Quinto Cambio I

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Para ser sincera, el domingo pasó para mí sin pena ni gloria. No salí de casa porque preferí prepararme mentalmente para lo que acontecería al día siguiente, y lo único de provecho que hice fue mandar por email a Miriam la documentación que me había pedido para poder tramitar el contrato de trabajo. 

Tefi estuvo la mayor parte del día fuera junto a Alba, y es que, lo que parecía en un principio una charla durante el desayuno, se había transformado en una jornada completa de paseos, risas, cine y alguna que otra parada en boxes para reponer fuerzas en las tascas de la ciudad. 

Alba me caía genial. Desde que la había conocido en el aquel restaurante de la carne a la brasa, la había vuelvo a ver en varias ocasiones a través de las video llamadas que hacía con Estefanía de vez en cuando. 

Por lo que me había contado Tefi, Alba era una chica muy humilde  a la que la adolescencia le pasó factura. Las malas compañías y decisiones le llevaron a dejar los estudios demasiado pronto. Se buscó la vida de trabajo basura en trabajo basura pero  el poco dinero que ganaba lo empleaba en sus adicciones. No fue hasta que dio con un grupo de ayuda que comenzó a salir del pozo en donde se había metido y, junto a su madrina, logró dejar la sustancias ilegales y encarrilar su vida. Hacía más de nueve años que Alba estaba completamente limpia .

Pero lo importante de todo ello no era saber cuáles eran esas sustancias o si tuvo problemas legales o con sus padres después de esos complicados años, lo verdaderamente importante era que  Tefi estaba mucho más feliz que de costumbre, que ya es mucho decir, y eso para mí era más que suficiente.


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Recordáis mi escasa variedad en cuanto a prendas de vestir se trataba ¿verdad? Porque si eso era algo que yo ya tenía en cuenta, el mismo lunes por la mañana después de la ducha se me quedó claro clarinete

Según Estefanía no era necesario que me pusiese de punta en blanco porque mi trabajo requería que estuviese cómoda y, sobre todo, pudiese permanecer horas de pie sin rezar a todos los Santos, Dioses y Diosas de cada religión, fuese monoteísta o politeísta, pidiendo poder sentar mi trasero en una cómoda silla para olvidarme del dolor de pies que me estuviera provocando el calzado escogido. Al menos había una cosa que tenía clara: ¡los tacones a la porra! Minipunto para Tefi por el consejo y minipunto para mis zapatos de suela plana que me iban a salvar de sentir el mismísimo infierno infernal en mis pequeños y más que mullidos pies. 

Bien, el dilema de mis pies ya estaba resuelto pero... ¿y la ropa? Eso era harina de otro costal, como se decía en el pueblo.

Arreglada, lo que viene siendo arreglada, o con traje de vestir uniformado como si fuese yo una trabajadora de la Bolsa... ya me había dicho Estefanía que no; descartado el vestidazo que me puse el sábado y cualquier prenda mínimamente elegante que pudiera tener en el armario. Tampoco pensaba irme con mis pantalones de chándal anchos y desgastados, y mucho menos con las camisetas de propaganda que me había traído de casa, obviamente. Lo que me quedaba era uno de los dos vaqueros que tenía y alguna de las camisetas que había pillado tras mudarme con Tefi.

─Tortuga, o te das prisa o me piro yo ─se asomó a mi habitación apoyando su hombro en el marco de la puerta. 

A pesar de lo que podáis pensar, mi tardanza no era porque se me hubiesen pegado las sábanas, sino más bien porque estaba tan, pero tan increíblemente nerviosa, que mi cuerpo me había hecho visitar el baño en tres ocasiones esa mañana.

Soy Diferente© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora