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Una estupefacta chica se encontraba con ojos abiertos como platos, sonrojada, nerviosa y ansiosa mientras en su mente, aquellas palabras se repetían una y otra vez, aún sin poder creérselo.

¿Yami siente lo mismo por mí?.- se cuestionó incrédula sin embargo una embobada sonrisa apareció en sus gruesos y rojizos labios.

Con sorpresa, volteó sin separar las manos del chico -mastodonte- de su pequeña cintura.

- P-pero, yo creí que...- tartamudeó nerviosa, sin embargo, Yami la interrumpe.

- Sí, sí. Ya sé lo que creías y no podías ser más tonta.- asintió de acuerdo consigo mismo mientras la chica encogía la nariz y sus ojos picaban por las lágrimas acumuladas.- Escúchame, quiero que seas mía, que ningún otro maldito hombre se atreva a mirarte con los mismos ojos con los que te miro yo cuando se enteren que eres mi mujer.- susurró despacio pero dominante y serio para luego murmurar con hastío.- Bastante tengo ya con el máscara rara.

Sin embargo la chica no entendía aquel comentario y decidió no prestarle importancia para después preguntar nerviosa.

- ¿Y ahora que pasará con nosotros?.-

Después de cuestionar aquello, el corpulento hombre la miró con una maliciosa sonrisa mientras se acercaba despacio al rostro de la joven y la acercaba más a él.

- Pasará lo que tenga que pasar, mocosa.- susurró rozando levemente sus labios, haciendo que la chica comenzara a temblar un poco, sin embargo se alzó hasta llegar a su frente, y posó lentamente un casto y cariñoso beso en esta, para luego separarse y caminar alejándose poco a poco mientras sacaba su mano derecha de los bolsillos y la alzaba por sobre su cabeza, despidiéndose.- Te espero para cenar con los mocosos.- avisó para luego salir de la playa dejando a una incrédula chica con mejillas rosas y un leve puchero en los labios.

- Tonto mastodonte.- bufó mientras volteaba su mirada hacia el mar con la nariz arrugada y cruzada de brazos.

Sin embargo segundos después, una genuina y bella sonrisa surcó sus labios y un suspiro embobado salió de estos mientras posaba una de sus manos en su lado izquierdo del pecho.

Sin embargo segundos después, una genuina y bella sonrisa surcó sus labios y un suspiro embobado salió de estos mientras posaba una de sus manos en su lado izquierdo del pecho

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Después de unas horas, Christine se hallaba en una mesa llena de todo tipo de sonidos.

La garganta de una mujer de cabellos rosados en ropa interior tragando un barato vino. El sonido de una pequeña con ojos verdes brillantes y mejillas sonrosadas comiendo un pancake musitando un "El postre antes de la cena, se necesitan energías para comer cosas deliciosas". La sangre correr por uno de los orificios nasales de un chico absorto en una pequeña fotografía. Un extraño "Chuu~" de alguien bastante grande. Unos leves susurros apenas audibles de un chico con labios y ojos coloreados por un intenso negro "Las cenas con amigos son perfectas para conocerse mejor". Las peleas verbales y...comestibles por unos hiperactivos magos lanzando fuego y rayos por todos lados. Suspiros desganados de un chico que se encontraba mirando con decepción a sus compañeros mientras soltaba un "Quiero tener una cita con una hermosa joven". Unos apresurados conteos "509, 510, 511. Hay que ejercitarse antes de comer para llegar más rápido a Rey Mago", seguido por un "Sabes, soy de la realeza".

Ninguno de esos sonidos, ni porque estuvieran rodeados de adolescentes y jóvenes ruidosos pudieron interrumpir el compartimiento de miradas, negro azabache con azul eléctrico.

Todos parecían ajenos a la complicidad de sus miradas, hasta que la chica vio como Yami empezó a irritarse de sobremanera y sabiendo lo que venía, creó una potente luz en el medio del comedor, haciendo que todo el mundo dejara lo que estaba haciendo para observar con atención aquella fuerte y cálida pero no tan cegadora luz que se fue apagando lentamente.

- ¿Ya están más tranquilos, chicos?.- preguntó con sorna la de rizos mientras le daba una mirada a cada uno de ellos, hasta que ella les señaló con la mirada al capitán, cuando todos vieron el semblante del hombre, se asustaron de sobremanera y cada uno tomó su lugar mientras los corderos mágicos de la pequeña Charmy posaba en la mesa los platos llenos de comida que se veía bastante exquisita.

Pocos minutos después, comenzaron a charlar a gusto y sin ningún ruido desagradable, a lo que la ojiazul agradecía bastante, a pesar de ya estar acostumbraba. Pasaba más tiempo en los Toros Negros que en el Amanecer Dorado y eso le hacía conocer muy bien a todos los miembros, sin embargo cada día la sorprendían con una cosa nueva, para ella esa orden era un verdadero enigma.

 Pasaba más tiempo en los Toros Negros que en el Amanecer Dorado y eso le hacía conocer muy bien a todos los miembros, sin embargo cada día la sorprendían con una cosa nueva, para ella esa orden era un verdadero enigma

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Se hizo tarde y el capitán de los Toros Negros no la dejó ni por un segundo pensar en irse. "Te quedas aquí y punto" sentenció con dureza, sin embargo la chica no se inmutó, dándole un pequeño golpe en el hombro con la nariz encogida.

- Tú no me das órdenes.- soltó con burla.- Que conste que me quedo aquí porque ya es tarde, no porque tú me lo ordenes.- mintió y el azabache soltó una ligera carcajada asintiendo divertido.

Luego de mirarse por unos minutos la chica cuestionó curiosa.

- ¿Dónde dormiré?.-

El hombre la miró extrañado.

- En el sofá.- contestó obvio mientras se alejaba y le ordenaba a un adormilado Finral que lo teletransportase a su habitación.

La chica desencajó su mandíbula, estupefacta formando una gran "o" con sus labios.

- ¡Yami!.- reprochó en un chillido incrédulo al ver que estaba a punto de pasar por el portal.

El azabache la miró de reojo y luego volteó, camino hacia ella y una vez en frente, rodó los ojos burlón.

- ¿Qué esperas? Vamos.- le agarró la muñeca sin ser brusco y la arrastró hasta el portal.

Una vez aparecieron en su habitación, el portal se cerró, mientras Yami se sentaba en la cama y se quitaba sus botas mirando de reojo a la chica que se encontraba observando fijamente un estuche con detalles morados y azules cargando un grimorio del mismo color que se encontraba encima de la mesa de noche del azabache.

- Pensé que te habías desecho de él.- comentó con un poco de felicidad al ver que Yami conservaba el regalo que ella le obsequió en su vigésimo cumpleaños.

El hombre solo bufó con molestia al ver lo mal que pensaba ella de él. Descalzo, caminó hacia ella, la abrazó por detrás y la acercó a él con posesividad.

- Vayamos a dormir ya de una vez, muero por tirarme en la maldita cama.- susurró un poco adormilado con una ronca voz mientras sentía su respiración en sus mejillas, solo pudo asentir.

Al estar ya recostados los dos, el hombre la acercó hacia él posando sus grandes manos en su cintura y dejando su cabeza en su fuerte y cálido pecho.

- Buenas noches, Yami.- deseó la chica en suave susurró ya casi cayendo en un profundo sueño.

- Buenas noches, mocosa.- fue lo último que escuchó antes de caer dormida con una leve sonrisa.

Opuestos por Naturaleza || Yami SukehiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora