Capítulo 5

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Al día siguiente, me desperté algo cansada. Me había costado conciliar el sueño después de la conversación con Zhongli en la terraza. Solo de pensar en ello, mis mejillas se sonrojaron levemente. En un intento de quitar ese recuerdo de mi cabeza, me levanté y comencé a vestirme. El viaje todavía no ha terminado, aún tenemos que llegar a Mondstadt, pensé mientras terminaba de colocarme las botas. Cuando estuve vestida, me acerqué a despertar a Paimon. Me sorprendía la cantidad de horas que podía dormir este pequeño ser. Vi cómo me miraba aún con los ojos entrecerrados y le sonreí mientras le quitaba unos mechones de pelo de la cara.
- Paimon, tenemos que irnos, aún hay que llegar a Mondstadt. Levanta y vístete, vamos a desayunar -. Le dije en un tono bajo y amable. La muchacha asintió y se incorporó.
Esperé pacientemente sentada en la cama mientras veía cómo Paimon se cambiaba a velocidad de tortuga. Era divertido verla así, teniendo en cuenta que siempre estaba de un lado para otro y hablando mucho con una voz chillona. Recién despierta parecía un angelito.
- ¿Qué miras? ¿Paimon tiene algo en el pelo? -. Me dijo, aún medio dormida. Yo negué con la cabeza en respuesta a su pregunta y me levanté de la cama al verla ya vestida.
- Vamos, Zhongli nos estará esperando abajo -. Cogí nuestras cosas con intención de partir directamente hacia Mondstadt después de desayunar, esperé a que Paimon saliera de la habitación y cerré la puerta tras de mí.
Cuando bajamos al restaurante, Zhongli estaba en una mesa esperando a que llegásemos mientras tomaba un café. Parecía que había descansado bien, transmitía una paz bebiendo aquella taza de té que no sería capaz de describir. Supongo que esto es lo que se siente al admirar de esta manera a un Dios tan de cerca…
- Buenos días, queridas. ¿Habéis descansado adecuadamente? -. Preguntó, ambas asentimos en respuesta y le vi sonreír al fijarse en Paimon – Se nota. -. Nos indicó que nos sentáramos y comencé a mirar qué podía pedir para desayunar – Espero que estéis preparadas para el trayecto que nos queda -.
- No creo que debamos llevar comida, llegaremos a Mondstadt sobre la hora de comer… Con algo para picar a medio día bastará. -. Informé, recordando las veces que había ido hacia la ciudad anteriormente y teniendo en cuenta que sobre las 8 estaríamos dejando la posada. Vi a Zhongli asentir.
La camarera vino a tomarnos nota. Pedimos un desayuno contundente para que no nos diera hambre durante el camino y tener energías. Yo no comí demasiado por temor a acabar con un dolor de estómago, pero comí más de lo que siempre solía desayunar.
Una vez terminamos, fui a pagar la cuenta y pedir un plato de comida para llevar y comerlo cuando tomásemos un descanso antes de llegar a nuestro destino. Por último, subí a dejar las llaves de las habitaciones justo antes de partir. Realizadas estas cosas, retomamos nuestro rumbo a la ciudad de la libertad.
Era un día tranquilo y soleado. Nada fuera de lo normal en Liyue. Después de haber tomado el desayuno, ya pude ver como Paimon había recobrado las fuerzas y estaba bastante más despierta. Revoloteaba por ahí sin parar, pasando de vez en cuando entre Zhongli y yo para admirar el paisaje. Mientras caminábamos, las horas pasaban y el sol cada vez molestaba más en la cara. Podía observar como la hierba dejaba de tener ese amarillo tan característico de las tierras de Liyue y cada vez se volvía más verde, además hacía un rato que habíamos dejado la puerta de piedra de Liyue atrás, lo cual significaba que ya nos encontrábamos en Mondstadt.
Alcé la vista para percatarme de que a unos minutos más de camino se encontraba el Viñedo del Amanecer. Ya estamos en el viñedo del señor Diluc. Nos queda muy poco para llegar a Mondstadt, pensé. Escuché a Paimon soltar una exclamación de alegría.
- ¡El viñedo del señor Diluc! Amelia, ¿podemos parar a descansar aquí? -. Me preguntó Paimon, visiblemente cansada.
- Creo que no hay lugar mejor para pararnos, aunque ya nos deben quedar, como mucho, 2 horas para llegar a Mondstadt. Vamos a sentarnos en alguno de los bancos para comer un poco -. Ambos asintieron ante mi propuesta.
Efectivamente, llegamos al viñedo y nos sentamos en uno de los bancos. Miré un poco a mi alrededor con la esperanza de encontrarme con la mirada del señor Diluc entre las vides, pero no tuve esa suerte. Seguramente esté en la bodega cuando lleguemos, pensé. Noté entonces la mirada de Zhongli fija en mí y me sorprendí un poco.
- ¿Buscas a alguien, querida Amelia? -. Me preguntó y yo asentí sonriente.
- Un buen amigo, pero me temo que tendremos que esperar hasta llegar a la ciudad para que puedas conocerle. -. Le vi asentir ante la información que le di. De hecho, si busca a Venti, lo más seguro es que lo encuentre en esa misma bodega por la noche…

Sumida en mis pensamientos, terminamos nuestro almuerzo y de nuevo con las fuerzas recargadas, continuamos nuestro camino hacia Mondstadt.
Tuve la suerte de conocer y ayudar al señor Diluc en Mondstadt. Tiene una bodega allí. A pesar de que él nunca ha querido formar parte de Los Caballeros de Favonius, la hermandad que protege la propia ciudad de la libertad, siempre me trató muy amablemente y me dejó ayudarlo, cosa que según dice la gente, es raro en él. Además, se lleva bien con Jean, la jefa de la hermandad y en cierto modo, mi superiora, por lo tanto, no puede ser mala persona. El señor Diluc es un hombre alto que siempre viste con ropajes negros. Tiene el pelo y los ojos rojos como la sangre. También es un hombre muy serio, impone mucho de primeras, pero cuando consigues caerle bien, eres consciente de que siempre tendrás a alguien que te ayude. Incluso diría que es un poco paternal en algunos aspectos.
- ¿Esa es Mondstadt? -. Escuché preguntar a Zhongli – Por todas las moras del mundo…definitivamente hace mucho que no vengo aquí. Está muy cambiada de como la recordaba -. Suspiró – Tiene su propia belleza y encanto, debo reconocerlo. Ese Bárbatos…será un borracho, pero siempre ha sabido tratar bien a su gente y se nota en cómo ha crecido Mondstadt -.
- ¿Hace cuánto que no vienes por aquí, señor Zhongli? -. Preguntó Paimon
- Pues no hace tanto, pero las cosas ahora cambian con mucha rapidez…- Hizo una pausa, intentando recordar el tiempo que llevaba sin ver la ciudad - Deben haber pasado unos 50 años -.
- ¿¡50 años?! Señor Zhongli, perdone pero…a veces Paimon olvida lo horriblemente mayor que es –
- Créeme que a veces a mí también me gustaría olvidarlo -. Le dedicó una sonrisa melancólica y cambió rápidamente de tema – Bueno, vamos, tengo ganas de volver a conocer Mondstadt -.
Tras caminar unos cuantos minutos más, llegamos al puente que marcaba la entrada a Mondstadt. No pude evitar sonreír al ver los dientes de león a la entrada. Cogí uno de ellos y utilicé mi poder anemo, haciendo que todas esas pequeñas ramitas volasen en dirección a Zhongli, que me miró y sonrió con ternura. El leve y agradable viento de Mondstadt acariciando su rostro y haciendo mover su cabello le daba una belleza indescriptible, digna del Dios que era. Y este viaje solo acaba de empezar…

El contrato que finaliza todos los contratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora