43 - Tres días más y me quedo a vivir en medio de tus silencios.

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Viernes, 14 de marzo de 2031, Madrid.

- ¿A qué hora acabas?

Apagó el cigarrillo contra el suelo y entró con Flavio a las instalaciones sin poder quitarse de encima la sensación que tenía desde que habían ido allí la primera vez de que ella ya había estado allí, pero no conseguía recordar cuándo.

Guadalupe apareció por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, como siempre, y a Flavio se le contagió de manera inmediata.

- ¡Mi crooner favorito! - le saludó desde el otro lado del pasillo, mucho antes de estar siquiera cerca de él. - Ahora voy con vosotros.

Samantha negó con la cabeza, esa mujer estaba como una regadera.

- A las doce y media - respondió él, jugando con impaciencia con la cremallera de la chaqueta.

Hacía sol pero no dejaba de ser marzo y aquello no era Murcia, todavía era necesario llevar alguna prenda de abrigo. Además, en esa recepción hacía siempre un frío atroz.

- Me voy a acercar al estudio un rato - le anunció Sam, jugando con la mano libre que Flavio le daba. - Estoy un poquito histérica. Quiero ver si va todo bien y ver cómo van las entradas y las ventas.

- No te obsesiones - le pidió Flavio, con palabras tajantes pero mirada suave, igual que había hecho Jaume un mes atrás. - Esas cosas no tienes que supervisarlas tú.

- Bueno, también quiero ver a Candela. A ver qué tal lo lleva.

- Dale recuerdos de mi parte, dile que cuando dé a luz le mandaré un jamón.

- ¿Un jamón? ¿Por qué un jamón?

- Por la toxoplasmosis.

- ¿La qué?

- No sé, me lo dijo Hugo, que hay que regalarles jamón.

- Pero si Candela nunca ha comido carne.

- Ah - la miró, se rio y se encogió de hombros. - Mejor, eso que me ahorro.

Samantha apoyó la cabeza en su hombro y esperaron a que Guadalupe acabara con el paciente que la ocupaba en ese momento.

Los días en los que tenía rehabilitación eran días raros, ni buenos ni malos. Sólo eran malos cuando le dolía demasiado la espalda, y eran los menos. Bien por la medicación, bien porque todo el equipo médico que le atendía estaba literalmente alucinando con cómo estaba respondiendo Flavio al tratamiento, pero cada día notaba más fuerte la espalda, aunque ya le habían advertido por activa y por pasiva que no se le subieran las expectativas a la cabeza: una buena recuperación es lenta, y obtener buenos resultados muy rápido no significaba en absoluto que no tuviera que seguir trabajando.

Y eso era exactamente lo que tenía por delante, semanas de rehabilitación en los que recuperar la fuerza y el tono físico que había perdido estando tres días sedado y otros siete más ingresado en planta hasta que su médico tuvo a bien firmarle el alta.

El despertar fue al mismo tiempo el momento más esperado y más temido para Samantha. Flavio pasó tres días postrado en esa cama con respiración asistida, monitoreado las veinticuatro horas y recibiendo visitas muy cortas de su familia porque el horario era limitado y estricto, pero sobre todo era insuficiente. A las doce de la mañana cada día, el médico las pasaba a una salita y les informaba de cómo iba avanzando el chico, pero si algo se le quedó clavado a Samantha fue cuando les advirtió que tuvieran paciencia cuando Flavio despertara.

- No es imperante, pero sí habitual que los primeros días el paciente se encuentre malhumorado. Si solía tener un carácter afable, no se extrañen de que pueda mostrarse arisco. Por supuesto, no recordará nada de la operación y muy posiblemente tampoco nada de lo que ocurrió un par de horas antes de ella.

UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora