i. Ataraxia.
¿Quién lo diría? Él había sido vencido por un caballero dorado, cierto era que lo subestimó por su belleza exterior, pero nadie podía culparlo por ello, claro que no.
Cuando Albafica de Piscis dió su último ataque no pudo evitar envolverse entre aquellas encantadoras facciones, tanto así que no se percató de la rosa que fue directo a su pecho.
Tal vez si no se hubiera confiado el resultado sería diferente, quizá si hubiese ido a por Athena en vez de perder el tiempo en aquel insignificante pueblo habría podido cumplir su capricho. Todo sería diferente si tan solo hubiera hecho las cosas más rápido. Era una lastima, él, quien fue nombrado el juez de la primera prisión, ahora se hallaba a los pies del monte Yomotsu, siendo parte de una larga fila conformada por una cantidad exuberante de míseras almas.
Sí, era patético, pero no podía hacer nada al respecto. En un inicio quiso pasar el rato contando los minutos que faltaban para que su señor lo devolviera a la vída, pero trás un tiempo, que bien le pareció una eternidad, dedujó que su letargo sería permanente, de lo contrario ya estaría haciendo de las suyas en el Santuario. Lo más probable es que haya ocurrido algo en la superficie que impidió su regreso, otra cosa por la cual lamentarse, porque en el fondo ansiaba volver. Quería barrer el piso con Shion de Aries y con los caballeros que quedaron con vida.
Chasqueó la lengua al momento de explorar el lugar con la mirada, pero tal como sospechaba: no había nada, salvo un paisaje oscuro que resaltaba de manera nostálgica por los condenados que lo acompañaban. Suspiró al momento de llevar poco a poco su atención a la fila izquierda, tampoco vislumbró algo de su interés, entrecerró los párpados, dispuesto a perderse en sus pensamientos de nuevo sin embargo, cuando estuvo a punto de cerrarlos por completo; una peculiar cabellera, que se hallaba a unos cuantos metros delante suyo, captó su atención. Ladeó la cabeza para poder inspeccionar mejor aquello e inevitablemente la expresión aburrida que tenía fue suplantada por una llena de goce.
—Albafica de Piscis...—A fin de comprobar lo dicho; recorrió con lentitud el cuerpo ajeno, desde los pies, las caderas, hasta llegar al bonito rostro.
Sí, era él, definitivamente lo era, nadie más podría compararse con ese caballero de piel inmaculada, ni siquiera el ropaje opaco y holgado que portaba, idéntico al que el mismo Minos tenía ahora, mancillaba esa belleza. El joven estaba siguiendo el mismo camino recto que todas las demás almas, a simple vista parecía no tener consciencia, cosa que no le sorprendía, después de todo era un simple humano.
Él estaría igual, si no fuera por su antigua condición de espectro, detalle que por cierto le causaba conflicto en ese instante, pues estar al tanto de lo que ocurría resultaba chocante, ver cómo se acercaba al pico del monte era incluso triste. Negó, debía centrarse en su descubrimiento, no en eso. Así que como pudo se desprendió de aquella hilera, hubo un pequeño desorden a causa de su acción, sin embargo, no le tomó importancia, movió sus piernas y con pasos lentos y torpes se fue acercando al santo dorado.
Cuando finalmente pudo llegar a su lado, la mirada platinada se perdió en el cincelado perfil, los largos mechones celestes que se movían con gracia a cada paso que daba, ocasionaron que el juez sintiera la necesidad de llevar su mano a la barbilla ajena, el agarre fue concienzudo, algo poco usual en él. No pasaron ni cinco segundos para que el espectro obligara al muchacho a mirarlo.
—Ah, que decepción—suspiró al dejar fija su atención en los ojos contrarios. El brillo azul era inexistente y la blanca piel que tuvo en vida ahora parecía gris, apagada—, debí suponerlo—Quiso reír, pero solo atinó a acariciar con el pulgar el mentón del pisciano.

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Ataraxia |MinFica|
FanfictionPorque estar juntos durante sus últimas horas no era tan desagradable. [MinosxAlbafica] ✓Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshigori.