Representante

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Gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan.

Giulio Andreotti

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–»Y vio el mundo lleno de soledad, lleno de tristeza y lleno de amor, y regresó a...«

–»... y regresó a mí lado para decir...« ¿Sabes? da la impresión que no quieres cantar conmigo.

–Entonces es la correcta –afirmó la reina al ver a Magnus Bane afuera de su celda.

Esta vez no tenía un traje azul marino ni el bastón, sino unos pantalones plateados y una playera pegada de color negro con un corazón dorado al centro.

–¿Prefieres ser solista?

–Deja el sarcasmo y habla de una vez.

–Vine para llevarte al consejo.

–¿No pudieron enviar a un nefilim?

–El juicio será en Alacante y sólo un brujo puede crear el portal, así que no.

–Oh, ya veo, desean ejecutarme frente a todos los nefilim. Una sana diversión familiar.

–Aun no se sabe si serás ejecutada –la voz llegó de más lejos, de alguien a quien la reina reconoció como el mayor de los Lightwood.

El nefilim se acercó y al tenerlo de pie junto a su novio, ella notó que al igual que este también tenía purpurina.

–Veo que el joven arquero está tan enamorado de ti como para dar ese paso, Bane.

–Tengo nombre –indicó el nefilim.

–Ahora te pareces a Sheldon –señaló el brujo.

–¿Y por qué la Clave no me ejecutaría? –preguntó la reina.

Ciertamente ver pelear a ese par sería entretenido, y de paso descubrir quién era Sheldon, pero su asunto era más urgente.

–Se te dará un juicio frente a la Clave, ahí se decidirá tu destino –respondió el nefilim.

–Muy bien –ella se acercó a los barrotes y al estar frente a la pareja añadió–. Que sea rápido.

–Una cosa más, mi reina –el nefilim metió una mano a su bolsillo y sacó unas esposas de hierro.

La cara de la reina se tensó, todos sabían que el hierro las quemaba (en especial los nefilim). Eso aumentó su odio y le hizo desear más esa venganza que ya estaba en progreso.

-

Se suponía que Magnus y Alec regresarían con la reina en unos minutos, pero ya había pasado casi una hora. Clary notó las caras de angustia en los brujos (seguramente pensando en su representante), en los nefilim (obvio por Alec) e incluso en los lobos y vampiros. Todos estaban distribuidos en el salón, excepto los representantes de cada grupo que se encontraban en una sillas en la parte posterior, cada uno con la figura que los representaba: la luna, donde estaba Maia, la estrella, donde se encontraba Lily, la Cónsul junto al Inquisidor bajo las cuatro C, y el lugar del libro permanecía vacío. Finalmente un portal comenzó a abrirse en la pared a espaldas de las sillas. Clary dejó el nudo que tenía en la garganta... y se volvió a formar al ver que por ella pasaba la reina, una mujer que no conocía, Magnus con una expresión de dolor y Alec que para su sorpresa (y nunca pensó que lo diría) no tenía maquillaje y veía con odio a la mujer.
Ella era hermosa. Su cabello largo, lacio y plateado enmarcaba su rostro, su piel blanca resaltaban el rojo de sus labios y uñas, tenía un vestido largo de encaje negro que cubría su cuello pero dejaba al descubierto sus brazos, pero lo más destacable eran sus ojos, totalmente plateados.

–¿Y su respeto? –preguntó la mujer mirando al frente.

Su voz era demasiado perfecta para ser natural. Una mezcla medida de fría, dura y melodiosa.

–Mejor –sonrió orgullosa y Clary se preguntó por qué.

Fue hasta que vio a sus espaldas que se sorprendió de ver a todos los hijos de Lilith con la cabeza baja y su mano sobre el corazón.

–¿Quién eres tú? –preguntó Maia.

–Ah, lo olvidaba –la desconocida giró y miró a Magnus–. No les hablaste de mí.

Él no respondió, se limitó a verla con miedo... Sí, sorprendentemente era eso lo que había en sus ojos de gato.

–Bien ¿qué esperas, Bane? Preséntala como es debido –demandó la reina con burla en su voz.

¿Pero quién se creía? Ella era una prisionera. Claramente olvidaba las esposas en sus muñecas.

–Cónsul –Magnus habló con una voz un poco ronca y pausada, como si le doliera decir cada palabra–. Inquisidor. Lily. Maia. Les presento a la nueva representante de los hijos de Lilith: Alba.

–¿Nueva representante? –preguntó Lily.

–Así es vampira –contestó Alba.

–Magnus, ¿qué significa esto? –preguntó Robert levantándose de su asiento.

–Ahora te dirigirás a mí –repuso Alba–. Tengo entendido que esta reunión es para dictaminar una sentencia. ¿Por qué no pasamos a eso?

Caminó para colocarse a espaldas del consejo y al frente de todos. Hasta su caminar, tan delicado, decidido y elegante, parecía hecho por una máquina.

–Nefilim –comenzó–. Mi nombre es Alba y estoy ante ustedes para aclarar unos cuantos puntos –miró a los demás brujos y agregó–. Ya pueden mirarme –todos obedientes alzaron la cabeza–. Primero, que esta mujer, –señaló a la reina– es inocente del los ataques a sus Institutos...

–¿La defiende? –Jia se puso de pie– ¡¿Está de su lado?!

Alba giró y vio a Jia directo a los ojos.

–No hay su o mí lado, sólo está la justicia y si ese es un lado, lo elijo.

–Si estás del lado de la justicia ¿cómo puedes hablar para defender a esta asquerosa hada?

–Oh, ya veo –el rostro de la bruja se relajó–. Era tu hija, ¿verdad? La que pereció en Los Ángeles. No sabes cuánto lo siento.

El rostro de Jia no dejó duda de su sorpresa.

–Como decía –Alba volvió su atención al resto de presentes, su rostro se puso serio nuevamente–. Es inocente. Un brujo la hechizó y usó como su chivo expiatorio. Por eso voluntariamente se entregó a ustedes.

–¿Tienes pruebas? –preguntó Maia con recelo.

–Sí –giró de nuevo para dar su total atención a Maia–. Pero antes de mostrarlas tengo una pregunta. ¿Cuál sería el castigo si ella lo hubiera hecho?

–La muerte –respondió Lily.

–Perfecto –sonrío victoriosa–. ¡Malcolm Fade, acércate!

De entre las personas surgió el aludido. Clary lo recordaba de la vez que visitó Los Ángeles. Sus ojos violeta veían a todos lados, sus manos jugaban con la bufanda que cubría más sus hombros que cuello, y a cada paso se encogía más en si mismo.

–¿Sí, mi señora?

–Ven, querido –Alba se dirigió a Malcolm con voz suave, como si fuera su hijo.

Malcolm, un poco menos nervioso, dio unos pasos al frente para quedar tan pegado a Alba que parecía estar besándola.

–Mira –Alba señaló arriba.

Clary también miró (igual que todos) al techo. Un cielo azul oscuro con miles de estrellas había remplazado el mármol blanco. Clary bajó nuevamente la cabeza y vio a Alba colocar sus manos alrededor de la cabeza de Malcolm, él no pareció advertirlo, seguía mirando el cielo. Con un rápido movimiento, la mujer giró la cabeza del brujo provocando un sonido de crujido.
Malcolm cayó sin fuerza al piso, sus ojos violeta reflejaron hasta la última estrella.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora