Los días comenzaron a transcurrir de manera normal. En el trabajo me iba bien, así como mi relación con mi hijo, además, ya estaba terminando de escribir mi novela, algo que me tenía feliz.
Mientras leía mi correo electrónico, alguien toca la puerta, Jaime se encontraba en su habitación estudiando para un examen.
Fui a ver quién tocaba y para mi sorpresa no era nadie, bajé la mirada y ví un sobre, lo tomo, al abrirlo había una nota que decía: “¿En quién piensas tanto?” y se encontraban varias fotos de Luciana saliendo de un bar con un hombre, y en varias ocasiones se besaban. Sentí como mi corazón se paralizó de golpe. Entré a la casa después de cerrar la puerta, rápido cogí el teléfono y le marqué al celular… al tercer repique contestó:
—¿Sucede algo, Alexander?
Tomé asiento, no sabía que responder a esa pregunta capciosa, necesitaba responderle sin levantar sospechas de las fotos que tenía en mis manos.
—¿Cómo estás, Luciana?
—Bien, Alexander. Si esta llamada no tiene nada que ver con Jaime, entonces te dejo, tengo mucho trabajo que hacer.
—¿Trabajo? Si son las ocho de la noche.
—Sí, trabajo. Aunque no lo creas, aquí sí se trabaja.
—Quiero que vengas. Necesito hablar contigo, de nuestra relación, te extraño, mi vida no es la misma desde que te fuiste.
—Te voy a colgar, Alexander, de verdad no estoy para perder el tiempo.
Ahí colgó la llamada. Me dolió mucho que me apartara a un lado, cuando yo estaba haciendo lo imposible para recuperar a mi familia. Apreté fuertemente las fotos contra mi pecho y me eché a llorar.
Jaime, bajaba las escaleras y me abraza diciéndome:
—Tranquilo papá, si mi mamá te abandona yo estaré aquí para hacerte compañía, estos días junto a ti he visto tu esfuerzo porque yo me sienta bien contigo, así tenga que comer sardinas… eres una gran persona.
Reí un momento con las lágrimas en mis ojos, y me sentí muy feliz por tener el apoyo de mi hijo, un apoyo que hubiera perdido si no hubiera puesto manos a la obra por recuperar esta familia. Nos quedamos hablando un rato, no permití que viera las fotos, sería infantil de mi parte y nada constructivo.
Después de hablar nos fuimos a acostar.
En mi cama me preguntaba ¿quién dejó el sobre con las fotos fuera de mi casa? ¿será la misma persona que ha entrado a mi casa? La respuesta puede ser positiva.
Se me hizo difícil conciliar el sueño, las imágenes de Luciana besando aquel extraño no salían de mi mente. Si es verdad lo que hace, me causa un dolor que me mata lento, cambié mi vida por ella, todo lo que soy es gracias a ella, me sentiría más que traicionado.
Pasé toda la noche pensando en esa bella traición que al día siguiente me levanté con enormes ojeras, y así preparé el desayuno, Jaime y yo desayunamos. Lo llevé a la universidad, y yo me fui al hotel a cumplir con mi trabajo.
Había una chica, la secretaria de recursos humanos que se la pasaba fileteándome, esa mañana llevaba puesta una minifalda negra con sandalias de tacón alto, y una blusa descotada que mostraba gran parte de sus senos; era bastante voluptuosa. No era mi tipo de mujer de hecho. Esa mañana yo me encontraba en la administración ordenando unos archivos que el jefe me encargó, y ella entró con una taza de café.
—Buen día, Alex.
—Hola, Ana— Le contesté amablemente.
—Ten, te traje una taza de café.
—Gracias.
—¿Qué harás esta noche?
—Lo que hago todas las noches, escribir o leer.
—Interesante… Hoy es viernes, las chicas y yo vamos al bar del centro por unos tragos, y necesitamos una figura masculina que nos represente, ¿quisieras acompañarnos?
—No estoy seguro, Ana, no acostumbro ir a bares, además, estoy al cuidado de mi hijo.
—Puedes llamarle y avisarle, cuidas a un adolescente, a esa edad ellos prefieren estar solos, es una manera como ellos crean su personalidad.
—Sabes mucho de adolescentes.
—Tengo dos en casa— Dijo colocando su mano en mi hombro.
Lo pensé por un momento, si las acompaño, no le haré daño a nadie, así distraigo la mente un poco y cambio de ambiente. Me decidí y le dije que sí, después del trabajo me iría con mis compañeras a un bar y quién sabe, tal vez bailaré un poco.
A la hora del almuerzo llamé a mi hijo, le conté de mi aventura y se puso muy feliz, mi gran amigo Octavio, se prestó para cuidar de él, así yo quedaría tranquilo esa noche.
Llegada la noche, nos aventuramos, íbamos: Ana, Claudia y una chica llamada Sofía, no la conocía muy bien, nos fuimos en autos separados, yo andaba solo y la seguía a ellas, ellas iban en el auto de Ana.
Al llegar al centro, descubrí lo viva de la noche, luces iluminaban las calles así como los bares y restaurantes, discotecas y moteles.
Se veía mucha gente joven en las avenidas entrando y saliendo de aquellos lugares, las risas y las ofensas se escuchaban a distancia, la noche era joven, apenas comenzaba.
Nos detuvimos en un bar llamado “De norte a sur”.
Me uní a las chicas y entramos, la música era muy caribeña, muchos bailaba, el sitio era invadido por gritos eufóricos de la turba, humo de cigarrillos… Nos sentamos en una mesa vacía, Ana y yo fuimos por los tragos, pedimos una botella de whisky y bastante hielo. Nos volvimos a la mesa después que yo cancelé, bebimos pero no al punto de perder el conocimiento, en excepción de Sofía, quien ya no aguantaba su cuerpo. También bailé como loco con varias chicas, Ana intentó besarme en varias ocasiones, besos que rechacé y eso la molestó. Y por eso a las doce de la medianoche las abandoné, todo iba bien y no quería arruinarlo por culpa de Ana.
Salí con dirección a otro bar, me subí en el auto y recorrí las calles buscando un lugar. Entonces vi uno, salían y entraban sólo hombres, el bar se llamaba “El Clandestino”, por la pinta supuse que era un bar gay, me detuve frente a él, dudé varias veces en si entrar o no, así que después de debatirlo con mi conciencia, bajé del auto y me adentré. La luz estaba algo baja, música electrónica y mucho baile, el lugar estaba muy animado, olía rico. Los chicos en pareja se besaban sin inconvenientes, sin recibir malas señalizaciones de gente discriminadoras, esa era la libertad, creo… Me acerqué a la barra, pedí un vodka seco. Todo se encontraba tranquilo hasta que una mano se posó en mi hombro, voltee a ver y no creerán quién estaba ahí.
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Esquizofrénico.(Completa. Gay)
Roman d'amourAlexander, un escritor cuarentón cuya carrera literaria ha naufragado, se enfrenta a la desolación absoluta. Su esposa lo ha abandonado, dejándolo solo con su hijo adolescente y una montaña de deudas. Atrapado en una rutina asfixiante, Alexander bus...