CASUALIDAD

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Ahí estaba yo. Momento justo. Lugar Justo. Hora justa. Quizá el destino resulta en ocasiones demasiado extremista. Gloria o derrota, amor u odio, vida o muerte. Aunque no sabemos lo que depara, nuestro instinto al evitar que suceda, nos tiende nuestra propia trampa. Pero no quise evitar que pasara, mi trampa no fue el miedo, mi trampa fueron aquellos ojos verdes, quienes me arrebataron mi propia voluntad al cruzarse con los míos.

Fue junto al lago, en un malecón. Su cabello se ondeaba en el viento cual si fuera liviano como las plumas de una hermosa ave. Su piel, blanca y pecosa, no reflejaba la luz del sol en lo absoluto. Y allá, en su rostro, la mirada de una joven me cautivaba, al tiempo que me paralizaba en un solo instante. Quise que un saludo fuese expulsado por mis labios, pero estos se cerraron cual si fueran un par de puertas. Inmóvil, inerte, indefenso ante tal majestuosa mujer, no podía visualizarme de manera diferente a una diosa y a su adorador. Y en un momento, en un solo segundo, pasaron cientos de minutos en mi mente. Al mirar solo sus ojos, imagine como aquella chica caminaba por aquella orilla del rio. La imagine con su minifalda, con sus zapatillas, y su cabello suelto jugaba con el viento. Después imagine como se vería sentada, como se miraría feliz. Como se vería con su familia. En una fotografía. Como se vería cuando ella era niña. Tantos pensamientos donde ella era el centro del paisaje que imaginaba. Pero solo fueron unos segundos, antes de que ella me mirase y me regalara una pequeña sonrisa. Una sonrisa que cambio por completo la forma en que la imaginaba.

Ahora ya no era ella sola. No la imaginaba sola en mil escenarios, no la veía a través de mi mente como el centro del mundo. No, ya no. A partir de esa sonrisa, me imagine a mi junto a ella. Imagine que la abrazaba, soñé despierto que la besaba. Me vi a mi mismo tocándola, respirando cerca de su piel. Olfateando de poco a más su aroma. Era tan femenino. Ella se acerco a mí, y en un leve susurro, la voz de un ángel me llamaba a hacerla mía. Aquel paisaje seguía ahí, no cambiaba pues era un lugar ideal. Y ahí, a la orilla del río, donde solo estábamos ella y yo, comencé a besarla como si tuviese que robarle el aliento, al tiempo que sentía que que me ahogaba en el deseo. La apreté fuerte contra mí, tomándola por la cintura con mi mano derecha. No muy desesperado, y ella no demasiado paciente, nos besábamos ardiendo y quemándonos en nuestra propia desesperación por unirnos de una vez. Pero eso lo hacía más perfecto, totalmente disfrutable, tener un deseo incontenible por algo y degustarlo lentamente le da un toque agonizantemente delicioso a una relación. Pero nuestra respiración se hacía cada vez más rápida, mas fuerte, y aquellos besos no podrían saciar mi necesidad. Ella sentía lo mismo, y con el agua de aquel rio capturando el reflejo de nuestra pasión, hicimos el amor. Toda una tarde, toda una noche, toda una vida.

Aquella sonrisa había abierto una posibilidad en mi interior, la posibilidad de algo increíble. Aunque solo hubiese sido una fantasía que duro pocos segundos, para mi fueron eternos. Y al volver a la realidad, me di cuenta que ella seguía ahí, a unos metros de distancia. Aquella chica se había parado ahí hace no más de 15 segundos. Yo había caminado y cruzado mirada con ella en unos 14 segundos. Pero aquella mirada, aquella sonrisa, convirtió de un cruce de vistas un momento majestuoso. Y aquella extraña ya lo era todo para mí. Su sonrisa abrió mil puertas dentro de mí, mil opciones para intentar entrar en su vida.

Ella siguió caminando, hasta desaparecer tras la copa de unos cuantos arboles. Yo seguí hacia el lado contrario, directo aun a mi destino. No sé cómo o porque paso, solo sucedió. Nunca volví a cruzarme con ella. No sé porque la recuerdo también. Quizá solo porque era linda... Quizá porque me arrepentí de no haber hablado, o tan solo quizá, porque cada persona representa un mundo de posibilidades. Una mirada puede sorprender, una sonrisa puede invitar al deseo y, ¿por qué no? cruzarnos por casualidad puede crear el momento más inolvidable, para el hombre más imaginativo.

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