Capítulo 4.

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Con un sobresalto, Valeria se encontró a sí misma en un calabozo desbaratado, respirando agitada, casi como si hubiera salido de debajo del agua. Al moverse, notó todo su cuerpo entumecido. Sus ropas, una camisa polvorienta y unos pantalones de una tela suave, se sentían pesadas. Se sentó en la pequeña cama, y pudo ver que la habitación no tenía una puerta. Se levantó enseguida, y sintió todo su peso en sus piernas, lo que la hizo trastabillar. Confundida, se levantó lentamente. Nunca había sentido algo así. Se sostuvo de la pared, húmeda y resbalosa, para dar un par de pasos y acostumbrarse a su propio peso.

Entonces todo la golpeó repentinamente. Una presión fuerte en el pecho, sintió que le faltaba el aire. Un torrente de lágrimas se abrió paso por sus ojos. En silencio, aferrándose a la pared, lloró durante un largo tiempo, hasta que una horrible sensación se hizo presente en su pecho. No era la pesadez, esta empezaba a abandonarla. Instantáneamente, todo empezó a temblar. El techo sobre ella dejó caer una gran capa de polvo. Se apartó de la pared de golpe, temiendo que esta cayera sobre ella. Cuando el temblor cesó, ella solo atinó a salir con grandes zancadas de la habitación hacia un pasillo igual de polvoriento que la habitación. Aún acostumbrándose a su propio peso, se apoyó en la pared del pasillo. Guijarro... Igual de húmedo y oscuro que el de la habitación. Rápidamente, y arrastrando los pies, avanzó.

La atmósfera gris se hizo presente. Cada vez que avanzaba, podía verla más vívida. Por fin, después de caminar por unos minutos, logró ver un rayo de luz blancuzca asomarse al fondo. Se apresuró, y cuando estuvo ante la luz, notó que esta entraba por un agujero en una puerta de madera desbaratada. Se abalanzó contra ella para que se abriera, pero no esperaba que la puerta se partiera en dos, terminando ella en el suelo sobre un pedazo viejo de madera. El polvo que se levantó le entró en la boca, por lo que empezó a toser. Se levantó de a poco, mientras trataba de volver a respirar. Al mirar a su alrededor, se encontraba en lo que alguna vez conoció como su hogar. Lo que alguna vez fue la sala de estar, ahora se encontraba en ruinas, cubierta de cenizas. El piso de arriba ya no existía, tampoco la escalera, ni su estudio ni nada... Todo lo que había eran paredes derrumbadas y quemadas. Recordó que allí mismo había pasado días con su madre, leyendo, jugando, riendo, charlando... Pero con un gruñido al ponerse de pie del todo, dejó su rabia y tristeza atrás. Salió de la casa, si es que se le podía decir así, y lo que alguna vez fue el jardín ahora se encontraba completamente destruido. La tierra que recordaba siempre verde, ahora estaba seca e incolora, cubierta de ceniza. Las plantas y los árboles ya casi no existían, la mayoría estaban quemados. En ese lugar, hacía unas horas, se encontraba su mejor amigo esperándola para pasar un buen cumpleaños. Y ahora... Se hallaba sola.

Otro temblor, esta vez más fuerte, aunque más corto. Tuvo que posar una mano en el suelo antes de caer para no hacerse daño. Volteó, para ver si encontraba alguna pista de la fuente de los temblores. Vaya si la encontró... Tras las ruinas de casa, una gran montaña se alzaba. No recordaba que existiera algo así tras su casa, todo lo que siempre conoció fue el pueblo y el bosque. Pero esta montaña estaba coronada por una torre negra, de cuya cima emanaba un rayo de luz negra, que le recordó a la luz del ataque de su madre...

Entendió que debía alejarse de la luz. Debía alejarse de la casa. Del pueblo... De todo ese maldito lugar. Corrió colina abajo. La colina estaba destrozada, llena de agujeros y baches, como si algo hubiera explotado allí. Sorteó los agujeros lo mejor que pudo, trastabillando y resbalando ya que todavía le costaba caminar y aún más correr. Antes de llegar a las ruinas del pueblo, tuvo que saltar un gran bache, que daba la impresión de haber sido directamente arrancado de la colina. Cayó bruscamente, y con las rodillas doliéndole, se levantó enseguida. Siguió corriendo, tratando de esquivar escombros de madera vieja, guijarros, muebles que parecían haber salido despedidos de dentro de los edificios. Un baúl abierto con ropa y... Juguetes...Tuvo que seguir corriendo, ya que escuchó un extraño sonido, algo parecido a una explosión, pero no tan fuerte...

El Despertar de la Sombra I. SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora