Capitulo 0

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Miradas de asco, de rechazo, de lástima, de desaprobación, era la única forma en la que se podían fijar en mí. En realidad, no me importaba, era como buscar soluciones donde no había problemas, o sea, era en vano. Me acostumbré a este tipo de cosas, era algo que era parte de mi vida, y, ¿qué se le podía hacer? No puedo ni siquiera mostrar algo de tristeza ni odio, soy nada.
Cuando era normal, si se le puede decir así, tampoco era tan sociable, más bien, me gustaba estar aislado viendo a todos pasar, me gustaba anotar todo lo que veía en mi fiel libreta y la última compañera que pudo trazar mis últimos movimientos. Ya no hay momentos de lamentos, no me arrepiento de no haber corrido por última vez, no me arrepiento de no tirar un vaso de vidrio al suelo por accidente, no me arrepiento de no disfrutar la lluvia por última vez, no me arrepiento de ya no poder gritar, hablar, llorar, enojarme, reír, de comer por mi propia cuenta, no me arrepiento de nada de lo que pude haber hecho cuando podía moverme. No pongo fecha, no me interesa tener el día exacto de mi tragedia, no conviene en nada, si la hubiese puesto, estaría atado a contar los días y las horas para que pase otro año más, es inútil, como yo.
No puedo culparme, y tampoco puedo culpar a nadie más, es algo que solo sucedió, para mis papás es un problema grande, para mí, a mí, a mí no me interesa. No puedo matarme porque no puedo ir al piso más alto y lanzarme de ahí porque no puedo caminar, no puedo agarrar una pistola y metérmela a la boca porque no puedo mover mis manos, no puedo pedir que me maten porque no puedo pronunciar una palabra, y aunque quisiera, no quiero hacerlo, y también, porque no me interesa suicidarme. Es algo fuerte, si alguien escuchara mis pensamientos, vaya que pensarían que estoy loco y no estuviera viendo a un perro cagando frente de mí, sino un cuarto blanco dentro de un manicomio.
No sé el nombre de mi enfermedad, ¿de qué me sirve saber lo que me mantiene en esta silla de ruedas, postrado como una piedra?
Para mí, es estúpido que mis papás se empeñen en llevarme a la escuela como si siguiera siendo normal como todas aquellas personas que caminan por los pasillos todos los días hábiles de la semana, parece que no quieren aceptar la idea de que ya no tienen una persona de hijo, sino un muerto viviente. No, mis sentidos no han evolucionado para ayudarme en la vida, no, no escucho a seis cuadras de mi casa como es que dos personas chocaron y están hablando amablemente de lo que se van a morir, no, no veo a cien metros de distancia las letras que están escritas en una camioneta de comida rápida, no tengo nada de especial, no, ¿saben qué? Sí, porque soy de esas personas que solo por tener una malformación, por alguna enfermedad, por no poder ver, o escuchar o hablar, los consideran especiales, gracias personas normales por hacerme sentir así, especial.


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