04.- Pues no sé si te va a gustar

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Luisita había vuelto a escapar. Por la mañana, había pasado gran parte del tiempo en la cocina junto a su madre y Julia preparando parte de la cena de esa noche. Había compartido tantas horas desde que era pequeña en la cocina del Asturiano con su abuelo aprendiendo recetas en lugar de estar con sus amigos o estudiando que ahora la cocina era su refugio cuando estaba saturada y necesitaba no pensar en nada porque sabía que, tarde o temprano, tumbada al sol junto con Inma, Lourdes y Marina al tiempo que Mateo y su padre terminaban de poner a punto el agua de la piscina con Marcelino ayudando, saldría Amelia en la conversación o llegaría alguna pregunta acerca de la noche anterior.

Después de comer, prefirió echarse un rato la siesta mientras sus amigos se quedaba en el jardín jugando a las cartas antes de estrenar la temporada de piscina y, cuando los dos matrimonios decidieron salir a dar un paseo por el campo, el ambiente era tan distendido que ninguno quiso forzar la situación, pero la huida de la rubia nada más aparecer Amelia provocó que Mateo, en cuanto tuvo ocasión, buscase una respuesta. Y de nuevo volvió a huir.

Poco duró la buena intención de dar la cara y pedir disculpas. Si era incapaz de estar cerca de ella con más gente jugando con una pelota de playa no sería mucho más valiente pidiendo perdón a solas mirándola a los ojos.

- ¿Habéis puesto todo ya Luisi? – preguntó Julia.

- Sí, Mateo estaba terminando de colocar lo que falta. Voy sacando cosas ya – indicó la rubia.

- ¿Puedo ayudar en algo? – demandó Amelia entrando en la cocina cuando bajó.

- Sí, hija. Luisi está sacando ya el jamón y el queso. Si quieres, ve sacando las empanadas, que ya están partidas – pidió Manolita.

- Yo voy sacando las tortillas también – informó Marina para evitar que, aunque Mateo estaba por el jardín, estuvieran las dos a solas.

Con la ayuda de todos fueron terminando de sacar todos los platos que habían preparado para esa noche y en poco tiempo ya tenían la mesa llena de comida y bebida.

- Vamos chicos, dejad los móviles e id cogiendo sitio – ordenó Armando.

- Venga, los jóvenes a un lado y los mayores al otro, que podáis hablar de vuestras cosas, aunque yo soy muy moderno ¿eh? – pronunció Marcelino.

- Tú fuiste moderno en los 80 papá – bromeó Luisita. – Que te quedaste en los Hombres G y esos son unos pijos.

- Un respeto a tu padre, Luisita, que yo llevaba chupa de cuero y tachuelas – se defendió el hombre provocando una carcajada entre los más jóvenes.

- Eras un malote – dijo la rubia entre risas.

- También fui joven, que lo sigo siendo – puntualizó – pero ahora con más experiencia.

- Claro que sí papá – expresó su hija dando por finalizada esa conversación.

Cada uno fue sentándose en el lugar que más cerca tenía de manera que, la idea de Lourdes de una en un extremo de la mesa y la otra en el otro no salió como esperaba y quedaron prácticamente la rubia frente a la morena.

El comienzo de la cena transcurría con normalidad, con Luisita participando en la conversación de sus padres y Armando y Julia más que en la que tenían a la vez al otro lado los más jóvenes, menos seria y con más risas mientras disfrutaban de todos los platos que había sobre la mesa.

- Mmmmm... – pronunció Amelia al dar un bocado a una de las empanadas de atún. – Está buenísima. ¿Dónde la habéis comprado? – demandó con curiosidad llamando la atención.

- La ha hecho Luisita – intervino rápidamente Lourdes. – La de carne y la de jamón y queso también.

- Ah, pues está muy rica – declaró la morena con sinceridad.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora