Capítulo 101: Número siete.

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Aturdido y confundido, Shen escupió sangre y sintió frío, mucho frío. Sujetó lanza con sus manos para tratar de sacarla pero no logró mucho, sus fuerzas ya estaban mermadas casi por completo y el efecto de las píldoras ya estaba pasando. Su sangre recorrió el mango del arma y escurrió al suelo, manchando así el trono. Shen forcejeó un poco más antes de agotarse y se dejó caer en el asiento real mientras Da-Xiang se aproximaba.

—¡Vaya que vi cerca ese último ataque! —dijo Da-Xiang aplaudiendo —. Por poco creí que me mandarías al otro mundo.

—Tú... —Shen se detuvo al escupir más sangre.

—No te esfuerces niño. Ya no puedes hacer nada —indicó el hombre —. Esa fue una habilidad de mi segunda magia. Por breves instantes puedo aumentar la velocidad, fuerza y poder de perforación de los objetos que lanzo. Por supuesto, consume mucha magia y no es muy práctico su uso constante.

—Ellos ya saben... te detendrán...

—¿Ellos? Ahhh, los príncipes —bufó Da-Xiang —. No pueden detenerme Shen, nadie puede, no con esto en mi poder —respondió señalando el zhenzhu en el suelo.

—He... visto lo que hay al otro lado de la muralla... —Shen tragó con esfuerzo —. Ningún ejército... te servirá.

—¿Ejército? ¿Quién dijo qué quiero un ejército?

Shen observó confundido a Da-Xiang. Si no era un ejército, ¿qué es lo que buscaba? ¿Qué función tenía el zhenzhu en sus planes? El hombre se dejó caer de espalda al piso, exhausto y lastimado, pero sin dejar de sonreír.

—Dime Shen —habló Da-Xiang ya en el suelo —. ¿Sabes por qué te salve?

—Para conseguir... un arma supongo.

—En parte sí, pero eso no fue todo —Da-Xiang miró el cielo nocturno a través de un agujero en el techo —. Te salvé porque me recordabas a mi.

—No... me... jodas —apenas y pudo pronunciar Shen.

—Es verdad, lo creas o no... —Da-Xiang se sentó y colocó una brazo sobre su rodilla para estar más cómodo —. Sinceramente creía que morirías dos o tres días después de que Chan-Lee te llevó. Pero no, sobreviviste. Jamás llegué a pensar que otro bastardo lo lograría.

—¿Otro bastardo? —preguntó Shen débilmente.

—¡Qué mierda jaja! —se burló Da-Xiang —. Te contaré mi mejor secreto Shen. Yo... también soy un bastardo. Mi verdadero nombre es Lee.

—¡¡¿Qué?!! —preguntó Shen impactado —. ¡imposible!

—¿Eso crees? —preguntó Da-Xiang —. Soy el bastardo de Chan-Lee, nacido en secreto. Claro yo difiero de ti en que no fui abandonado a morir, pero no por eso me fue mejor —Da-Xiang bajó el rostro con algo de tristeza en el —. Mi madre fue débil para dejarme, pero no duró mucho así. Cuidó de mi, si... pero siempre me guardó resentimiento por haber nacido... como los demás a ti.

—¡Mientes! —bramó Shen —. ¿Por qué me contarías algo así?

—Tú decides si creerlo o no, realmente no importa —bufó el hombre —. Si te cuento esto, es porque creo que eres la única persona con la que me identifico Shen, el único que podría entenderme.

—Yo no soy como tú —afirmó Shen —. Yo soy mejor.

—Eres igual que yo, sólo que más joven e inexperto —respondió Da-Xiang fríamente —. Yo también fui así alguna vez, también creí que podía haber algo mejor ahí afuera. Pero no fue así.

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