3. Culpable

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Hermione sentía todo el calor de las sábanas filtrarse por su ropa y llegar cómodamente hasta su piel. Totalmente arropada con mantas invernales, no tenía ningunas ganas de salir de allí.

Oh, ¡había tenido unos sueños espléndidos! En uno pasaba unas Navidades felices con sus padres. En otro, que parecía una predicción, ella y Luna pasaban una semana en su casa tan relajadamente que se olvidaban del exterior. En un tercero, volvía a estar al lado de Harry mientras él daba clase a su torpe manera a los estudiantes del ED. Al final de todo, justo antes de despertar, estaba con sus cinco amigos.

Los mismos cinco amigos que habían estado el día anterior con ella en aquella inesperada tarde.

Hermione abrió los ojos de golpe, dándose cuenta de dónde estaba. ¡Estaba en casa de Luna! Y no sólo eso, sino que la rubia misma estaba a su lado. Quiso levantarse de golpe, pero las sábanas y el calorcito no la dejaban.

Oh, no, no, no, qué has hecho, Hermione, tonta. ¡Os besásteis!

El repentino nerviosismo quizás despertó a Luna, quien se dio la vuelta con un rostro legañoso, mirando a Hermione con un solo ojo saltón.

—Hermione, ¿qué ocurre?

Luna iba vestida con su camisón de dormir. Tenía unas mezclas de colores tan caóticos que parecía que le hubieran echado cubos de pintura encima al azar. Quizás era justo eso lo que había pasado. Tenía un toque... encantador.

Oh, por favor, cállate, cerebro.

Viendo sus ropas, Hermione se palpó rápidamente su cuerpo. ¡Menos mal! Llevaba la misma ropa con la que llegó a casa de Luna. Respiró hondo...

—¿Qué... qué hicimos ayer? —preguntó, asustada de saber la verdad.

Luna, frotándose un ojo, sonrió como si alguien hubiera gastado una broma.

—Nada que te pueda preocupar —dijo, con un discreto bostezo.

—¡Pero nos besamos! Es como... ¡Engañé a Ron!

Y se levantó propulsada por su propio descubrimiento. Estaba dispuesta a salir disparada, puesto que tampoco recordaba mucho de la noche anterior. Iba a hacerlo cuando otra vez aquella mágica mano en su mejilla la detuvo. Hermione quedó paralizada al contacto, de repente complacida y algo avergonzada. Luna estaba frente a frente con ella.

—Tranquila. Podrás lidiar con eso en otro momento —susurró. Su mirada era preocupada, y tenía un cierto temor. Hermione pensó que temía que la abandonara de golpe—. Todos saben que estás en otra parte. Nadie sabe que elegiste quedarte. Descansa.

Hermione se dejó caer encima del cojín. Era un maldito hechizo lo que la estaba manteniendo en ese lugar. La habilidad de Luna para el detalle, para atraer su atención y encantar su mirada era asombrosa.

—¿Qué pasó ayer? —insistió, mientras Luna se recostaba muy cerca de ella. Ésta volvió a cubrirlas con la manta hasta el cuello. Dulce prisión, por Morgana.

—Nos besamos. Unas cuantas veces —admitió, con cierto rubor una sonrisa tímida—. Y te acariciaba todo el rato. Parecías tan al borde de las lágrimas que no pude evitarlo. Luego empezó a entrarte el sueño y subimos a mi cuarto. Mis sábanas hicieron su trabajo y te quedaste dormida al instante. Has dormido doce horas.

—¿Nada más? —preguntó. Doce horas, maldita sea.

—Nada más.

Hermione suspiró, pero tenía una duda.

—¿Cómo que «hicieron su trabajo»?

—Mi madre —empezó, sonriendo— nos enseñó a mi padre y a mí un hechizo para que las sábanas y la cama fueran más cómodas y regalaran dulces sueños a quienes durmieran allí. Se usa mucho para tranquilizar a los bebés.

Copos de nieve [Hermione Granger x Luna Lovegood]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora