Capítulo 20

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Los dos pokemon permanecieron abrazados bajo la lluvia durante largas horas. Groudon tenía los ojos cerrados porque no le gustaba sentir las gotas entrar en ellos, y disfrutaba además del único momento realmente cercano en toda aquella historia que había vivido junto a Kyogre, desde que se conocieran por segunda vez. A pesar de que se estaba mojando nunca había estado más a gusto que allí; bajo la lluvia y con ese pokemon entre sus brazos. Sentía la piel suave y humedecida de su compañero, y su respiración en el pecho. Eso de algún modo le causaba una agradable sensación en todo el cuerpo que nunca había experimentado antes.

Se atrevió a levantar su mano a la altura del rostro del otro y le acarició con torpeza, pues nunca había intentado aquello con nadie en su vida. Kyogre se sorprendió del repentino gesto, pero lo agradeció como a nada en el mundo y se arrimó aún más a Groudon, cerrando los ojos y disfrutando de su tacto. Por fin estaba donde siempre había querido: junto al cuerpo cálido del pokemon y recibiendo algo de su afecto. Podía contar uno a uno los latidos fuertes y emocionados de su corazón.

Poco a poco Groudon fue ganando práctica, y pronto sus caricias llenaron de bienestar a Kyogre, quien se atrevió a devolverle parte de su felicidad frotando su cabeza con la barbilla del otro. El mayor sonrió.

—Recuerdo que cuando fui traído a la vida...—soltó el pez de pronto y rompiendo la música de las gotas a su alrededor—Rayquaza y tú me estaban esperando...

—No tienes que hablar de esas cosas si te hacen sentir tan mal—dijo el pokemon rojo, mirándolo hacia abajo.

Kyogre levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de él.

—Pero quiero hacerlo; siento que así podría al menos...librarme de la amargura que me causan esos recuerdos...

El otro regresó su cabeza contra la arena y cerró con fuerza sus brazos alrededor del cuerpo frío del gran pez. El pokemon acomodó de nuevo su cabeza sobre el pecho de Groudon y soltó un leve suspiro.

—Cuando llegué a la tierra, recuerdo que Rayquaza me miró exactamente como siempre hace cuando nos vemos—dijo, sonriendo levemente—: con su sonrisa amigable y el aire de alguien confiable y sabio. Tú en cambio...—soltó junto con una leve risa, la primera en muchos días.

— ¿Yo qué?—preguntó Groudon, extrañado de eso.

—También me miraste como siempre haces con todo—dijo, muy divertido—: como si nada en este universo pudiera jamás llamar tu atención. Fue como si te hubieran mostrado una simple roca. Eso en parte me hizo sentir mal...creí que yo no tenía valor alguno ante tus ojos, y después fue peor.

—... ¿por qué?—preguntó el pokemon, temiéndose haber metido la pata desde el primer momento en que se vieran.

—Porque te diste la vuelta y te marchaste en cuanto el creador se hubo marchado también—dijo Kyogre, cerrando los ojos con un gesto no muy complacido—. Ni siquiera me dijiste hola. Solo estabas mostrándole respeto a él...

—...lo siento...—dijo Groudon muy avergonzado.

—No te disculpes. Fue hace tanto tiempo...que ya no tiene caso pedir disculpas por algo así.

El pokemon azul guardó silencio un largo momento, recordando todas aquellas cosas. Movió un poco sus aletas rozando con sus dedos blancos la arena de abajo, sin dejar de sonreír.

Canción de las olas (KyogrexGroudon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora