Lo había aceptado. Integra Hellsing había sellado el trato con él, a pesar de ser un hombre lobo. Incluso cuando él era parte de los enemigos que atacaron su ciudad y acabaran con su vampiro, aun así... El hombre sonrió, recordando las palabras del shinigami. Definitivamente ella era diferente, y se merecía toda su atención.
Había algo nuevo y emocionante corriendo bajo su piel, algo que lo empujaba a comportarse de una manera diferente, al menos cuando se trataba de la mujer que ahora era oficialmente su jefa. Con el Mayor, su papel consistía en callar y obedecer: cumplir las órdenes ansiosas de caos del hombre y esperar por un desenlace que los llevaría a todos a la muerte. La presencia de la cazadora supuso una fuente de distracción a la monotonía de existir, su cuerpo delgado y frío junto a él lo hizo pensar en otras cosas que no fuera la guerra. Fue tan lejos como para minimizar los recuerdos de su vida humana, muchos años atrás, pero ahora... No, esto era diferente. Los ojos de la rubia brillaban con determinación y vida, su piel bronceada estaba tibia al tacto y podía oler la sangre bulléndole en las venas, corriendo bajo la piel de su cuello y llamándolo como si su nariz necesitara hundirse allí y atascar sus pulmones con ese aroma. Ella no lo permitiría, por supuesto; pero esas pocas veces donde había irrumpido en su espacio personal olisqueando su clavícula se le antojaban momentos de dicha. El hombre en él necesitaba tocar, sentir el pulso contrario bajo las palmas; el lobo ansiaba morder, marcar ese cuerpo como algo suyo: suyo para tocar, para morder, para besar y para fundirse con él bajo la danza pálida de la luna llena.
Pero no lo haría. No mientras el sentimiento no fuese recíproco, al menos. Mientras tanto, se contentaría con ser un buen perro bajo sus órdenes y sobre todo se encargaría de protegerla. No perdería a su compañera esta vez, no existía una estúpida guerra suicida y tampoco había ningún vampiro medieval para arrebatársela.
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Seras se paseó nerviosa por los corredores de la casa. Integra acababa de llegar hacía unos minutos, en compañía del hombre lobo, confirmando así sus sospechas de que él la había seguido. Se excusó de la cena y se encerró en su habitación, enviando un mensaje claro de que no quería ser molestada, lo que solo sirvió para que la joven vampiresa se comiera el cerebro en conjeturas cada vez más paranoicas.
Finalmente decidió enfrentar al hombre que tantas inseguridades le causaba y sus pasos se dirigieron, resueltos, hacia la parte trasera de la casa. Sabia que los soldados no estaban en el patio a esa hora, los oía conversando en los corredores del jardín delantero. El alemán, por otro lado, seguramente estaría allí, realizando sus ejercicios en total silencio y soledad. Después de todo, ella ya se había aprendido su rutina a fuerza de observarlo.
No se equivocó.
La pregunta de por qué un hombre lobo necesitaba ejercitarse rondó por su mente por milésima vez cuando vio el cuerpo compacto concentrado en realizar flexiones. No es como si aquello fuera a aumentar su poder, ¿o sí? Después de todo, ya no era humano y seguramente la bestia dentro suyo no se beneficiaría de unas cuántas flexiones diarias o de músculos humanos más tonificados. Aunque a este paso ella misma comenzó a dudar, después de todo no sabía nada sobre hombres lobos. Además, estaba el hecho de que solo había visto su forma bestial una única vez, y no cuando estaba con ellos. El hombre solía luchar en su forma humana siempre, y aunque Seras lo atribuyó al hecho de que quizás no quería asustar a sus compañeros, también creía que no existía ninguna amenaza lo suficientemente grande que lo obligara a dejar su piel atrás.
Una pequeña parte de ella, la que respondía a sus temores humanos, se alegraba por eso. Si bien solo había visto al lobo una vez —y dios sabía que tenía el recuerdo demasiado grabado en las retinas— era suficiente para estar impresionada y asustada. La bestia era simplemente imponente y Seras dudaba que ella misma fuera un oponente digno. No podía olvidar que Pip le había salvado del pellejo en su lucha esa vez, eso y el hecho de que el lobo desistiera de luchar contra ellos para simplemente volverse y aparecer con su jefa días después.
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El lobo de lady Hellsing
أدب الهواةLas cosas no han ido bien para la líder de Hellsing, Millennium acabó con todo: su casa, sus soldados, su mayordomo, sus vampiros... pero es allí -encerrada en una de las celdas del zeppelin- donde encontrará a alguien dispuesto a ocupar el lugar d...