Siete

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—Lamento no poder ser una chica normal, enserio lo siento

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—Lamento no poder ser una chica normal, enserio lo siento...

¿Nadie más podía verlo? ¿Nadie más podía percibirlo acaso? ¿Era el único? La sangre en sus manos, los gritos sonando directo a sus oídos y los muertos mostrándose a su mirar. Chuuya se preguntaba si Rina alguna vez lo había notado, y haciéndose la inocente también lo había ignorado, sin embargo, era poco creíble incluso para él.

—Chuuya-san... Chuuya-san...

No era lugar ni el momento para pensar sobre su realidad como alguien indigno, porque a pesar de sentirlo hasta los huesos, seguía tomando como suyo el tiempo contado de la princesa en ese castillo.

—¡Chuuya-san, no me ignores! —explotó en una rabieta la de las coletas rubias.

—Rina... —pronunció su nombre en un hilo de voz.

Le estaba ignorando tal como le reclamaba, pero al volver a tierra, no pudo verle a los ojos y actuar como si le hubiesen atrapado en un juego.

La nombraba torció el gesto y tomó de su té con indignación. Chuuya no le había visitado en algunas semanas y cuando volvió le mostró ese rostro melancólico. Debía ser más considerado, o las cuestiones comenzarían a caer como lluvia, pero era eso tal vez lo que buscaba incosciente el pelirrojo: poder hablar con ella como la primera vez que se conocieron y que le aconsejara en consecuencia, aunque ya no estaba metido en un juego de niños, e involucrarla parecía inncesario.

—Debo irme —se despidió con solo esas palabras.

Rina pensó que no iba enserio, así que se mantuvo en su lugar, hasta que él tomó su sombrero de la mesa al levantarse de la silla y caminó fuera del quiosco.

—Apenas llegaste —susurró neutral la joven, sin verle la espalda. Tomó por segunda vez del té y observó la taza del otro llena.

Chuuya se hizo el sordo, ya que no tenía palabras para explicar su escape, cuando de pronto, Rina le tomó del brazo para detenerlo, no obstante, sin pensarlo activó su habilidad. Estaba tan metido en su mundo, que el involuntarío movimiento alertó su estado, por fortuna alcanzó a tomar la mano de la joven que se había visto afectada sin los pies sobre suelo.

—Chuuya-san —repitió un poco sorprendida. El muchacho le soltó enseguida y desvió la mirada. Eso no debió haber sucedido, se dijo.

—Tengo trabajo pendiente, siento tener que irme —justificó, tratando de retener el coraje que causó su misma distracción.

—¿Sucede algo? Desde que llegaste pareces estar a la defensiva y... —descubrió ella, dando un paso hacia adelante.

No quería su lastima, no deseaba su preocupación. Sabía que era un capricho el solo ir a verle de lejos, y sin embargo, seguía atreviéndose a mirarle directo a los ojos mientras tomaban ese té tan insulso que ella preparaba para los dos. Él tiempo con él era tiempo perdido, y para ella, cada segundo valía oro. Cada segundo en que se mantenía de pie en ese jardín, costaba más de lo que alguna vez pudo ganar en la mafia.

—Es hora de que me vaya —interrumpió forzando la voz—. Es hora de terminar con esto, Rina, no me esperes más para tomar el té.

Fueron algunas semanas, fue lo suficiente para sentirse terrible con su persona por haber abandonado a Rina. Por otra parte, además de negarselo, el trabajo con la Port Mafia lo mantenía muy ocupado; a cada hora se manchaba las manos de tibia sangre junto con a su compañero castaño, al que parecía no importarte la situación. Ese mismo que empeoró su confianza y arruinó la valentía con que miraba a la joven al rostro.

—No me abandones —suplicó consciente la joven, tirando de la tela de su ropa una vez más.

Era lo único que Rina tenía, además de su padre, por supuesto, y Chuuya lo sabía con seguridad. Tal vez no fue una buena idea haber sentido curiosidad por el muro que los separaba en vida.

—Lo siento, pero yo... —Trató de disculparse, sin embargo, no pudo hacerlo.

No quería abandonarla, era era la única verdad, pero no era cuestión de lo que su corazón deseaba. No podía ser caprichoso, quedarse era un mal para los dos, porque ella era una chica inocente y él un bastardo sin humanidad.

Si se quedaba un poco más, iba a cegarse para siempre.

—Lamento no poder ser una chica normal, enserio lo siento... —Ella se alejó por su propio pie, y el pelirrojo la observó con terror al escucharle disculparse cuando no debía hacerlo—. Lamento haberte hecho perder el tiempo...

—No, Rina, no es tu culpa... —devolvió al interrumpirla, trató de tomarle de nuevo la mano en un movimiento inconsciente, pero la joven retrocedió bruscamente, como si entendiera las necesidades del chico.

—Gracias por haberme acompañado, nunca voy a olvidarte, ni siquiera cuando muera —prometió, y en lugar de llorar, sonrió abiertamente.

Quebrado por sus últimas palabras, fue incapaz de retener las lágrimas.

Era un hecho, en algún momento Ishihara Rina tenía que marcharse. Los medicamentos solo extendían su tiempo en ese joven cuerpo deteriorado y cada recaída era como el infierno, tanto para ella como para su pobre padre ahogado en trabajo.

En aquella fecha, Nakahara Chuuya tuvo que irse, sintiendo que en realidad escapaba de sus anhelos como un cobarde. Sin una palabra más, el arrepentimiento mostrado a base de llanto que pocas veces se hacía presente... El mafioso se largó sin notar como todos esos sentimientos le hacían verse como un humano.

A partir de ese día, la pequeña de las coletas continuó tomando el té en solitario, sonriendo debajo de la sombra de aquel kiosco similar a un castillo, cautiva de esas murallas de ladrillo rojo, y esperando a que su príncipe azul volviera; entonces sucedió, no de la manera en que cada espectador esperaba.

El muchacho lo recuerda, así como en aquella vispera en que cayó en sus brazos; lo recuerda tan bien, que duele tal como la peor herida hecha en medio de la guerra.

—Rina murió, Chuuya —anunció el castaño en aquel callejón vacío y repugnante—. Murió a manos de las ovejas que tanto protegiste; ella estuvo esperando a que regresaras.

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⏰ Última actualización: May 03, 2021 ⏰

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Kanashimi / Nakahara Chuuya 🍷.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora