Te sobraban un par de prendas subiendo aquella escalera de dos en dos mientras me hacías ver que no eras de baladas lentas;
que te gustaba el ritmo del rock & roll.
A mí me sobraron un par de argumentos para no dejar que siquiera te tocara el sol y poder darte... aquellos besos que te debía.
Ya no recuerdo cuántos acordes necesité para toparme con la vertiginosa osadía de un ángel en rebelión; de una fiera domada al son de mis cinco sentidos, sobrándome cuatro y siendo experta en acariciarte hasta el renombre.
Dos cuerpos bailando al son de compás y anhelando que aquella melodía endémica no acabase nunca.
Exaltado estribillo cuando me susurraste al oído, entre otras, que no contaba como infierno si nos gustaba cómo ardía.
Cúspide musical y cierre final.
El sexo contigo fue el quinto movimiento al que Extremoduro no se atrevió a dar acordes y tú, mientras, gritándole al cielo que quemamos más que su sol y que seguimos vivos contra todo pronóstico en esta dulce introducción al caos;
lo demás es cosa nuestra.