar a la persona que tanto cuido, todo ese labor derrochado, sus lágrimas y sangre derramadas no deberían ser en vano, aunque ya lo eran.

Lágrima tras lágrima salían de sus azules ojos, apagados y sin ese brillo infantil que siempre le caracterizó, ni siquiera ese toque psicópata que tenía en la mirada perduró.

Pogo Dice Adiós ~ One-shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora