Capítulo 30: mejores días.

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En el último piso del edificio a medio construir, Duncan esperaba a que sus amigos llegaran; aunque el sonido era débil, muy a lo lejos escuchaba su voz de aquella grabación

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En el último piso del edificio a medio construir, Duncan esperaba a que sus amigos llegaran; aunque el sonido era débil, muy a lo lejos escuchaba su voz de aquella grabación. Era la señal que necesitaba.

En días anteriores, había hecho aquella grabación con una vieja cámara de video que encontró en el ático de la casa; la noche anterior a su llegada a aquel edificio en construcción, llevó su antiguo televisor y el reproductor que tenía en su habitación. Primero, tuvo que hacerlo de noche; puesto que, de hacerlo en el día, levantaría sospechas. Para llevarlos, se valió de un taxi, aunque el hombre sospechó de tal situación tan extraña, él le explicó al conductor que llevaría -tanto el televisor, como el DVD- a casa de sus tíos sobre la carretera Overland. El hombre se mostró dudoso, pero a la larga, si mentía o decía la verdad lo tenía sin cuidado.

Los chicos que le habían ayudado en sus travesuras, ya se encontraban aprehendidos, solo era cuestión de tiempo para que iniciaran los respectivos juicios. Muy en el fondo de su corazón, sentía que había obrado mal; no obstante, hasta no dar por culminada su venganza, no iba a descansar. Había repasado en su mente el plan un millar de veces y tenía que salir perfecto; aunque eso conllevara el volver a prisión y, si así resultaba, regresaría feliz y tranquilo de haber hecho un trabajo impecable. Dependiendo del resultado de su misión, pondría en marcha la segunda parte de la tarea: ayudar a sus amigos a salir de prisión.

Pensar en la cárcel traía recuerdos terribles, algunos felices. Suspiró mientras esperaba a por sus viejos amigos. El cielo retumbaba frente a él, poco a poco la lluvia se haría presente...

Sus sentidos, estaban alerta. Miraba de un lado a otro temeroso. Con un terror circulando su cuerpo, un miedo que le quitaba la calma que, más o menos, se respiraba tras los muros de la prisión. Le llevó un par de semanas darse un lugar en aquella jauría de bestias salvajes: conocidas comúnmente como reclusos. Posterior a ello, su mente le jugó una mala pasada: una entidad siniestra lo acechaba día y noche. Se bufaba de él; le exigía buscar una forma de salir de prisión; le exigía llevar a cabo su venganza. Un sinfín de peticiones a las que, por supuesto, no podía cumplir. Luchaba internamente por silenciar esa voz siniestra, apretaba sus ojos con fuerza cada vez que se aparecía sin previo aviso. El resultado: la visita de un profesional que lo pudiera ayudar.

A raíz de su enfermedad mental, lo dejaron un par de días en el ala psiquiátrica de la cárcel en cuanto hallaran a un psiquiatra que se ocupara de sus dolencias.

-Duncan ¿Qué experimentas en este momento? -le preguntó su psiquiatra, la doctora Magnolia Reynolds.

Duncan escuchó claramente la pregunta, pero aquella entidad -en la distancia-, le pedía no responder. Le susurraba en su oído, a veces desde lejos, que no podía confiar en nadie, que nadie debía saber sobre su existencia. Sin embargo, el terror era real, debía hablar o aquel misterioso ser, lo seguiría atormentando.

-Está aquí -respondió Duncan, sin dejar de mirar a su alrededor.

-¿Lo estás viendo en el consultorio? -Quiso corroborar la psiquiatra.

Despiadada Venganza © [disponible en físico] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora