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-La toalla.-Mencionó aquel que se encontraba debajo de un chico (Que anteriormente tenía una tela que le cubría).

-¿Qué?.-Preguntó, girando su cabeza a la cama y darse cuenta que se había caído aquella tela. Dándose cuenta de cómo estaban ambos en una posición demasiado prometedora.

Aquel se le tiñeron sus mejillas de un rojizo extremo. Provocando que se pusiera de pie torpemente y volver a colocarse aquello que tenía en su cintura.
Caminó basta su sanitario y tomó otra de las mismas telas lanzandola al otro sujeto.

-Escucha. No sé qué es lo que haces aquí, ni cómo llegaste, pero no te quiero volver a ver jamás. Ahora marcharte.-Sin cruzarle la mirada señalaba hacia la puerta.

-¿Marcharme? Tu me trajiste aquí. Yo no sé cómo irme.

-¿Estás demente?, al único que traje aquí fue a un lindo conejo. Que de seguro ya se fue. Maldito conejo, fingió estar herido.

-Una herida, ¿cómo esta?.-Preguntó señalando su propia pierna.

Aquel de cabellos húmedos bajó la mirada a donde le habían señalado. Quedándose totalmente confundido, por lo cual tomó aquel cobertor y lo lanzó al sujeto.

-Pervertido.

Al lanzar aquel objeto logró ver que la persona había desaparecido. Parecía un acto de magia, por lo cual le asustó mucho, así que se acercó y retiró la cobija, logrando ver de nuevo a aquel conejo blanco.

-¿Eres tú?

Dicha pregunta el intruso volvió a su forma humana. Y asintió con movimientos de cabeza.

-No lo puedo creer. Debes ser un brujo. Le avisaré a mi padre.-Comenzó a caminar hasta su puerta. Sin importar como saldría de la habitación justo en ese momento  se detuvo al escuchar que hablaba el sujeto detrás suyo.

-No puedes ir. No puedes. Si vas y tu padre se da entera de que le tuviste lástima a tu primera caza. Se burlará de ti.-Mencionaba levantando una ceja sintiéndose verdadera victorioso. Pues a ninguno de los dos les convenía que lo vieran ahí.

YoungJo al escuchar, soltó un bufido y cerró la puerta, dando vuelta y dirigirse detrás de su biombo, con la finalidad de cambiarse de ropas.
A decir verdad, había tardado una eternidad debido a que por ser el futuro heredero del reino entero. Siempre había mujeres empleadas, que le ayudaban a colocarse sus prendas e incluso calzado.

Cuando pudo estar listo, tomó prendas de su menor favoritismo y se las entregó al sujeto que continuaba desnudo.

-Vístete. ¿No tenías ropa antes?

-Sí. Pero al igual que el ventaje que me habías puesto, se cae. El tamaño de la ropa humana, no entra en la de un animal. Se cae.

-Entonces... ¿Dejas tu ropa exparcida por todas partes?

-Por ese motivo, debemos cuidarnos al transformarnos. ¿No lo sabías? ¿Qué eres tú?

-¿Qué soy? Un príncipe humano supongo...-Susurró lo último. Ya que jamás había visto una especie como la que tenía en su habitación.

Aquel que había salido de vestirse sonrió viéndose al espejo y darse cuenta que le quedaba perfecto aquellas prendas.

-Son ropas viejas. Puedes quedartelas.

-¿Viejas?, las veo como nuevas. ¡Son encantadoras!

-En realidad, nunca las usé. Hace un mes que las tengo guardadas.

-¿No era tu estilo?

-No...no, era mi estilo.-Sonrío nervioso debido a que mentía. Y es que en realidad eran de una talla más chica. Pues aquel joven príncipe había ganado algo de peso para poder conseguir un buen cuerpo formidable.

El Príncipe Y El Anhterio (RAVNWOONG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora