Guatemala, siempre una ciudad verde, rodeada de una variedad de vegetación, ubicada dentro de mucha belleza, que a veces oculta secretos. Llena de hermosos Lagos y antiguas fiestas. Que al pasar del tiempo aun nos cuentan sus Leyendas y otras solo una historia cotidiana de alguien cotidiano.
La fortaleza solitaria
Ubicada a un paseo en Lancha por el Lago de Amatitlán, siguiendo la ruta de la antigua carretera, se encuentra, rodeado antiguamente de intrigas y vanos placeres; mas ahora de maleza, risas de niños y voces de Monjas trabajando, que entre sus alabanzas y trabajo cotidiano intentan restaurar la grandeza de lo que antes fue El Castillo de Dorión.
A la distancia, un Lanchero trae un visitante, que por no conocer el camino habitual opto por el que a su parecer era el más obvio. Sentado en la parte frontal con su libreta y sus audífonos entonando Marimba según el, de inspiración para así poder relatar, la historia que jamás se comprobó.
[ Disculpe Joven y usted de donde es],
pregunta el Lanchero, a lo que el joven obviamente no responde, ya q entre retumbos y la náusea sigue el ritmo del “ferrocarril de los altos”.
Voltea al agua para distraerse y observa las algas, toma su libreta y escribe algo más; voltea hacia el frente y al fin ve el castillo, lleno de curiosidad se dirige hacia el lanchero.
[¿ese es? ] pregunta, pero Obviamente y como era de esperarse el Lanchero molesto por haber sido ignorado, no respondió.
Mario Roberto Lemus Mendoza era su nombre y su ambición ser escritor, sufría de mal de amores como muchos, pero su querida Guate no es de las que se dejan amar, rodeada de muchas intrigas y rumores políticos, el solo quería Mirar a su Guate Virginal.
Complexión delgada y de ropa desgastada ya que las letras no son comida y de los sueños no se tejen ropas. Pero aun así Mario Roberto Lemus Mendoza ha llegado a su destino.
[Cuanto le debo] le pregunta al lanchero
[20 quetzales] le responde.
[Usted disculpe, pero según recuerdo, usted menciono una cantidad menor, ¿Por qué ahora me la cambia?][Ese era el precio para la gente educada] le dice el lanchero; Mario aun con duda saca el dinero de su casi vacía billetera, mientras el lanchero a la distancia, aun pareciera insultarlo.
Después de un esfuerzo sube apenas las rocas con la energía que no consiguió con el desayuno, ya que tenía que pagar la lancha.Al llegar a la sima observa un carro estacionado, y a uno de tres guardias que estaban parados, acercarse hacia él.
[Disculpe Joven, esto es propiedad privada] le dice el guardia, a lo que el responde sacando una carta, hombre prevenido vale por dos era una de las tantas frases que el manejaba, ya que según él todas al buenas frases provenían de su querida Guatemala.
Tiempo perdido, dinero gastado y el muchacho ha sido estafado; La carta no servía. Todo lo que trabajó para conseguirla fue inútil; el dinero que le dio al primo de la hermana, del tío del que cuida el estacionamiento, que conoce al que trabaja con el dueño del lugar que lo estafo, es dinero perdido.
Pero eso no lo desanimó, tomo su último pan de su mochila, encendió el ferrocarril de los altos y Chu chu… procedió a su cometido, el cual ahora era observar los alrededores dentro de los límites que los guardias le permitieron, hasta terminar en el lago y luego de quedarse perdido observándolo y dos tonadas más tarde esta vez de rock: se dispuso a escribir, comenzando aun sin dato alguno, a contar la historia que nadie conoce, más la siente vivida al estar en tan esplendido paisaje.
Ya la obscuridad cae sobre las ramas de árboles de amate. Ya se van viendo las lanchas entre algarabías de aquellas noches en que la luz adornaba tenuemente el Lago en las fiestas de “pepesca”, en las iluminadas noches venecianas, que apenas mostraban la silueta de elegantes vestidos y sombreros a contra Luz, la portentosa figura de imponentes orgullos Nacionales y otros que no estaría a mal llamar presidenciables; que con toda elegancia y finura cuchicheaban cual señoras acerca del primer evento del susodicho castillo.
[Todo esto, producto de un ocioso deseo de un poco más de felicidad]
Rumoreaba uno cuyo rostro no se distinguía pero parecieran referirse al castillo. Más los otros, menos discretos, solo charlaban de lo que un hombre podría llegar a hacer por una amante.
La noche prosigue, ya están en la puerta y entre todos los orgullos ya está el mayor, a quien todos le abren paso, algunos con respeto y otros con miedo; pero sin duda todos alagan al Paso del Sr. Presidente.Se cierran las puertas, la fiesta inicia y Mario Roberto Lemus Mendoza se da cuenta que ya es de noche, además que no puede describir una fiesta, si no sabe de ella y mucho menos si nunca ha asistido a una.
Así que se levanta de su lugar y procede a buscar a un lanchero, pero ya son más de las 6 de la tarde y solo se escucha el sonido de los grillos. Al darse cuenta de su situación se aterra por un segundo, pero se pone sus audífonos y procede a caminar hacia el camino, que ya había visto. Camino hasta donde se atrevió, lo cual ni siquiera fue la carretera principal. Después de unos minutos decido regresar, se le ocurrió la idea de pedir ayuda a uno de los guardias, pero ni eso pudo, no encontró a ninguno de los 3 y ahí le llego la tentación.
Mario se llamaba a sí mismo un hombre correcto, pero también pensaba que algunas cosas se debían de hacer, si no se dañaba a nadie.
[Una mentira blanca no daña a nadie, y ¿una invasión a la propiedad… ?]
Obviamente olvido que si lo perjudicaba a el y procedió a entrar al castillo alumbrado solo con su celular, avanzo hasta darse cuenta, que con tan poca Luz no iba a disfrutar de tanta excelencia; así que se sentó en una esquina, tomo su última golosina y alumbrado de su teléfono y la tenue luz de la Luna se dispuso a escribir, lo que el cree paso esa noche.