Y al llegar el amanecer de un nuevo día, ambos amantes deben tomar caminos contrarios; y olvidarse de la existencia del otro hasta que las doce de la noche vuelvan a tocar. Ese era su trato, el cuál los mantenía juntos como podía.
Ambos estaban prohibidos el uno para el otro, su relación era un riesgo constante; ambos eran hombres, y eso estaba mal. Si alguien los descubría podrían morir por adulterio, quizás colgados en la horca, o quemados en la hoguera. Pero no les importaba, un solo segundo con el otro era todo lo que valía la pena.
Solo una persona estaba al tanto de su relación, y parecía no importarle, solo los ayudaba a la distancia; Rius era un protector para ellos, logrando que pudieran verse, y yendo a buscar a Timba para que no sospecharan de donde estaba. Jamás podrían pagarle al albino lo que hizo por ellos en esos años.
La relación comenzó... ¿Cuando lo había hecho? Sentían que sin conocerse estaban destinados, no había razón, solo se atraían sin poder evitarlo; bendita sea la gala que los reunió, y bendito sea el albino que supo resguardar su secreto.
Eran jóvenes e inexpertos cuando fueron descubiertos por primera y única vez, fue solo un descuido en uno de sus encuentros nocturnos; Timba no se aseguró bien de que nadie lo siguiera, nada se le escapaba a Rius. Por esa razón era el general de la guardía real, y simplemente no paso desapercibido el actuar tan ensoñado del principe heredero. Gracias a su sigilo, no fue detectado por el oído del principe, lo siguió por un extenso camino hasta el bosque; donde tuvieron que caminar aún más.
Finalmente logró verlos en pleno beso fogoso y palabras amorosas, Rius no tenía problemas con las parejas del mismo sexo; era un general, aventuras con sus inferiores no era nada extraño. Simplemente apoyo su espalda en el tronco de un árbol mientras cruzaba sus brazos, Rius era malditamente libertino; por favor, su ropa era casi la misma a la de una prostituta, pantalones cortos con su falda metálica, y rodilleras, brazos al descubiertos; le encantaba desafiar al consejo de ancianos.
Su cabello largo hasta la cadera se ondeo con el viento, dándole una apariencia etérea, pero aterradora para los principes cuando depararon en su presencia.
—¡¿Cuánto has visto?!. — chilló. Realmente estabs asustado, eran cargos por mucho mayores que el de un general, pero Rius contaba con el favor del rey; había llevado la cabeza decapitada de su enemigo, jurandole lealtad eterna.
—lo suficiente, pero les diré. Si van a hacer eso, les conviene llevarme a mí para cuidar sus espaldas, a menos que quieran ser descubiertos. — observo sus uñas con una sonrisa. Sus manos moralmente ensangrentadas, ¿Que esperaban? Era el general de la guardia real, y eso no se gana con buenas palabras y dándole pan a los pobres.
—¿No nos delataras?.
—¿Y eso en que me ayuda? No me importa que hagan aquí, solo me importa la seguridad del principe heredero; si el resulta herido, el que perderá la cabeza soy yo. — Timba sonrió, por mucho que Rius se escondiese detrás de su orgullo y vanidad, sabía que lo consideraba su único y mejor amigo.