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Después de que Robin se presentara ante las hermanas, regresó a su hogar, los días siguientes había convivido bastante con ellas, se había hecho muy cercana a Nami, que se emocionaba por haber hecho a su primer amiga; en su antigua casa ella había estudiado con tutores, pues nadie se había dignado a construir una escuela cerca de esas tierras, incluso los tutores estaban tentados a renunciar, pero el vínculo que habían formado con la madre de las hermanas y con estas no se los permitía.
Por otro lado, Nojiko se sentía feliz por lo que había logrado, había asegurado una casa, ya había encontrado un trabajo de medio tiempo que se enfocaba en recibir llamadas y transferirlas y planeaba llevarlo al par de la universidad, ella ya contaba con  algunos conocidos en Tokio, aunque no se consideraba muy cercana a ellos, pues de vez en cuando su madre le permitía acompañar a Genzo para que realizara sus labores periodistas.
—¿Y cuáles son tus sueños, Robin?—preguntó la pelinaranja.
La azabache meditó la respuesta con cuidado, pues ella valoraba mucho esa palabra.
—Quisiera ser la mejor arqueóloga del mundo, ese es mi sueño—dijo con emoción surcando su voz—¿Y los tuyos?
—Quiero ser la climatóloga más reconocida del mundo.
Y así estuvieron la mayor parte de la mañana y tarde, contando anécdotas de sí mismas y datos sin mucha importancia.
La pelinaranja pudo descubrir que Robin era mayor que ella, tenía diecinueve, era fanática de los libros, sobretodo los que hablaran de guerras y pactos entre naciones, se había mudado un poco antes que ellas, y había perdido un año de estudio, aunque no quiso mencionar el porqué; Nami se sentía feliz porque irían en el mismo año, y con suerte en el mismo instituto, pues había uno muy cercano a su hogar, tan sólo estaba a quince minutos. Pensó qué tal vez no fuera tan mala idea haberse mudado a esa ciudad, aunque  su consciencia la hizo arrepentirse y desechar esa frase.
Algunas veces se había topado con Luffy, aunque bueno, el no lo consideraba así, pues no había notado la presencia de la chica por la ocupación que le gastaba bastante tiempo del día: ser un conquistador.
A veces planeaba saludarlo, pero al ver que iba acompañado, se imaginaba la bronca que le caería, igual y sus conquistas pensarían que ella también buscaba algo con él,y no quería problemas apenas llegando.
Pasaron los días, y llegó el momento de inscribirse en el instituto, se sentía ansiosa, pues era algo nuevo para ella, la consolaba saber que no estaría sola, pues acertó al pensar que Robin se inscribiría en el mismo.
Ambas chicas fueron recibidas en recepción por una mujer bastante corpulenta, con rasgos rudos, su nariz parecía el pico de un tucán, y sus labios, escondidos bajo el labial, eran bastante pequeños si se fijaban con atención, sus ojos eran un poco más pequeños que el resto de su característico rostro, e iban acompañados por algunas arrugas, que eran producto de lidiar con los traviesos estudiantes tras los años; aunque su físico aparentaba que con una paliza Robin y Nami probablemente no podrían volver a levantarse por el resto de sus vidas, su personalidad era lo opuesto, la recepcionista del Instituto: Charlotte Linlin, había sido amable durante todo el trámite.
Les había mostrado el lugar, que era bastante grande; contaba con varios salones, cafetería, gimnasio y alberca, también con vestidores y canchas de fútbol entre otros. Se podía destacar que habían varios talleres, aunque no era necesario inscribirse a ellos. Ambas chicas estaban asombradas, por un lado la anterior escuela de Robin era una pocilga comparada a esta, y por el otro estaba Nami, que nunca había asistido a una.
Siendo ambas muy listas, y con un promedio bastante alto, aunque el de Robin superaba por décimas al de Nami, consiguieron una beca, que consistía en pagar solamente el cincuenta por ciento de sus estudios al mes, pues ambas habían comentado por separado las razones del porqué eran "independientes".
Otro de los beneficios que consiguieron fue una licencia de trabajo para menores, pues dada su situación económica, la escuela buscó atender de la mejor forma posible a las jóvenes, aunque se decepcionaron al saber que los trabajos que se afiliaban a la institución sólo tenían un puesto disponible por local.
Nami decidió afiliarse a la biblioteca escolar, pues obtendría beneficios, además que  Charlotte le había comentado que por el poco flujo de estudiantes en esa área, incluso podría tomarse tiempo libre, aunque al percatarse que su amiga probablemente lo hubiera querido se retractó, fue una lástima cuando la recepcionista no aceptó que cambiara de parecer.
A la azabache no le afectó, sonrió y le palmeó la espalda a su amiga haciéndole ver que no había problema.
Robin escogió el Baratie, que se encontraba bastante cerca de su hogar y de la escuela, así no se le haría muy noche para hacer tareas y tener tiempo para ella misma, además, agradecía que su horario no fuera saturado. Ella era muy rápida en lo que hacía, parecía que tenía más manos de las que aparentaba.
—...No lo olviden, ustedes han entrado tarde señoritas, a pesar que no es un foco rojo, definitivamente tendrán que esforzarse mucho más que sus compañeros—. Mientras hablaba, buscaba los uniformes que quedaran a la figura de ambas, parecían hermanas viniendo a lo mismo en el mismo día.—No lo olviden pequeñas, la entrada es a las ocho de la mañana, mañana mismo deben empezar su curso, entre antes, mejor, y su servicio de trabajo solo debe de ser de dos horas por día, si lo rebasan pueden cancelarles la licencia por abuso de horario—A Nami le daba vueltas la cabeza de todo lo que había soltado esa corpulenta mujer.
Vio la luz cuando por fin les entregó sus horarios y se retiraron de esa oficina; más que recepcionista parecía que ella era la directora, ya que Charlotte había completado todos los trámites y quien se suponía era el director, ni siquiera se había dignado a aparecer.
Ese día las dos partieron a sus respectivos hogares.
Cuando Nami cerró la puerta de su casa, suspiró con pesadez, estaba bastante aturdida, sobre todo porque no sabía que hacían las personas que entraban a una nueva escuela. Organizó los cuadernos que utilizaría para cada materia, planchó su ropa y se bañó, hizo comida para cuando Nojiko llegara, pues su trabajo la había desgastado bastante, además de la universidad, y se sentó a ver televisión.
Dieron las nueve y media de la noche cuando la mayor entró por la puerta viendo el semblante molesto de la menor, que no era más que una máscara para no dar a conocer su preocupación.
Cambió drásticamente cuando la pelimorada inició una conversación con Nami, que se carcajeaba por los incidentes que le habían pasado a su hermana.
El día terminó y ambas se fueron a dormir a sus cuartos, aunque Nami no pudo dormir bien, pues gracias a que su ventana se colocaba al lado de la de su ruidoso vecino, Luffy, escuchaba el parloteo de este y su panda de amigos.
La noche pasó más rápido de lo esperado, la joven ni siquiera tuvo que esperar a que la alarma sonara, pues ya estaba despierta, la emoción combinada con ansiedad no le había permitido conciliar el sueño.
—¡Adiós Nojiko, te quiero!—. Gritó Nami a su hermana cerrando la puerta con una de sus manos, pues la otra estaba ocupada sosteniendo su tostada con jalea de mandarina.
La mayor, que se encontraba medio dormida, le deseo un feliz viaje, aunque a medias pues a mitad de la oración volvió a caer dormida.
Cerró la reja de su jardín tras de sí, encontrándose con su vecino, debía admitir que ese traje completamente negro, un poco ajustado le quedaba bastante bien, aunque no se explicaba porque portaba un sombrero de paja en su espalda, y cayó en cuenta que la primera vez que lo conoció también lo hacía.
—Buenos días, Nami—. Mencionó sonriéndole Luffy—no sabía que irías a mi escuela, aunque lo imaginé. Te queda bien ese uniforme.
—Es el más cercano a este lugar—, respondió—Y muchas gracias, Luffy—, se alarmó un poco por el cumplido, pues no estaba acostumbrada a que se los hicieran, ella no consideraba los piropos halagos, sino frases de mal gusto, y vaya que le habían hecho varios.—Por cierto, buenos días.
El chico la examinó de pies a cabeza disimuladamente, el uniforme le tallaba perfecto.
No podía negar que deseaba ver que había debajo de ese, pero con la rapidez que procesó esa idea, fue la misma con la que la desecho.
—¿Esperas a alguien?—preguntó el chico esperando desviar a su mente.
—A mi amiga, vive enfrente.
—Pues está haciéndose tarde, tal vez te dejó—. Mencionó el pelinegro con simpleza.
Y tal vez tenía razón, pues eran las siete cincuenta y dos.
En eso Nami sintió su celular vibrando.
—Tuve que ir al supermercado en la mañana Nami, me encuentro ya en el Instituto, ya he apartado tu lugar, disculpa por no avisar antes, no había internet—. Leyó en voz alta la pelirroja. Luffy, que escuchaba atento, pegó una carcajada.
—¿Ves?—, dijo con las manos colocadas tras su cuello. Nami le pegó un golpe—¿por qué fue eso?—se quejó el chico.
—Tenía ganas—. Respondió con simpleza echándose a correr hacia el Instituto.
Luffy le siguió el paso, aunque él era mucho más rápido, pues entrenaba en el equipo de fútbol, por momentos se detenía a esperarla, ya que para él, la chica era bastante lenta.
Ambos llegaron siete minutos tarde, y recibieron un regaño por parte de Buggy, el guardia que cuidaba la entrada.
Mientras Luffy lo recibía con indiferencia, Nami ya sentía sus piernas gelatina, no estaba acostumbrada a eso.
Después de atender el llamado de atención, Buggy los dejó pasar a la Institución; a pesar de ir en el mismo año, iban en clases diferentes, por lo que Luffy, al ver que Nami no encontraba su salón, decidió ayudarla antes de partir al suyo.
—Suerte—, dijo el chico palmeándole el hombro, proporcionándole un poco de confianza.
—Gracias...—susurró Nami frente la puerta del salón, sosteniendo la manija.
Luffy esperó a que la chica ingresara para irse a su clase, o al menos eso pensaba pues seguido de ese pensamiento llegó otro: saltarse la clase.
Y así lo hizo, se encontró con Shirahoshi, una chica bastante sensible a su parecer, pues si le hablaban arriba de un tono establecido, se ponía a llorar, tambien era bastante miedosa, aunque eso no le quitaba lo linda.
Así la ingenua chica accedió a pasar el resto de la mañana con Luffy, pues ella acarreaba sentimientos por él; aunque Luffy supiera como poner a una chica de rodillas por él—sin darse cuenta—, era muy tonto captando indirectas, le gustaba lo directo, de lo contrario no prestaba atención a mínimos detalles.

Nuevo Hogar. (AU luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora