BAJO LA LLUVIA

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Bajo la lluvia

Estaba solo, pintando siluetas invisibles en el cielo

¿Que más da que digas que no hay nada? yo las puedo ver. Existen.

Si, desde pequeño puedo ver lo que otros no. Nadie me lo ha confirmado, pero yo puedo verlo. Veo el dolor que mi padre le causa a mi madre cuando llega tarde a casa. El no parece verlo, pues la sigue lastimando. Veo la tristeza del abuelo, cada vez que se sienta en su vieja mecedora, mirando por la ventana, hacia aquellos pastizales; también puedo ver que se le escapa una lágrima de los ojos, creo que piensa que cada día se olvidan más de él. Creo que solamente yo puedo verlo, pues nadie se acerca a él, pese a que está rodeado de personas. Si, al parecer yo puedo ver cosas que otros no, veo el dolor de una madre tirada en la calle del centro, al lado de su hijo, extendiendo la mano, pero, la gente pasa de largo. Me he dado cuenta que ellos no pueden verlo, los humanos no pueden ver el dolor que le causan a los demás con sus acciones. Solo yo puedo verlo. Pero, tal vez, exista alguien que pueda verlo, sin embargo, tiene el poder de ignorarlo. ¿Eso se puede? ¿Se puede ignorar a lo que está frente a tus ojos? No lo sé, pero yo te conocí a ti, y sé que tú tenías el poder de ver el daño que me hacías, y sin embargo, pasabas de él. Recuerdo las caídas tardes de otoño, cuando esperaba frente al portón de tu colegio. Salías con tu falda a cuadros, tu camisa polo y tus zapatos negros y brillantes como la misma noche. Me saludabas con un beso en la mejilla mientras te disponías a acompañarme a la estación de trenes. Era un viaje largo, me daba tiempo de admirar lo brillante y hermoso que se veía tu cabello bajo la luz del sol, filtrado por las ventanas del tren. Tus ojos, perdidos en la nada, tu sonrisa en tu pequeña y delicada boca.

También recuerdo los primeros días de invierno, cuando las clases terminaban. Me emocionaban esas fechas, pues gracias al viento y a los primeros días de frio, me permitían ver lo bella que te veías con una bufanda puesta. Tapaba tu boca, pero en el rubor de tus ojos podía adivinar que bajo ella dibujabas cientos de sonrisas. Momentos, lugares, memorias, risas, sueños, promesas. Tantas cosas que adornaban lo que me regalabas cada día: tu presencia.

A mi mente viene aquel 25 de diciembre, cuando la magia y mis anhelos se solidificaron en un obsequio tuyo, me regalaste una medalla con nuestras iniciales juntas, color plata, con una cadena del mismo metal, acompañada del que considero ha sido el beso más hermoso que pudo existir. Fue nuestra promesa de navidad.

Es muy simple el porqué recuerdo aquella noche en este momento. Estoy sujetando entre mis dedos aquel hermoso regalo que me diste. Creo que pocas veces en la vida te das cuenta de lo fuerte que puedes apretar algo. Creo que entre más lagrimas salen de mis ojos mas fuerte lo aprieto.

Lo sujeto con mi mano derecha, pues mi mano izquierda ya ha sido arrancada de mi cuerpo. Creo que sigue debajo de la rueda de aquel camión, pero no lo podría confirmar, pues mi visión se desvanece cada segundo que pasa. El sabor a sangre llena cada rincón de mi boca, borrando lentamente aquel sabor a durazno que residuaba de tus labios en los míos.

A penas puedo asimilar lo que acaba de suceder; yo cruzaba la autopista caminando, mientras observaba el semáforo, que aun marcaba 17 segundos libres para cruzar. Cuando saque un pañuelo del bolsillo de mi abrigo, la medalla cayó de mi bolsillo y se estampo en el suelo. Di unos cuantos pasos hacia delante, pero al percatarme de mi perdida, regrese a por la medalla. De un segundo a otro, aquel marcador que decía que quedaban 14 segundos para cruzar se convirtió en un marcador rojo, que marcaba en absoluto un "0". Creo que fue porque al agacharme a levantar la medalla, vi por unos cuantos segundos nuestras iniciales en el. No me percate de que el tiempo de cruce había terminado, creo que el chofer del camión que estaba a un lado mío tampoco se percato de que un peatón se hallaba agachado recogiendo el ultimo obsequio de su único amor. Y de un momento a otro, me hallaba estampándome contra aquel camión, escuchando como mis costillas tronaban y se quebraban a una velocidad que me parece un sueño, ¿de verdad es un sueño? no, no lo es, el dolor me ha mantenido despierto, imposibilitándome el sueño.

A estas alturas lo sé, se que en el momento que comience a somnolar, será la última vez que vea este mundo. No me preocupa en lo mas mínimo. Me he dado cuenta de que mi pierna derecha le hace compañía a mi brazo izquierdo, el rojo de la sangre que emana de mis extremidades arrancadas me recuerda el rojo manzana de tu lipstick. Pero estas malditas gotas de lluvia no me permiten ver bien.

Si, está lloviendo. Es verano, julio, en concreto. Tú me dejaste hace ya 7 meses. Me dijiste que lo lamentabas por haber jugado conmigo, y que te habías enamorado de alguien más. Sabias que me lastimabas, podías ver el dolor en mis ojos, en mis manos, en mi voz, pero aun así, en ese momento te volviste ciega, como el resto del mundo. Me lo dijiste justo debajo del árbol donde nos dimos nuestro primer beso. Y tu adiós no dibujo ni una sola lagrima. ¿Los ciegos no pueden llorar? Creo que no podre vivir lo suficiente para averiguarlo.

Lo que pasa es que me quede atrapado en ese juego. Seguí jugando el mismo juego durante los meses posteriores, pensando que solo se había retirado un jugador. Ahora creo que fui un poco tonto al pensar que podía jugar al juego del amor yo solo.

Es una lástima que lo último que recuerde sea eso, el final. Quería recordar tan solo nuestra última noche juntos. Pero al final, creo que yo sabía que terminaría así. Sin embargo, aun sujeto la medalla con mucha fuerza. Aun te amo. Quizás jamás te enteres de mi muerte, quizás jamás sepas que aun sostengo nuestra medalla. Solo espero que al final del otro lado pueda recordar nuestra última promesa, y soñar con ella por el resto de la eternidad.

Gracias por regalarme un sueño tan hermoso.

Escucho el sonido de una ambulancia, me está dando mucho sueño. Puedo ver tu mano, se que quieres que me levante, pero solo déjame dormir un poco. Mañana, mañana podremos ir al zoológico, y tomarnos fotos con los animales, y te comprare aquel pastelillo que tanto te gusta. Solo déjame, solo........déjame.....dormir un poco.

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