Dear Patience

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Dear Patience

Feels like you don't even know me.
Just me and the stars can get lonely.
Can you show your face?
Can you see that I'm anxious?
Can you hear what I'm saying?

Sirius jamás quiso entrar al equipo de quidditch, tenía una escoba pero no el permiso, tenía la energía pero no el entusiasmo, tenía el talento pero no el apoyo. Hizo las pruebas, claro, por James más que por él mismo. Lo seleccionaron como golpeador, obviamente, y rechazó el puesto, eventualmente, justo después del entrenamiento.

—¿A dónde crees que vas, Black? —gritó Wilson, con el rostro rojo de impotencia y los nudillos blancos de fuerza.

—Al castillo, Ben. Me largo, no voy a jugar en el equipo —dijo con simpleza.

—¿No vas a...? ¡Black! —rugió con furia—. ¡No puedes irte! ¡Le diré a McGonagall!

—Escribeme una nota, justo voy a su oficina —resolvió con aburrimiento.

Podía volar de forma espléndida, rayando en lo absurdo y lo increíble, lo valiente y lo estúpido. Pero Sirius jamás ha sabido controlar sus emociones, y fue una mala jugada de los astros que su madre supiera justo esa mañana que era golpeador de Gryffindor, que enviara una carta con una extensa lista de palabras y adjetivos despreciables hacia él y que tuviera un bate entre las manos por más de cinco minutos.

—Dejaste el equipo —repitió Remus, entre sorprendido y confundido.

—Ajá —respondió sin mirarlo, escribiendo con furia la tarea de Encantamientos. Remus suspiró y se sentó a su lado, rozando sus hombros y respirando muy cerca.

—Tu madre no te vio en las pruebas, Sirius, ella no sabe que lo haces increíble —dijo con una pequeña sonrisa—. Está bien si no quieres estar en el equipo, sólo no lo hagas por ellos.

—No es por ellos —suspiró—. Nadie en su sano juicio debería darme un bate, ni siquiera cuando no estoy volando.

—No, no deberían —rió Remus, con ojos pequeños y sonrisa cálida.

Conservó la escoba, claro, porque es el único regalo que jamás tendría de sus padres. Se la dieron antes de saber que estaría en Gryffindor, Sirius está seguro de que se arrepintieron al instante de leer su primera carta.

También la conservó porque, con el tiempo, creyó que le daría un buen uso. No sucedió. La usaba para travesuras, para escapar, para divertirse, para competir con James y para huir.

La usa frecuentemente para huir al techo del colegio, lejos de la torre de astronomía, donde casi se puede sentir la frustración sexual atrapada en cada rincón. Sirius la aborrece, porque ya sabe todo de las estrellas y porque todo el mundo va a la torre de astronomía si quiere follar, o confesar su amor y hasta tal vez pedir matrimonio.

Sirius no necesita esa basura, él necesita la adrenalina de la altura, la solidez del techo, la ligereza del viento, el ruido del exterior y el coraje de la Torre de Gryffindor. Necesita entender qué carajo está pasando.

—¿A dónde vas, Canuto? —preguntó Peter, con sus pequeños ojos abiertos de curiosidad. Sirius lo observó sobre su hombro y sonrió.

—Sólo dí que no me viste, ¿de acuerdo? —pidió con una sonrisa torcida. Peter frunció el entrecejo y asintió sin darle mucha importancia.

Lleva huyendo más de lo que le gustaría admitir, es ridículo y vergonzoso porque en realidad ha estado huyendo de una persona, de su amigo. Como si de repente fuese un extraño con viruela y tuviera que mantener distancia.

Dear Patience © [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora