-...salir- dijo alguien de forma entrecortada con una voz fragil que resonaba en el pasillo
¿Que estaba pasando? Eche un vistazo desde la distancia y a la luz de la luna pude distinguir a un guardia que le cerraba paso a una chica ¡Una chica! que queria salir, estaba oscuro asi que no le vi bien la cara pero tenia una brillante melena rubia como hecha de miel y luz de sol
-Porfavor- insistio ella, cada vez mas agitada y temblorosa
Me acerque intentando decidir que hacer, segui adelante para enterarme que estaba pasando
-Yo...no puedo respirar- dijo ella
-¡¡¡Sueltenla!!!- ordene cuando llegue a su altura, de acuerdo con las normas, no podia permitir que aquella chica se hiciera daño
-Se ha desplomado- explico el guardia -queria salir-
Sabia que los guardias solo querian protegernos pero...¿que podia hacer?
-Abran las puertas- ordene
Me le quede mirando muy serio
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-Abran las puertas y dejenla salir ¡ya!-
-Enseguida-
El primer guardia se puso a abrir la cerradura, y yo me quedé mirando a la chica, que se agitaba ligeramente en los brazos del otro guardia, intentando ponerse de pie. Al abrirse la doble puerta, una ráfaga de aquel aire cálido y dulce nos envolvió. En cuanto lo sintió en sus brazos desnudos, la chica se puso en pie.
Me dirigí a la puerta y me quedé mirando cómo avanzaba por el jardín, tambaleándose, con los pies descalzos haciendo un ruido sordo sobre la suave grava. Era la primera vez que veía a una chica en bata, y, aunque en aquel preciso momento no hubiera podido decir que aquella jovencita era un modelo de elegancia, resultaba curiosamente atractiva. Me di cuenta de que los guardias también estaban mirándola, y eso me molestó.
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—Vuelvan a sus puestos —dije en voz baja.
Ellos se aclararon la garganta y se volvieron a situar de cara al vestíbulo—. Quédense aquí a menos que los llame —ordené, y me dirigí al jardín.
