Cuando volví a la casa, David estaba con un rostro de enfado que pronto cambió a preocupación. Su sentido de padre y cuidador estuvieron primero.
El comprendió que ese agotamiento no estaba relacionado al hambre que tenía, o la caminata.
No tenía hambre, eso preocupó a Ramón no toqué el pan o la sopa que me había preparado.
En el periodo en que estuve afuera, Gabriel se había ido a trabajar al norte, no pude despedirme de él, pero me dejó un recuerdo: una pequeña botella con el mismo brebaje que me dio la otra noche.
Lo guardé en un cajón para nunca más verlo.
Jeremías dejó de visitarnos, me imaginaba la razón. Cada vez era más obvio el cambio de casa y debía preocuparse de eso.
Habían pasado dos semanas desde la conversación con Lucía y si bien la familia de David buscaba darme ánimos, era difícil que lo asimilara. Me odiaba a mi mismo por la situación. Fui yo quien puso en peligro nuestra vida cotidiana, tal vez si hubiera sido más cuidadoso con Lucero...
Ahora que lo pienso, ¿qué habrá sido de ella?
Solo vi una, tal vez se habia olvidado de las niñas y estaba más ocupada en como cuidarse de ella misma.
Hablo de esto con David. Lo he acompañado al lago para pescar, quería servir algo especial en la cena.
Emprendemos el mismo viaje que hicimos hace años juntos y nos volvemos a sentar en el pasto viendo el agua correr, hoy esta nublado.
David me pregunta como me he sentido últimamente y me sincero con el. Le hablo de lo que siento, mis miedo mi rabia y mis dudas.
Su mirada está cansada, el también ha pensado en muchas cosas ultimamente debido a futura despedida de Jeremías. Pero escucha atento lo que pienso de la loba.
— No hemos vuelto a saber de ella — le hablo mientras lanzamos las cañas al agua — Ni siquiera Jeremías ha sentido su presencia. Tal vez se haya rendido.
— Pero siempre estará latente que alguien venga por las niñas.
— ¿Qué tal si ella esta sola? — le comento — No es como nosotros, es una errante del bosque.
— Puede ser o tener más lobas a su alrededor. No pareciera ante como actuo ella sola — me razona.
— Tal vez es algo como la historia de la loba blanca. Una extraña que vive sola.
— La loba blanca ... — habla David — Mientras más viejo me vuelvo, más odio le tengo a esa historia. Me da pena su protagonista.
Sigo conversando con David, mientras logramos capturar algunos peces de buen tamaño, los haríamos fritos.
El sigue con sus dudas de mi teoría pero yo quiero descubrir si es real.