Isabelle y Joel tienen algo en común. Un amor tan real y hermoso que podría considerarse un cliché de esos que sólo encuentras en las páginas de un buen libro...pero al igual que todos los clichés; tiene su lado malo. Y cuando descubren que la valen...
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—¿Estás lista?—cuestiona Christopher caminando de la mano de su novia.
Joel lleva sus ojos hasta Jossie que permanece en total silencio caminando casi como si fuese un robot pero no dice más. Solo camina por el largo pasillo del hospital.
—Totalmente.—responde la pelinegra.
—¿Estás bien, mi amor?—pregunta Joel atrayendo la atención de la castaña. Los ojos hazel de Jossette se encuentran con los de su novio y asiente lentamente.
—Sí. Estoy bien.—responde sin más.
—Es que...pareces...—niega un poco.
—Solo me duele un poco la cabeza, no es nada de otro mundo.—murmura lentamente.
—Podemos volver a casa...—le ofrece.
—No, estoy bien.—decide de inmediato.
—Jo...—la llama Isabelle. La castaña la mira un segundo.—Gracias...
—No tienes que darme las gracias por absolutamente nada.—murmura lentamente.—Te lo dijimos una vez y era cierto; somos un equipo y estamos haciendo esto juntos.
Belle le sonríe.
Christopher abre la puerta para que entren en la sala donde algunas personas ya se encuentran sentadas en las butacas afilados delante de un pequeño estrado. Caminan hasta la fila de asientos más baja de la sala y luego se quedan en silencio esperando a que el monitor comience.
Alrededor de quince minutos después y una vez que la sala parece estar lo suficientemente llena una mujer vestida con una bata blanca de doctor entra por la puerta. El lugar se queda en completo silencio y con cada segundo que transcurre el corazón de Joel no deja de latir con tanta rapidez que por un breve segundo tiene la sensación de que se le saldrá del pecho.
—Buenas tardes...—murmura la mujer pasando sus ojos brevemente por cada uno de los presentes en la sala.—Primero que nada tengo que darles la bienvenida por haber decidido venir el día de hoy, sé que algunos son nuevos; sé que algunos otros llevan un largo tiempo por acá. Creo que debería de comenzar por contarles que todos estamos aquí por la misma razón y no me refiero a la enfermedad en realidad sino a algo...algo más grande, algo más fuerte. Miedo.—hace una pausa.—¿Te has preguntado a ti mismo cuando fue la última vez que sentiste miedo...? ¿Te has puesto a pensar en las cosas que uno hace cuando tiene miedo? ¿Te has detenido un momento a meditar sobre qué es el miedo en realidad? Pregúntate a ti mismo. ¿A qué le tienes miedo? Miedo a la pérdida. Miedo al dolor. Miedo a la soledad. Miedo a la muerte. Miedo al rechazo. Miedo a no tener el control. Miedo a lastimar a las personas que amamos y que nos aman. Miedo al rechazo. Miedo a no ser lo que los demás esperan que seas. ¿Qué es lo que más te asusta? ¿Qué es eso por lo que no puedes avanzar? Y pregúntate si en realidad vale tanto la pena o si realmente es tan importante como para tener tanto miedo.—la piel de Joel se eriza de inmediato ante las palabras de la mujer.—Pero al final de cuentas cuando dejamos que el miedo nos domine terminamos perdiendo todo...terminamos siendo esclavos de nosotros mismos, de nuestros temores y perdemos la humanidad porque vivimos en opresión. En una opresión que nosotros mismos nos provocamos... ¿y cuando perdemos la humanidad que nos queda...? ¿Qué sigue para nosotros...?
