Dominic
—¿Qué más has estado investigando? —pregunto antes de servirme un trago, estoy a punto de perder la cordura.
—Alex Hamilton es un adicto al juego, creo que eso ya lo sabía —asiento mientras le ofrezco un vaso de whisky—. Gracias. Cómo le decía, aún y después de que usted le pagó la deuda al banco y a todos los casinos a los que él asistía, sigue metido hasta cuello con uno de ellos, pero no sé quién lo maneja.
—¿Otro? —asiente, mi ceño se frunce. Camino hacia la silla y tomo asiento al otro lado del escritorio—. ¿No se supone que solo va a uno?
—Si, al que aún tiene acceso, pero del que le hablo es otra clase de casino, es más bien un club nudista, ya sabe. Pero él tiene deudas con esas personas, solo creo que se está guardando este pequeño secreto.
Maldito Alex Hamilton.
Apenas su empresa quedó en quiebra, no dudó en venir a mi, y no lo culpo. Si mi empresa estuviera a punto de caerse a pedazos y existiera la remota posibilidad de salvarla, no dudaría en tomarla. Todos, en algún punto de sus vidas vienen por mi ayuda, solo que el precio a pagar de interés es un poco alto, y no cualquiera puede pagarlo.
Los Hamilton son una familia avariciosa, viven aparentando ser felices a costillas de un dinero que nos les pertenece, y jarreando un sinfín de deudas que no podrán pagar ni en esta vida, y mucho menos en la otra.
Stela Hamilton no era más que una esposa modelo, una mujer que se casó con un empresario millonario para poder obtener una buena vida.
Jesse, es el primogénito de los Hamilton, una perfecta marioneta que actúa solo para la conveniencia de sus padres.
Luciano, el siguiente en la lista Hamilton. Un niño mimado por mamá y papá, obtiene todo lo que quiere solo con hacer un berrinche. Todo un inmaduro.
Y por último, Annabella Hamilton, el último retoño de los Hamilton. Una preciosidad, una dulzura en todo el sentido de la palabra. Un sexy angelito enviado directamente por el demonio, no mata ni una mosca, soy consciente de ello, es el ser más puro de su familia.
Y es mía, para el dolor de muchos.
Alex no dudó en arrastrarse por donde yo caminé hace cinco años atrás, necesitaba dinero, y para su mala suerte, solo yo podía sacarlo del hueco en dónde se encontraba. Necesitaba una garantía, algo con lo que pudiera chantajearlo si algo llegaba a salir mal, y el muy hijo de puta me trajo a su hija.
Me sorprendió, no voy a mentir, el hecho de que su empresa y su cabeza tuvieran un precio más alto que la vida de su hija fue la gota que derramó el vaso. Tenía muy en claro que Alex Hamilton era un ser despreciable, pero el que me entregara a su hija en bandeja de plata sin ponerse a pensar en las consecuencias que eso tendría, solo me confirmó la rata que verdaderamente es.
—¿Qué hay de lo que te pedí? —le pregunto a Charly, mi jefe de seguridad.
—He estado averiguando los antecedentes de la Sra. Annabella, pero no me encuentro con nada. Su acta de nacimiento está perdida, y no encuentro a ninguna Annabella Hamilton en la base de datos de Sydney.
—¿Buscaste en otros estados? —golpeo el cristal del vaso con el anillo de matrimonio que descansa en mi mano izquierda.
—Buscamos en los principales estados, Sr. Y no hemos encontrado absolutamente nada, intentaremos con las ciudades más pequeñas a ver si tenemos suerte.
Asiento.
La incertidumbre de no saber a qué parte pertenece Anne me está consumiendo, algo en mi interior me dice que ella no es una Hamilton, y necesito comprobar si es así, o una simple suposición mía.
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Sr. Y Sra. Whittemore (Saga D.W. 1)
RomanceCOMPLETA Brindemos por lo que tú y yo sabemos, y por lo que nadie se imagina. Fuimos ese secreto que estuvo oculto en nuestras sonrisas. Fuimos nada, pero cuando estábamos juntos y solos, lo fuimos todo. Fuimos eso que nos mantuvo con vida y nos qui...