Capítulo 2

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Después de fijar la hora para su primera sesión de práctica el siguiente jueves, Harry, Ron y Hermione se despidieron del resto del equipo y se dirigieron hacia la casa de Hagrid. Un sol húmedo intentaba abrirse paso a través de las nubes, y por fin había dejado de lloviznar.

—Pensé que iba a fallar el cuarto tiro —estaba diciendo Ron felizmente —. El disparo engañoso de Demelza, lo viste.

—Si, si, estuviste magnífico —Hermione no pudo contener su emoción por el pelirrojo.

—Fui mejor que ese McLaggen, de cualquier modo —dijo Ron con gran satisfacción —. ¿Lo vieron moviéndose pesadamente en la dirección equivocada en su quinto tiro? Parecía como si hubiese estado distraído...

Ante esas palabras, a Hermione le aparecieron sombras rojas en las mejillas. Ron no se dio cuenta, estaba demasiado ocupado describiendo cada uno de sus otras atajadas con detalle. Pero Harry si estuvo al pendiente.

El gran Hipogrifo gris, Buckbeak, estaba atado delante de la cabaña de Hagrid. Chasqueó su afiladísimo pico mientras se acercaban y giró su enorme cabeza hacia ellos.

—Oh Dios —Hermione se acercó nerviosamente —. Aún está asustado.

Hermione dio un paso hacia adelante y se inclinó delante del Hipogrifo sin perder contacto visual ni parpadear. Después de unos pocos segundos, Buckbeak se hundió en una inclinación también. A pesar del miedo de Hermione por las criaturas salvajes, tenía ese encanto que las hacia ceder. Harry la observo con admiración.

—¿Cómo estás? —Hermione le preguntó en voz baja, moviéndose hacia delante para acariciar su plumaje.

— ¡Hola! —saludó una voz fuerte.

Hagrid venía dando zancadas y cargando un saco de papas desde la parte trasera de su cabaña, traía puesto un gran delantal floreado. Su enorme sabueso, Fang, estaba a sus talones. Fang dio un estruendoso ladrido y saltó hacia ellos, intentando lamer sus orejas. Hagrid se quedó de pie y los miró a todos por unos segundos, después giró y dio grandes pasos hacia su cabaña, cerrando la puerta de un golpe tras él.

— ¡Hagrid! ¡Abre la puerta, queremos hablar contigo! Si no abres la puerta, ¡La volaremos! —Harry sacó su varita.

— ¡Harry! —dijo Hermione conmocionada —. No puedes.

—¡Claro que puedo! Apártense.

Pero antes de que pudiese decir nada más, la puerta se abrió otra vez como Harry sabía que ocurriría y allí estaba Hagrid, frunciéndole el ceño y a pesar del delantal floreado, parecía verdaderamente alarmado.

—¡Soy un profesor! —bramó a Harry —. ¡Un profesor, Potter! ¿Cómo te atreves a tratar de echar abajo mi puerta?

—Lo siento, señor —dijo Harry, enfatizando la última palabra mientras guardaba su varita dentro de su túnica.

Hagrid lucía asombrado.

—¿Desde cuándo me llamas señor?

—¿Desde cuándo me dices Potter?

—Oh, muy listo —gruñó Hagrid —. Muy divertido. Te has burlado de mí, ¿No? Está bien, entren, pequeños desagradecidos...

Musitando con pesimismo, se apartó para dejarlos pasar. Hermione pasó apresuradamente detrás de Harry, pareciendo bastante asustada.

—¿Y bien? —preguntó Hagrid mientras Harry, Ron y Hermione se sentaban alrededor de la enorme mesa de madera y Fang ponía su cabeza sobre la rodilla de Harry babeándole la túnica — ¿Qué es esto? ¿Sintiendo lástima de mí? ¿Piensan que estoy solo o abandonado?

Elegido con el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora