Capítulo 103: Juntos.

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Arco siete: Los muertos no cuentan cuentos. 



La verdad de la que habla Chan-Lee hace regresar la historia muy, muy atrás en el tiempo, casi cuatrocientos años al pasado. En aquel entonces la guerra civil de los dragones en los continentes occidentales estaba en su apogeo, el nombre de Acnologia apenas empezaba a hacer eco por el mundo y el rey Tei-Long tenía poco tiempo de haber conquistado y unificado todo el territorio de Xing por medio de la fuerza.

Por aquellos días la princesa Mei contaba con tan sólo treinta años, una edad muy joven para un Xing long normal, un equivalente aproximado a siete u ocho años humanos. En aquel entonces la princesa aún era hija única y su madre habría muerto durante la guerra de su padre, por lo que el rey era su única familia. Sus días eran solitarios y aburridos en el palacio, así que debía mantenerse siempre activa para no entrar en desesperación, le encantaba escapar de sus guardias y hacer todo tipo de bromas a quien le fuera posible. Cierto día subió al más grande árbol del jardín, ya que desde la copa le era posible ver más allá de las murallas que la encerraban y ver todo lo que se perdía.

La tarde daba paso a la noche y pronto su padre la buscaría, bajó rápidamente para regresar a su habitación antes que alguien pudiera notar su ausencia, tan rápidamente que no vio colocar su pie sobre una rama vieja que se rompió con su poco peso. Cayó y se rasgó contra las ramas, cerró sus ojos antes de tocar el suelo y se preparó para aguantar el golpe. Después de unos segundos se dio cuenta que había tardado mucho en caer y observó de reojo. Se mantenía flotando a unos centímetros del suelo, sorprendida sonrió y trató de bajar.

—Te vas a matar algún día con ese comportamiento tan imprudente —dijo una voz familiar para ella.

—Te debo una Tsao-Lan —dijo la princesa alegremente.

—¿Cuántas veces he escuchado eso antes?

—¿Algún día vas a ser un guardián y me vas a proteger, no? —preguntó la niña —. Sólo estamos practicando.

—Lo que tú digas princesa.

Un joven Tsao-Lan era la única compañía que Mei tenía en el palacio y que realmente quería tener cerca, un par de años mayor que ella, aún con su carácter perezoso era lo más cercano a un compañero de juegos que había conocido.

—¡Vamos a mi habitación, mi padre me trajo un... —la niña notó que Tsao-Lan no se movía —. ¿Qué ocurre?

—¡Nos están observando! —respondió el joven Xing long.

Cerca de una columna, dos ojos se asomaban con curiosidad en dirección de los dos pequeños Xing long.

—¿Eso es? —preguntó Mei.

—¡MUESTRATE! —ordenó Tsao-Lan —. ¡Ahora!

Una niña aún más pequeña, de cabello azul muy corto, delgada y asustadiza salió de detrás de la columna.

—¡Es una niña! —exclamó Mei emocionada —. ¡Una niña de verdad!

—¿Qué hace sola aquí? —preguntó Tsao-Lan mirando a su alrededor.

Mei ni corta ni perezosa corrió de inmediato y tomó las manos de la asustada niña sin dudar. Le sonrió y le pregunto su nombre muy ilusionada.

—B-Bai-Tsao —respondió con duda —. Ese es mi nombre.

—¡Que lindo! —contestó la princesa —. Yo soy Mei-Long y el cascarrabias de ahí es Tsao-Lan.

—¿Cascarrabias? —preguntó el joven con disgusto.

—¡Lo eres! —afirmó la princesa —. Si no te conociera de toda la vida creería que eres un anciano.

—Veo que ya se conocen —dijo Chan-Lee cerca de la puerta —. Ella estará con ustedes a partir de ahora, más vale que se lleven bien.

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